/ jueves 23 de mayo de 2024

Votar, una necesidad social

El domingo 2 de julio, dentro de 10 días, se efectuarán elecciones presidenciales, de diputaciones y senadurías federales, 9 gubernaturas y otros 20 mil cargos públicos, con 98.4 millones de votantes posibles. Serán en general auténticas y libres, se respetará la libertad del voto, serán electas/os quienes obtengan más votos.

El primer dato relevante a esperar es la participación electoral, probablemente inferior a 62%, como en las últimas 10 elecciones presidenciales salvo 1982, lo que confirmará la debilidad de la cultura cívica y la democracia mexicanas: uno de cada 3 ciudadanas/os no cumplirá el más simple deber político y obligación jurídica de votar para elegir los más altos cargos públicos.

El segundo dato relevante será la confirmación de la división de las opiniones en dos bandos: uno mayoritario a favor de continuar la orientación popular de la llamada Cuarta Transformación, y otro minoritario a favor del régimen neoliberal en lo político y lo económico. De ser este el resultado, México será una excepción en la mayoría de las elecciones recientes en Europa y Latinoamérica en las que han ganado candidatas/os de derecha o ultraderecha.

El tercer dato, indefinido aún, es si la Presidencia de la República contará con mayoría calificada en ambas cámaras legislativas federales para realizar cambios de mayor trascendencia en la Constitución y otras leyes, o continuará sin poder hacerlo, como la reforma fiscal que equilibre las finanzas públicas con mayor recaudación de las grandes fortunas, la reforma judicial que modifique la selección de magistradas/os y jueces, la reforma energética que otorgue al Estado la rectoría de la generación y distribución de energía para usos público, y otras reformas mayores.

No pocas mexicanas y mexicanos damos ya por contestados los tres datos: la abstención será elevada, se elegirá la continuación de la Cuarta Transformación por casi el doble que su más cercana contendiente; la Presidencia no tendrá mayoría calificada en una o en ambas cámaras del Poder Legislativo Federal.

Si son previsibles los resultados, ¿por qué es importante acudir a votar por una u otra opción o incluso a anular el voto en las boletas?

Porque el acto simple de votar es una manera de ratificar la democracia que hemos alcanzado en un largo e inacabado proceso democratizador del régimen, es decir: “aquí estamos decidiendo”. Porque sin la participación activa y continuada de la comunidad, los derechos y libertades siguen acotados a poderes dominantes en cada ámbito, permanece la desigualdad reinante, no hay siquiera democracia formal. Porque sin mayorías participando, las y los “representantes” electos habrán recibido el apoyo de menos de la mitad de las y los ciudadanos, tendrá representatividad débil, estará más a merced de poderes fácticos legales e ilegales.

La democracia no se reduce a votar cada 3 o 6 años; incluso puede haber democracia sin elección individual directa. Pero hoy en México, elegir de manera periódica, libre e informada es un avance en la toma de decisiones, que hay que fortalecer.

Pasadas las elecciones, seguirá pendiente una democracia participativa en la que la mayoría decida las cuestiones trascendentes, no solo los cargos de gobierno; estableciendo mecanismos permanentes y pertinentes de participación en cada ámbito y área de gobierno, para todas y todos: niñas, niños, adolescentes, adultos y adultos mayores, minorías éticas y diversidad social.

purangachih@gmail.com


Lic. en Economía, Docente y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

purangachih@gmail.com


El domingo 2 de julio, dentro de 10 días, se efectuarán elecciones presidenciales, de diputaciones y senadurías federales, 9 gubernaturas y otros 20 mil cargos públicos, con 98.4 millones de votantes posibles. Serán en general auténticas y libres, se respetará la libertad del voto, serán electas/os quienes obtengan más votos.

El primer dato relevante a esperar es la participación electoral, probablemente inferior a 62%, como en las últimas 10 elecciones presidenciales salvo 1982, lo que confirmará la debilidad de la cultura cívica y la democracia mexicanas: uno de cada 3 ciudadanas/os no cumplirá el más simple deber político y obligación jurídica de votar para elegir los más altos cargos públicos.

El segundo dato relevante será la confirmación de la división de las opiniones en dos bandos: uno mayoritario a favor de continuar la orientación popular de la llamada Cuarta Transformación, y otro minoritario a favor del régimen neoliberal en lo político y lo económico. De ser este el resultado, México será una excepción en la mayoría de las elecciones recientes en Europa y Latinoamérica en las que han ganado candidatas/os de derecha o ultraderecha.

El tercer dato, indefinido aún, es si la Presidencia de la República contará con mayoría calificada en ambas cámaras legislativas federales para realizar cambios de mayor trascendencia en la Constitución y otras leyes, o continuará sin poder hacerlo, como la reforma fiscal que equilibre las finanzas públicas con mayor recaudación de las grandes fortunas, la reforma judicial que modifique la selección de magistradas/os y jueces, la reforma energética que otorgue al Estado la rectoría de la generación y distribución de energía para usos público, y otras reformas mayores.

No pocas mexicanas y mexicanos damos ya por contestados los tres datos: la abstención será elevada, se elegirá la continuación de la Cuarta Transformación por casi el doble que su más cercana contendiente; la Presidencia no tendrá mayoría calificada en una o en ambas cámaras del Poder Legislativo Federal.

Si son previsibles los resultados, ¿por qué es importante acudir a votar por una u otra opción o incluso a anular el voto en las boletas?

Porque el acto simple de votar es una manera de ratificar la democracia que hemos alcanzado en un largo e inacabado proceso democratizador del régimen, es decir: “aquí estamos decidiendo”. Porque sin la participación activa y continuada de la comunidad, los derechos y libertades siguen acotados a poderes dominantes en cada ámbito, permanece la desigualdad reinante, no hay siquiera democracia formal. Porque sin mayorías participando, las y los “representantes” electos habrán recibido el apoyo de menos de la mitad de las y los ciudadanos, tendrá representatividad débil, estará más a merced de poderes fácticos legales e ilegales.

La democracia no se reduce a votar cada 3 o 6 años; incluso puede haber democracia sin elección individual directa. Pero hoy en México, elegir de manera periódica, libre e informada es un avance en la toma de decisiones, que hay que fortalecer.

Pasadas las elecciones, seguirá pendiente una democracia participativa en la que la mayoría decida las cuestiones trascendentes, no solo los cargos de gobierno; estableciendo mecanismos permanentes y pertinentes de participación en cada ámbito y área de gobierno, para todas y todos: niñas, niños, adolescentes, adultos y adultos mayores, minorías éticas y diversidad social.

purangachih@gmail.com


Lic. en Economía, Docente y miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

purangachih@gmail.com