/ viernes 1 de marzo de 2024

Camino Real | Los mapas de Chihuahua II

Ser chihuahuense significa habitar en la frontera entre la civilización y la barbarie. Para Jorge Chávez, el comercio y los lugares de paz, tanto como las incursiones de apaches y comanches, y, por supuesto, la defensa del territorio; promovieron un sentimiento de apropiación del espacio y de identidad regional.

¿Cómo influyeron estas características del Chihuahua profundo, en la configuración del territorio estatal durante la primera mitad del siglo XIX?

“Por todas partes se levanta la milicia ciudadana para compartir…las glorias de la presente lucha; y en Chihuahua, lo mismo que…en otros puntos, se han visto esfuerzos que solo puede dictar el amor a la patria”. Rezaba el informe del Ministerio de Guerra y Marina, rendido ante el Augusto Congreso Nacional, el 9 de diciembre de 1846.

El documento; elaborado en medio de la invasión norteamericana; estaba firmado por el general Juan Nepomuceno Almonte —hijo no reconocido de José María Morelos y Pavón—, que años más tarde sería llamado “espurio de la patria”, por su apoyo a la invasión francesa.

Los primeros años de la vida independiente fueron convulsos para la estabilidad política, social y geográfica de la incipiente nación mexicana. Al menor titubeo de los poderes centrales, o a las constantes traiciones al proyecto republicano, derivaban las continúas pérdidas territoriales en los distintos puntos cardinales de la superficie nacional.

Contrario a esa lógica, Chihuahua destacó en la defensa de su soberanía, y por el contrario, amplió su geografía. Quizás, la defensa del espacio —en contra del extraño, del bárbaro— le otorgó a la región la rudeza y el temple para hacerle frente, primero a la independencia de Texas (1836), luego a la intervención norteamericana (1846-1848) y, finalmente, al intermitente fantasma de una anexión por parte de los Estados Unidos.

“Chihuahua: 12,557 leguas cuadradas y 160,000 mil habitantes”, señala un mapa publicado por Antonio García Cubas, para 1858. Resalta la pérdida del norte, así como la venta de la Mesilla, ocurrida en diciembre de 1853.

“El Estado de Chihuahua se halla situado entre los 25° 50' y 81° 47' latitud septentrional, y entre los 4" 10' y 9° 6' longitud occidental de México”, apunta el célebre cartógrafo. En cuanto a producción minera, destaca la extracción de oro, plata, plomo, cobre, hierro y otros minerales. Hasta 1850, solo 21 minas se hallaban “en labores en los doce minerales en acción” sin embargo, “el número de las abandonadas [era] crecido y no se pormenoriza[ba]”, debiéndose a la falta de capital o a las incursiones apaches.

A la explotación de minerales, le acompañaba la acuñación de metálico, que para 1855 ascendía a 17,536 monedas de oro y 475,500 de plata. Guardando un notable contraste, la agricultura era escasa “debido al mal sistema de pago de los jornaleros y al mal trato” que se les daba.

En cuanto a los límites del estado destaca que, al Oeste, ya se incluye al Presidio del Norte, actual Ojinaga. Pero todavía falta el Bolsón de Mapimí, que actualmente incluye al municipio de Manuel Benavides, llegando a Laguna del Jaco; que en ese entonces pertenecían a Coahuila.

En el Sur, una línea recta corre desde la actual Zona del Silencio, en Durango, hasta llegar a Laguna, actual San Carlos, municipio de Balleza. Delimitan el contorno sureño Turuachi, Puerto de las Vírgenes, El Venadito, Potrerillos, San Javier de Abajo en el actual municipio de Guadalupe y Calvo.

En el Oeste, aparecen Rancho Viejo, Tohayana, Témoris, Guazápares, Durazno, San Luis, Milpillas, Yepachic, Babicosa; actual municipio de Madera; hasta la Sierra de Enmedio. En el Norte, la frontera es Carrizalillo, hasta el Paso, el Real, actual San Lorenzo en Ciudad Juárez, Senecú, Isleta y San Elizario. Al centro destacan Chihuahua, Aldama, Rosales. Y en el distrito de Guerrero, Cocepción, actual La Junta. Continuará…

Ser chihuahuense significa habitar en la frontera entre la civilización y la barbarie. Para Jorge Chávez, el comercio y los lugares de paz, tanto como las incursiones de apaches y comanches, y, por supuesto, la defensa del territorio; promovieron un sentimiento de apropiación del espacio y de identidad regional.

¿Cómo influyeron estas características del Chihuahua profundo, en la configuración del territorio estatal durante la primera mitad del siglo XIX?

“Por todas partes se levanta la milicia ciudadana para compartir…las glorias de la presente lucha; y en Chihuahua, lo mismo que…en otros puntos, se han visto esfuerzos que solo puede dictar el amor a la patria”. Rezaba el informe del Ministerio de Guerra y Marina, rendido ante el Augusto Congreso Nacional, el 9 de diciembre de 1846.

El documento; elaborado en medio de la invasión norteamericana; estaba firmado por el general Juan Nepomuceno Almonte —hijo no reconocido de José María Morelos y Pavón—, que años más tarde sería llamado “espurio de la patria”, por su apoyo a la invasión francesa.

Los primeros años de la vida independiente fueron convulsos para la estabilidad política, social y geográfica de la incipiente nación mexicana. Al menor titubeo de los poderes centrales, o a las constantes traiciones al proyecto republicano, derivaban las continúas pérdidas territoriales en los distintos puntos cardinales de la superficie nacional.

Contrario a esa lógica, Chihuahua destacó en la defensa de su soberanía, y por el contrario, amplió su geografía. Quizás, la defensa del espacio —en contra del extraño, del bárbaro— le otorgó a la región la rudeza y el temple para hacerle frente, primero a la independencia de Texas (1836), luego a la intervención norteamericana (1846-1848) y, finalmente, al intermitente fantasma de una anexión por parte de los Estados Unidos.

“Chihuahua: 12,557 leguas cuadradas y 160,000 mil habitantes”, señala un mapa publicado por Antonio García Cubas, para 1858. Resalta la pérdida del norte, así como la venta de la Mesilla, ocurrida en diciembre de 1853.

“El Estado de Chihuahua se halla situado entre los 25° 50' y 81° 47' latitud septentrional, y entre los 4" 10' y 9° 6' longitud occidental de México”, apunta el célebre cartógrafo. En cuanto a producción minera, destaca la extracción de oro, plata, plomo, cobre, hierro y otros minerales. Hasta 1850, solo 21 minas se hallaban “en labores en los doce minerales en acción” sin embargo, “el número de las abandonadas [era] crecido y no se pormenoriza[ba]”, debiéndose a la falta de capital o a las incursiones apaches.

A la explotación de minerales, le acompañaba la acuñación de metálico, que para 1855 ascendía a 17,536 monedas de oro y 475,500 de plata. Guardando un notable contraste, la agricultura era escasa “debido al mal sistema de pago de los jornaleros y al mal trato” que se les daba.

En cuanto a los límites del estado destaca que, al Oeste, ya se incluye al Presidio del Norte, actual Ojinaga. Pero todavía falta el Bolsón de Mapimí, que actualmente incluye al municipio de Manuel Benavides, llegando a Laguna del Jaco; que en ese entonces pertenecían a Coahuila.

En el Sur, una línea recta corre desde la actual Zona del Silencio, en Durango, hasta llegar a Laguna, actual San Carlos, municipio de Balleza. Delimitan el contorno sureño Turuachi, Puerto de las Vírgenes, El Venadito, Potrerillos, San Javier de Abajo en el actual municipio de Guadalupe y Calvo.

En el Oeste, aparecen Rancho Viejo, Tohayana, Témoris, Guazápares, Durazno, San Luis, Milpillas, Yepachic, Babicosa; actual municipio de Madera; hasta la Sierra de Enmedio. En el Norte, la frontera es Carrizalillo, hasta el Paso, el Real, actual San Lorenzo en Ciudad Juárez, Senecú, Isleta y San Elizario. Al centro destacan Chihuahua, Aldama, Rosales. Y en el distrito de Guerrero, Cocepción, actual La Junta. Continuará…