/ viernes 22 de diciembre de 2023

Camino Real | Alexander von Humboldt por Chihuahua

Es la mañana del 11 de marzo de 1799, y un hombre joven —-de apenas veintinueve años de edad—- solicita la autorización del Rey Carlos IV, para explorar los territorios de la América española. Le acompaña Aimé Bonpland, botánico y médico de origen francés.

“Fui presentado a la corte de Aranjuez, en el mes de marzo de 1799. El rey se dignó a acogerme con bondad. Le expuse los motivos que me inducían a emprender un viaje al nuevo continente y a las islas Filipinas”, recordaba el explorador sobre el origen de su expedición. Un recorrido que duró 5 años y que incluyó los actuales países de Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México y Estados Unidos.

Los viajes de expedicionarios europeos hacia el continente americano no eran poco comunes para finales del siglo XVIII, entre estos se cuenta la expedición de los hermanos Heuland, a Chile y a Perú (1795-1800). Aunque éstos, se enfocaban más en estudios de mineralogía y metalurgia. En cambio, el recorrido humboldtiano por el continente buscaba dibujar los detalles de las relaciones humanas, sus características, sus hábitos, sus modos de vida, factores sumados a las precisiones de la geografía física. Etnografía pura.

Humboldt llegó al puerto de Acapulco el 22 de marzo de 1803, acompañado de su fiel amigo Bonpland y del ecuatoriano Carlos Montúfar, en una embarcación proveniente de Guayaquil, Ecuador (CONABIO, 2023). En ese año visitó y cartografió el extenso territorio de la Nueva España.

Sin embargo, en Chihuahua no hemos estudiado suficientemente las características y las condiciones, que relata Humboldt sobre el espacio que hoy habitamos. Revisemos entonces un poco de lo que el reconocido naturalista alemán narra sobre nuestra región.

“Chihuahua, residencia del capitán general de las provincias internas, rodeada de minas considerables, al este del grande Real de Santa Rosa de Cosiquirachi…población: 11,600” habitantes, apenas 400 menos que la ciudad de Durango. Así describía el distinguido geógrafo a la actual capital del estado.

En ese tiempo, nuestra entidad aún pertenecía a la Nueva Vizcaya, que también era conocida como la Intendencia de Durango, y que de acuerdo con los datos ofrecidos en el “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”, colindaba al norte y al este “con un país inculto habitado por indios guerreros e independientes” (Humboldt, 1822).

Territorio que solo podía ser transitado por caravanas fuertemente armadas, ante la amenaza constante de los Apaches Mescalero, Faraones, Acoclames, Cocoyames, Cumanches “y las numerosas tribus de…Chichimecas, que los españoles comprenden con el nombre vago de mecos” (Humboldt, 1822).

De acuerdo con el científico y botánico, los presidios —que eran unidades militares que vigilaban y protegían el traslado de mercancías, entre las provincias internas de los llamados Caminos Reales— estaban muy distantes entre sí. En los diversos testimonios que Humboldt logra recabar, reconoce dos factores que permiten a los Comanches atacar a las caravanas: el conocimiento del territorio y su facilidad para trasladar sus campamentos.

“Hace siglos que corren aquellas llanuras, donde las montañas que las cruzan en varias partes” les facilitan las emboscadas, agregando que, “tienen tiendas de cuero de búfalo, [las cuales] no cargan en sus caballos, sino que [las] hacen llevar por perros grandes que acompañan la tribu errante” (Humboldt, 1822).

En cuanto a las precisiones geográficas que mencionábamos antes, destaca el mapa 8 de la Mapa de la ruta que lleva desde la Capital de la Nueva España, el cual traza el derrotero de la ciudad de Chihuahua a Santa Fé, Nuevo México. Al revisarlo con las georreferencias actuales, la ruta se sobrepone exactamente el mismo camino que hoy sigue la carretera México 45, rumbo a Ciudad Juárez. Minas, ranchos, haciendas, pueblos y ciudades que aún hoy existen, son registrados puntualmente. Continuará…

Es la mañana del 11 de marzo de 1799, y un hombre joven —-de apenas veintinueve años de edad—- solicita la autorización del Rey Carlos IV, para explorar los territorios de la América española. Le acompaña Aimé Bonpland, botánico y médico de origen francés.

“Fui presentado a la corte de Aranjuez, en el mes de marzo de 1799. El rey se dignó a acogerme con bondad. Le expuse los motivos que me inducían a emprender un viaje al nuevo continente y a las islas Filipinas”, recordaba el explorador sobre el origen de su expedición. Un recorrido que duró 5 años y que incluyó los actuales países de Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México y Estados Unidos.

Los viajes de expedicionarios europeos hacia el continente americano no eran poco comunes para finales del siglo XVIII, entre estos se cuenta la expedición de los hermanos Heuland, a Chile y a Perú (1795-1800). Aunque éstos, se enfocaban más en estudios de mineralogía y metalurgia. En cambio, el recorrido humboldtiano por el continente buscaba dibujar los detalles de las relaciones humanas, sus características, sus hábitos, sus modos de vida, factores sumados a las precisiones de la geografía física. Etnografía pura.

Humboldt llegó al puerto de Acapulco el 22 de marzo de 1803, acompañado de su fiel amigo Bonpland y del ecuatoriano Carlos Montúfar, en una embarcación proveniente de Guayaquil, Ecuador (CONABIO, 2023). En ese año visitó y cartografió el extenso territorio de la Nueva España.

Sin embargo, en Chihuahua no hemos estudiado suficientemente las características y las condiciones, que relata Humboldt sobre el espacio que hoy habitamos. Revisemos entonces un poco de lo que el reconocido naturalista alemán narra sobre nuestra región.

“Chihuahua, residencia del capitán general de las provincias internas, rodeada de minas considerables, al este del grande Real de Santa Rosa de Cosiquirachi…población: 11,600” habitantes, apenas 400 menos que la ciudad de Durango. Así describía el distinguido geógrafo a la actual capital del estado.

En ese tiempo, nuestra entidad aún pertenecía a la Nueva Vizcaya, que también era conocida como la Intendencia de Durango, y que de acuerdo con los datos ofrecidos en el “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”, colindaba al norte y al este “con un país inculto habitado por indios guerreros e independientes” (Humboldt, 1822).

Territorio que solo podía ser transitado por caravanas fuertemente armadas, ante la amenaza constante de los Apaches Mescalero, Faraones, Acoclames, Cocoyames, Cumanches “y las numerosas tribus de…Chichimecas, que los españoles comprenden con el nombre vago de mecos” (Humboldt, 1822).

De acuerdo con el científico y botánico, los presidios —que eran unidades militares que vigilaban y protegían el traslado de mercancías, entre las provincias internas de los llamados Caminos Reales— estaban muy distantes entre sí. En los diversos testimonios que Humboldt logra recabar, reconoce dos factores que permiten a los Comanches atacar a las caravanas: el conocimiento del territorio y su facilidad para trasladar sus campamentos.

“Hace siglos que corren aquellas llanuras, donde las montañas que las cruzan en varias partes” les facilitan las emboscadas, agregando que, “tienen tiendas de cuero de búfalo, [las cuales] no cargan en sus caballos, sino que [las] hacen llevar por perros grandes que acompañan la tribu errante” (Humboldt, 1822).

En cuanto a las precisiones geográficas que mencionábamos antes, destaca el mapa 8 de la Mapa de la ruta que lleva desde la Capital de la Nueva España, el cual traza el derrotero de la ciudad de Chihuahua a Santa Fé, Nuevo México. Al revisarlo con las georreferencias actuales, la ruta se sobrepone exactamente el mismo camino que hoy sigue la carretera México 45, rumbo a Ciudad Juárez. Minas, ranchos, haciendas, pueblos y ciudades que aún hoy existen, son registrados puntualmente. Continuará…