/ viernes 8 de diciembre de 2023

Camino Real | Marisela Escobedo: una asignatura pendiente

El próximo 16 de diciembre se cumplirán trece años del brutal asesinato de Marisela Escobedo. Una madre de familia —de profesión enfermera y además empresaria— a la que una serie de circunstancias fatales, le obligaron a convertirse en activista social, investigadora pericial y manifestante de tiempo completo; para finalmente, ser víctima de aquello que en un principio le arrebató toda tranquilidad: la violencia feminicida.

La serie de acontecimientos atroces e inhumanos en contra de su familia, así como el hecho de que jamás se concretó la condena en contra del responsable, son parte de una violencia de género integral, holística y circular, que aún hoy viven miles de mujeres en México.

Hace poco más de un año, diputadas y diputados del H. Congreso del Estado de Chihuahua aplaudían y sonreían para la foto, esto, mientras develaban el nombre de Marisela Escobedo escrito en letras de oro. De la reparación del daño a su familia, y de la garantía de no repetición de los hechos, no se dijo nada.

Quienes sí señalaron las ausencias y los agravios pendientes, fueron las integrantes de los diversos colectivos, que rindieron homenaje a la activista en el lugar conocido como la “Cruz de Clavos”. Una obra que es ya característica del centro de la ciudad de Chihuahua, y que genera un dolor profundo, por todo el significado que envuelve el tema de la desaparición y muerte de mujeres en nuestra entidad. Seguramente, de estar viva, Marisela hubiese estado con ellas —ahí afuera, en la plaza Hidalgo— portando unas lonas por ambos lados, protestando por la muerte de su hija Rubí, y aún exigiendo justicia.

El espacio, también conocido como “el monumento a la impunidad de Chihuahua”, se encuentra frente al Palacio de Gobierno del Estado, y está compuesto por un enorme panel de madera, dividido en forma diagonal por los colores morado y rosa. A la derecha, monta una cruz formada por dos grandes vigas de madera, que se acompaña a su alrededor por unos clavos gruesos, como los utilizados en las vías de ferrocarril. A lo alto, destaca un pequeño anuncio —similar a los que se integran en las cruces religiosas— dicho letrero reza una exigencia que por años ha acompañado a las madres de las víctimas de feminicidio: “Ni una más”.

El documental "Las tres muertes de Marisela Escobedo”, que narra la tragedia sufrida por esta mujer juarense, está disponible en la plataforma de Netflix desde octubre de 2021. El reportaje establece tres hechos trascendentales en la vida de Marisela: el asesinato de su hija Rubí —de 16 años— en agosto de 2008, la absolución de Sergio Rafael Barraza Bocanegra — el asesino confeso— el 29 de abril de 2010, en el Distrito Judicial Bravos, y por último, el momento en que fue brutalmente ejecutada la noche del jueves 16 de diciembre de 2010, en el centro de la capital del estado.

“Buenas tardes mi nombre es Marisela Escobedo Ortiz, madre de Rubí Marisol Fraire Escobedo…y le he perdido el miedo a todo”, sentencia una mujer de talante fuerte ante las cámaras. Sus ojos, reflejan el dolor de una madre que tuvo que actuar para encontrar a su hija, a pesar de todas las circunstancias adversas.

¿Hasta qué punto de indiferencia e indolencia tuvimos que llegar como sociedad para pasar por alto la tragedia de estas dos mujeres? ¿Cómo tolerar que te maten a un hijo o a una hija, investigar con tus propios recursos, dar con el paradero del asesino, traerlo ante las autoridades, recoger los restos óseos de tu progenie, caminar kilómetros para exigir justicia por su muerte, para finalmente ser testigo de que lo liberan por “falta de pruebas”?

Nunca la conocí en persona, pero por mi mente corren las imágenes cuando la vi caminar por todo el Eje Vial Juan Gabriel. Ahí va Marisela, caminando, imbatible, cargando la imagen de su hija Rubí, exigiendo justicia… la misma justicia que hoy exigen miles de madres de desaparecidas en México.

El próximo 16 de diciembre se cumplirán trece años del brutal asesinato de Marisela Escobedo. Una madre de familia —de profesión enfermera y además empresaria— a la que una serie de circunstancias fatales, le obligaron a convertirse en activista social, investigadora pericial y manifestante de tiempo completo; para finalmente, ser víctima de aquello que en un principio le arrebató toda tranquilidad: la violencia feminicida.

La serie de acontecimientos atroces e inhumanos en contra de su familia, así como el hecho de que jamás se concretó la condena en contra del responsable, son parte de una violencia de género integral, holística y circular, que aún hoy viven miles de mujeres en México.

Hace poco más de un año, diputadas y diputados del H. Congreso del Estado de Chihuahua aplaudían y sonreían para la foto, esto, mientras develaban el nombre de Marisela Escobedo escrito en letras de oro. De la reparación del daño a su familia, y de la garantía de no repetición de los hechos, no se dijo nada.

Quienes sí señalaron las ausencias y los agravios pendientes, fueron las integrantes de los diversos colectivos, que rindieron homenaje a la activista en el lugar conocido como la “Cruz de Clavos”. Una obra que es ya característica del centro de la ciudad de Chihuahua, y que genera un dolor profundo, por todo el significado que envuelve el tema de la desaparición y muerte de mujeres en nuestra entidad. Seguramente, de estar viva, Marisela hubiese estado con ellas —ahí afuera, en la plaza Hidalgo— portando unas lonas por ambos lados, protestando por la muerte de su hija Rubí, y aún exigiendo justicia.

El espacio, también conocido como “el monumento a la impunidad de Chihuahua”, se encuentra frente al Palacio de Gobierno del Estado, y está compuesto por un enorme panel de madera, dividido en forma diagonal por los colores morado y rosa. A la derecha, monta una cruz formada por dos grandes vigas de madera, que se acompaña a su alrededor por unos clavos gruesos, como los utilizados en las vías de ferrocarril. A lo alto, destaca un pequeño anuncio —similar a los que se integran en las cruces religiosas— dicho letrero reza una exigencia que por años ha acompañado a las madres de las víctimas de feminicidio: “Ni una más”.

El documental "Las tres muertes de Marisela Escobedo”, que narra la tragedia sufrida por esta mujer juarense, está disponible en la plataforma de Netflix desde octubre de 2021. El reportaje establece tres hechos trascendentales en la vida de Marisela: el asesinato de su hija Rubí —de 16 años— en agosto de 2008, la absolución de Sergio Rafael Barraza Bocanegra — el asesino confeso— el 29 de abril de 2010, en el Distrito Judicial Bravos, y por último, el momento en que fue brutalmente ejecutada la noche del jueves 16 de diciembre de 2010, en el centro de la capital del estado.

“Buenas tardes mi nombre es Marisela Escobedo Ortiz, madre de Rubí Marisol Fraire Escobedo…y le he perdido el miedo a todo”, sentencia una mujer de talante fuerte ante las cámaras. Sus ojos, reflejan el dolor de una madre que tuvo que actuar para encontrar a su hija, a pesar de todas las circunstancias adversas.

¿Hasta qué punto de indiferencia e indolencia tuvimos que llegar como sociedad para pasar por alto la tragedia de estas dos mujeres? ¿Cómo tolerar que te maten a un hijo o a una hija, investigar con tus propios recursos, dar con el paradero del asesino, traerlo ante las autoridades, recoger los restos óseos de tu progenie, caminar kilómetros para exigir justicia por su muerte, para finalmente ser testigo de que lo liberan por “falta de pruebas”?

Nunca la conocí en persona, pero por mi mente corren las imágenes cuando la vi caminar por todo el Eje Vial Juan Gabriel. Ahí va Marisela, caminando, imbatible, cargando la imagen de su hija Rubí, exigiendo justicia… la misma justicia que hoy exigen miles de madres de desaparecidas en México.