/ martes 6 de noviembre de 2018

Al diablo las instituciones

Esta frase utilizada por el presidente electo parece que será una realidad dentro de 24 días en que tome posesión ya como presidente constitucional, lo que manda un pésimo mensaje a nosotros los mexicanos, como ciudadanos, como empresarios, a los inversionistas, a los trabajadores, a los gobernantes, a la comunidad internacional, lo que puede ser el principio de un aterrizaje forzoso y quedarnos en tierra por algunos años, mientras otros países vuelan hacia la modernidad.

El hecho de cancelar el megaproyecto del nuevo aeropuerto de la CDMX no es en sí lo grave, sino la forma de hacerlo. Hacer una consulta popular fuera del marco legal y aplicarla donde circula gente que no tiene nada que ver con un aeropuerto en la CDMX, sin una estructura para que no suceda lo que comentamos la semana pasada, donde se ve en videos a los encargados de la casilla cruzando boletas al por mayor y metiéndolas en las urnas. Videos donde se ve que no dejaron votar a la gente después de la hora, aunque la fila ya estuviera llena de gente. Tantísimas irregularidades documentadas y aun así sólo obtuvieron poco más de 700 mil votos, es decir ¡¡menos del 1% del padrón electoral!! Cuando el artículo 35 de la constitución establece con toda claridad cómo pueden ser las consultas y no se cumplió con nada. Al diablo con las instituciones.

Dijo AMLO que no iba a pasar nada y sí pasó, el peso se devaluó en esta semana el 7%, lo que significará muchos miles de millones en el pago de intereses de nuestra enorme deuda externa que nos ha dejado el sexenio de Peña Nieto. Dos casas evaluadoras ya nos bajaron la calificación País de positiva a negativa, lo que significará menos inversiones nacionales y extranjeras para nuestro país y por lo tanto menos empleos que tanto dice AMLO defender. La Bolsa Mexicana de Valores perdió en esos días, después del anuncio de la cancelación de la construcción del nuevo aeropuerto, 175 mil millones de pesos, que es más que los 80 mil millones que faltaban para terminar el nuevo aeropuerto. ¡Al diablo con las instituciones!

La solución que ofrece AMLO se verá cuando muy pronto, dentro de cinco a seis años, es decir si nos va bien al final del sexenio. Mientras el mesero, el cocinero, el hotelero, el de la agencia de viajes, etc. seguirá esperando a un turismo que quería hacer su conexión en la CDMX para llegar a Huatulco, Acapulco, San Miguel Allende, etc.

Los millones de pasajeros adicionales del nuevo aeropuerto no llegarán y por lo tanto no pagarán pasajes, impuestos, ni sueldos de los miles de empleos que se derramarían con la llegada adicional de millones de pasajeros y el mismo gobierno no recibirá los impuestos para generar infraestructura tan necesaria en México para que pueda florecer la actividad económica, que es la única que puede generar bienestar a los mexicanos.

Miles de empleos se perderán el 1 de diciembre, al detener la construcción del nuevo aeropuerto, se dice que más de 45 mil empleos directos y más de 150 mil indirectos. De hecho el pronóstico de crecimiento para el año que entra estaba en 2.2%, ha ido bajado a 1.9% y con decisiones como esta no nos llame la atención que pronto pudiera ser una cifra negativa.


Al diablo las instituciones nos puede llevar a la oclocracia, término empleado por Polibio, pensador griego, que decía que era el peor de los gobiernos, ya que era el de la muchedumbre, masa o gentío que a la hora de tratar los asuntos políticos presenta una opinión o voluntad viciada, confusa, irracional, porque carece de capacidad para opinar, y por ende no se puede considerar “pueblo”.

Bien decía el ex presidente de México Adolfo López Mateos: “La Revolución Mexicana es la más perfecta de todas: al rico lo hizo pobre, al pobre lo hizo pendejo, al pendejo lo hizo político y al político lo hizo rico”. ¿Será así la 4ª transformación de la que habla AMLO?



Esta frase utilizada por el presidente electo parece que será una realidad dentro de 24 días en que tome posesión ya como presidente constitucional, lo que manda un pésimo mensaje a nosotros los mexicanos, como ciudadanos, como empresarios, a los inversionistas, a los trabajadores, a los gobernantes, a la comunidad internacional, lo que puede ser el principio de un aterrizaje forzoso y quedarnos en tierra por algunos años, mientras otros países vuelan hacia la modernidad.

El hecho de cancelar el megaproyecto del nuevo aeropuerto de la CDMX no es en sí lo grave, sino la forma de hacerlo. Hacer una consulta popular fuera del marco legal y aplicarla donde circula gente que no tiene nada que ver con un aeropuerto en la CDMX, sin una estructura para que no suceda lo que comentamos la semana pasada, donde se ve en videos a los encargados de la casilla cruzando boletas al por mayor y metiéndolas en las urnas. Videos donde se ve que no dejaron votar a la gente después de la hora, aunque la fila ya estuviera llena de gente. Tantísimas irregularidades documentadas y aun así sólo obtuvieron poco más de 700 mil votos, es decir ¡¡menos del 1% del padrón electoral!! Cuando el artículo 35 de la constitución establece con toda claridad cómo pueden ser las consultas y no se cumplió con nada. Al diablo con las instituciones.

Dijo AMLO que no iba a pasar nada y sí pasó, el peso se devaluó en esta semana el 7%, lo que significará muchos miles de millones en el pago de intereses de nuestra enorme deuda externa que nos ha dejado el sexenio de Peña Nieto. Dos casas evaluadoras ya nos bajaron la calificación País de positiva a negativa, lo que significará menos inversiones nacionales y extranjeras para nuestro país y por lo tanto menos empleos que tanto dice AMLO defender. La Bolsa Mexicana de Valores perdió en esos días, después del anuncio de la cancelación de la construcción del nuevo aeropuerto, 175 mil millones de pesos, que es más que los 80 mil millones que faltaban para terminar el nuevo aeropuerto. ¡Al diablo con las instituciones!

La solución que ofrece AMLO se verá cuando muy pronto, dentro de cinco a seis años, es decir si nos va bien al final del sexenio. Mientras el mesero, el cocinero, el hotelero, el de la agencia de viajes, etc. seguirá esperando a un turismo que quería hacer su conexión en la CDMX para llegar a Huatulco, Acapulco, San Miguel Allende, etc.

Los millones de pasajeros adicionales del nuevo aeropuerto no llegarán y por lo tanto no pagarán pasajes, impuestos, ni sueldos de los miles de empleos que se derramarían con la llegada adicional de millones de pasajeros y el mismo gobierno no recibirá los impuestos para generar infraestructura tan necesaria en México para que pueda florecer la actividad económica, que es la única que puede generar bienestar a los mexicanos.

Miles de empleos se perderán el 1 de diciembre, al detener la construcción del nuevo aeropuerto, se dice que más de 45 mil empleos directos y más de 150 mil indirectos. De hecho el pronóstico de crecimiento para el año que entra estaba en 2.2%, ha ido bajado a 1.9% y con decisiones como esta no nos llame la atención que pronto pudiera ser una cifra negativa.


Al diablo las instituciones nos puede llevar a la oclocracia, término empleado por Polibio, pensador griego, que decía que era el peor de los gobiernos, ya que era el de la muchedumbre, masa o gentío que a la hora de tratar los asuntos políticos presenta una opinión o voluntad viciada, confusa, irracional, porque carece de capacidad para opinar, y por ende no se puede considerar “pueblo”.

Bien decía el ex presidente de México Adolfo López Mateos: “La Revolución Mexicana es la más perfecta de todas: al rico lo hizo pobre, al pobre lo hizo pendejo, al pendejo lo hizo político y al político lo hizo rico”. ¿Será así la 4ª transformación de la que habla AMLO?