/ viernes 10 de diciembre de 2021

Amar al país

La amenaza para el bienestar del país está dentro de nosotros mismos, en nuestra falta de carácter, en nuestra indiferencia ante los problemas nacionales. Quizá nuestra mayor falta esté en que no hacemos el suficiente esfuerzo para hacer cumplir las leyes. Nos encontramos gobernados por un partido político que ha hecho de la ilegalidad su fuente de riqueza y su forma de vida.

El patriotismo sin Principios como el bolivariano o el de Morena, nos lleva al abismo del abuso, de la prepotencia y de la corrupción. Cada nación es tan libre solamente como lo permiten su educación, su carácter y sus Principios. El gobierno de López Obrador no permite que el ciudadano tenga ambición de progreso, conocimiento y sabiduría. El hombre tiene solamente los derechos que pueda mantener en vigor y quien no hace uso de dichos derechos cívicos pierde hasta el derecho de quejarse. Todo sistema político populista que se basa en falsedades o ilusiones vanas como el que tenemos, invariablemente se convierte en un gobierno tirano. El mexicano se va dando cuenta de que lo que principalmente necesita para su felicidad no son ni populistas ni falsos apóstoles. Lo que se necesita es acabar con las falsedades. En la verdad están basadas todas las libertades.

La honradez, ausente de todo miembro de Morena, nunca debe morir, así como las injusticias no pueden ser eternas. Los que siempre serán eternos son los Principios Universales, las llamadas Verdades Eternas, como la perseverancia, el gusto por el trabajo bien realizado, el mérito del carácter, la dignidad de la sencillez y de la humildad y la satisfacción del deber cumplido, entre otros.

Y así, el deber de cada ciudadano es recordarle a los que nos gobiernan los auténticos propósitos para los cuales ha sido creado el gobierno, pues la función de la política no es la de monopolizar los puestos públicos ni quedarse con la riqueza de la nación, sino la de gobernar con la razón y la cordura. Una de las funciones principales del gobierno es la de ayudar a formar verdaderos ciudadanos con espíritu independiente y no dependiente, como los gobiernos populistas y paternalistas.

La violencia y el odio de clases promulgados por la presidencia no nos da ninguna ventaja como nación. El libertinaje generalmente no perdura, pues la humanidad normalmente vuelve a los brazos de la ley. En las dictaduras se pone al pueblo a dieta de hambre, quizá mitigada por unos cuantos “chocolatines”, a cambio de recibir una adulación constante y permanente. No debemos escuchar a los que nos invitan a destruir el gobierno, pues lo que deseamos no es destruirlo, sino mejorarlo.

El verdadero significado de “amar al país” es ambicionar a ser mejores, a tener menos flojera para hacer las cosas, menos apatía, menos envidia, menos codicia, menos avaricia, menos vicios, menos mala fe. Amarlo es más bien tener más carácter, más civismo, más amor al trabajo, mucha más responsabilidad, más disciplina, más lealtad y lo obvio, más sentido común. Alguien dijo alguna vez que “el hombre es rico o pobre, según la clase de hombre que es, no según lo que tiene”.


La amenaza para el bienestar del país está dentro de nosotros mismos, en nuestra falta de carácter, en nuestra indiferencia ante los problemas nacionales. Quizá nuestra mayor falta esté en que no hacemos el suficiente esfuerzo para hacer cumplir las leyes. Nos encontramos gobernados por un partido político que ha hecho de la ilegalidad su fuente de riqueza y su forma de vida.

El patriotismo sin Principios como el bolivariano o el de Morena, nos lleva al abismo del abuso, de la prepotencia y de la corrupción. Cada nación es tan libre solamente como lo permiten su educación, su carácter y sus Principios. El gobierno de López Obrador no permite que el ciudadano tenga ambición de progreso, conocimiento y sabiduría. El hombre tiene solamente los derechos que pueda mantener en vigor y quien no hace uso de dichos derechos cívicos pierde hasta el derecho de quejarse. Todo sistema político populista que se basa en falsedades o ilusiones vanas como el que tenemos, invariablemente se convierte en un gobierno tirano. El mexicano se va dando cuenta de que lo que principalmente necesita para su felicidad no son ni populistas ni falsos apóstoles. Lo que se necesita es acabar con las falsedades. En la verdad están basadas todas las libertades.

La honradez, ausente de todo miembro de Morena, nunca debe morir, así como las injusticias no pueden ser eternas. Los que siempre serán eternos son los Principios Universales, las llamadas Verdades Eternas, como la perseverancia, el gusto por el trabajo bien realizado, el mérito del carácter, la dignidad de la sencillez y de la humildad y la satisfacción del deber cumplido, entre otros.

Y así, el deber de cada ciudadano es recordarle a los que nos gobiernan los auténticos propósitos para los cuales ha sido creado el gobierno, pues la función de la política no es la de monopolizar los puestos públicos ni quedarse con la riqueza de la nación, sino la de gobernar con la razón y la cordura. Una de las funciones principales del gobierno es la de ayudar a formar verdaderos ciudadanos con espíritu independiente y no dependiente, como los gobiernos populistas y paternalistas.

La violencia y el odio de clases promulgados por la presidencia no nos da ninguna ventaja como nación. El libertinaje generalmente no perdura, pues la humanidad normalmente vuelve a los brazos de la ley. En las dictaduras se pone al pueblo a dieta de hambre, quizá mitigada por unos cuantos “chocolatines”, a cambio de recibir una adulación constante y permanente. No debemos escuchar a los que nos invitan a destruir el gobierno, pues lo que deseamos no es destruirlo, sino mejorarlo.

El verdadero significado de “amar al país” es ambicionar a ser mejores, a tener menos flojera para hacer las cosas, menos apatía, menos envidia, menos codicia, menos avaricia, menos vicios, menos mala fe. Amarlo es más bien tener más carácter, más civismo, más amor al trabajo, mucha más responsabilidad, más disciplina, más lealtad y lo obvio, más sentido común. Alguien dijo alguna vez que “el hombre es rico o pobre, según la clase de hombre que es, no según lo que tiene”.