/ martes 6 de marzo de 2018

El espíritu juarista perdura (II)

“Sólo han quitado una pluma nuestro  gallo”.                                           

  Benito Juárez

 

Es difícil concebir a Juárez y a su generación en un escenario de paz y prosperidad. ¡No, qué va! Su época y su circunstancia fueron de adversidad, de encono y lucha contra un enemigo fuerte y con grandes recursos: el bloque clerical- terrateniente y, contra un adversario ambicioso, prepotente y colonialista: el Imperio Francés. La Guerra de Reforma (1858-1861) enfrentó a los retrógrados representantes del pretérito de México, el que nos heredó la Colonia. Ricos potentados dueños de haciendas, minas y del comercio. Un clero voraz que quería conservar sus privilegios y propiedades a cualquier precio. Y un militarismo pretoriano, que siempre estuvo presto a apoyar a los caudillos que les otorgaran dinero y posiciones económicas en el poder político.

El pueblo trabajador vivía exactamente igual que en la época colonial, sometido a una brutal explotación y cargando con el peso del pago de gabelas e impuestos, tanto para el Estado, como para la Iglesia. Los ilustrados liberales eran señalados y perseguidos por el grupo explotador y, no había acumulación originaria del capital. Los gobiernos del caudillaje y del militarismo pretoriano vivían de los empréstitos extranjeros y de la inicua explotación de los trabajadores. Ante tal escenario, los liberales, veían el desarrollo de la Revolución Industrial en Europa y en los Estados Unidos. Construcción de vías de comunicación en virtud de los ferrocarriles y en las rutas de navegación oceánica, que desarrollaban el mercado interno de sus países y, el incremento del poder adquisitivo de sus pueblos.

Mientras en México, no existía un Estado de derecho, ni las condiciones para desarrollar la economía de la patria. El mercado interno estaba reducido a su mínima expresión, la falta de vías de comunicación y el bandidaje eran serios obstáculos para el desarrollo del mercado interno. México requería de un orden jurídico y el establecimiento del régimen estatal para que los cimientos de la nacionalidad se fraguaran en esa época tan difícil.

 

“Sólo han quitado una pluma nuestro  gallo”.                                           

  Benito Juárez

 

Es difícil concebir a Juárez y a su generación en un escenario de paz y prosperidad. ¡No, qué va! Su época y su circunstancia fueron de adversidad, de encono y lucha contra un enemigo fuerte y con grandes recursos: el bloque clerical- terrateniente y, contra un adversario ambicioso, prepotente y colonialista: el Imperio Francés. La Guerra de Reforma (1858-1861) enfrentó a los retrógrados representantes del pretérito de México, el que nos heredó la Colonia. Ricos potentados dueños de haciendas, minas y del comercio. Un clero voraz que quería conservar sus privilegios y propiedades a cualquier precio. Y un militarismo pretoriano, que siempre estuvo presto a apoyar a los caudillos que les otorgaran dinero y posiciones económicas en el poder político.

El pueblo trabajador vivía exactamente igual que en la época colonial, sometido a una brutal explotación y cargando con el peso del pago de gabelas e impuestos, tanto para el Estado, como para la Iglesia. Los ilustrados liberales eran señalados y perseguidos por el grupo explotador y, no había acumulación originaria del capital. Los gobiernos del caudillaje y del militarismo pretoriano vivían de los empréstitos extranjeros y de la inicua explotación de los trabajadores. Ante tal escenario, los liberales, veían el desarrollo de la Revolución Industrial en Europa y en los Estados Unidos. Construcción de vías de comunicación en virtud de los ferrocarriles y en las rutas de navegación oceánica, que desarrollaban el mercado interno de sus países y, el incremento del poder adquisitivo de sus pueblos.

Mientras en México, no existía un Estado de derecho, ni las condiciones para desarrollar la economía de la patria. El mercado interno estaba reducido a su mínima expresión, la falta de vías de comunicación y el bandidaje eran serios obstáculos para el desarrollo del mercado interno. México requería de un orden jurídico y el establecimiento del régimen estatal para que los cimientos de la nacionalidad se fraguaran en esa época tan difícil.