/ martes 9 de octubre de 2018

Democracia representativa

Ante el escenario de incertidumbre y de fanatismo, por un lado, la gente comienza a cuestionar el grado de gobernabilidad del Estado a partir del primero de diciembre próximo, por otro. El sí, o el no de las declaraciones de campaña política durante 12 años, refleja la falta de proyecto de nación para los próximos años. Por ejemplo, las reformas (12) estructurales eran condición “sine qua non” para enrumbar a nuestro país al sendero del desarrollo, desde hace 25 años. Sin embargo, el partido hegemónico y los de oposición se aplicaron a la lucha férrea por el poder político. Se relegó a segundo término todo proceso que tendiera al desarrollo de la socioeconomía y de la justicia social. Negociaciones entre partidos enemigos por decenios, verbigracia: PRI y P(de)AN, donde el presidente Salinas y los panistas Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos llevaron a cabo las “concertacesiones” para que el Gobierno federal tuviera el apoyo albiazul y le diera legalidad a tal gobierno.

Baja California, Chihuahua, Guanajuato y Jalisco, fueron los inicios de un poder que el P(de)AN no obtuvo en la democracia representativa, es decir, en las urnas. Por otro lado, el PRI fue abofeteado por Salinas al remover de sus encargos constitucionales a 18 gobernadores de su (¿?) propio partido. Era menester para este atropello, tener de su lado un congreso dócil y cambiar muchas leyes para prolongar su presencia en la silla presidencial hasta por 20 años. Era necesario alterar nuestro sistema democrático representativo y convertirlo en instrumento de sus apetitos políticos. Se requería destroncar al PRI desde sus bases y de sus estructuras. Los grupos opositores de izquierda, como siempre, enfrentados con sus 248 grupos, recibieron a centenares de priistas para formar el Frente Democrático Nacional y participar en las elecciones federales de 1988. Al año siguiente, en medio de contradicciones, encono y oportunismo, surgió el Partido de la Revolución Democrática. Nunca constituyó una fuerza unificada, al contrario, lucharon por cotos de poder, que les concedió Ernesto Zedillo Ponce de León, persona que siguió con el proceso de debilitamiento del PRI. De esa época destacaron: “Monsieur Cognac” y Andrés Manuel López Obrador. Instrumentos ambos de Zedillo para acabar con Salinas y con el PRI, hasta la fecha.





Ante el escenario de incertidumbre y de fanatismo, por un lado, la gente comienza a cuestionar el grado de gobernabilidad del Estado a partir del primero de diciembre próximo, por otro. El sí, o el no de las declaraciones de campaña política durante 12 años, refleja la falta de proyecto de nación para los próximos años. Por ejemplo, las reformas (12) estructurales eran condición “sine qua non” para enrumbar a nuestro país al sendero del desarrollo, desde hace 25 años. Sin embargo, el partido hegemónico y los de oposición se aplicaron a la lucha férrea por el poder político. Se relegó a segundo término todo proceso que tendiera al desarrollo de la socioeconomía y de la justicia social. Negociaciones entre partidos enemigos por decenios, verbigracia: PRI y P(de)AN, donde el presidente Salinas y los panistas Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos llevaron a cabo las “concertacesiones” para que el Gobierno federal tuviera el apoyo albiazul y le diera legalidad a tal gobierno.

Baja California, Chihuahua, Guanajuato y Jalisco, fueron los inicios de un poder que el P(de)AN no obtuvo en la democracia representativa, es decir, en las urnas. Por otro lado, el PRI fue abofeteado por Salinas al remover de sus encargos constitucionales a 18 gobernadores de su (¿?) propio partido. Era menester para este atropello, tener de su lado un congreso dócil y cambiar muchas leyes para prolongar su presencia en la silla presidencial hasta por 20 años. Era necesario alterar nuestro sistema democrático representativo y convertirlo en instrumento de sus apetitos políticos. Se requería destroncar al PRI desde sus bases y de sus estructuras. Los grupos opositores de izquierda, como siempre, enfrentados con sus 248 grupos, recibieron a centenares de priistas para formar el Frente Democrático Nacional y participar en las elecciones federales de 1988. Al año siguiente, en medio de contradicciones, encono y oportunismo, surgió el Partido de la Revolución Democrática. Nunca constituyó una fuerza unificada, al contrario, lucharon por cotos de poder, que les concedió Ernesto Zedillo Ponce de León, persona que siguió con el proceso de debilitamiento del PRI. De esa época destacaron: “Monsieur Cognac” y Andrés Manuel López Obrador. Instrumentos ambos de Zedillo para acabar con Salinas y con el PRI, hasta la fecha.