/ miércoles 15 de agosto de 2018

El mercado y la comunicación

La Universidad Autónoma de Chihuahua impulsa la investigación científica en jóvenes universitarios, con fines de elevación académica. Enhorabuena.

Es cierto que las empresas privadas han adoptado mucho poder y que lo ejercen en busca de proteger sus intereses económicos.

En ese ejercicio de poder, el sector privado -igual que lo hace el sector público- no duda en interferir en el manejo de medios de comunicación o influir en sus contenidos.

Sin embargo es una excepción. Por lo regular asumen una conducta de no hacer, dejar pasar.

Las empresas comunes publican publicidad con afanes estrictamente mercadológicos, en busca de expandir la comercialización de sus productos, abrir o explorar nuevos mercados.

La publicidad se orienta entonces con fines técnicos de una mayor venta de sus bienes y servicios. No hay un contenido político o de control.

Más aún, el comerciante sabe que la pluralidad ideológica implica una pluralidad de clientes. Las ventas no hacen distingo alguno.

En lugar de ello, si hubiera una posición ideológica sería en términos genéricos el libre mercado, porque es ese modelo de economía donde puede desempeñar mejor su labor.

De ahí en más, la relación de las empresas se limita al contacto con el vendedor y el área administrativa.

Por lo regular cuentan con un área de publicidad que coordina los contenidos, diseños y planificación de los anuncios para medios impresos; para radio y televisión, contratan otras empresas especializadas en producción.

No hay contacto de las empresas con el área editorial. Incluso en el caso de los denominados publirreportajes, la relación se limita a la toma de fotografías o entrevistas. Nada más.

Es muy claro: una intervención editorial de las empresas para coaccionar publicidad por contenidos, es éticamente reprobable.

Podrán proponer un contenido a través de sus oficinas de comunicación social. Muchas envían comunicados de prensa. Pero hasta ahí.

Las empresas que tienen ánimos de control de medios, por lo regular deciden incursionar en la información y comunicación: abren periódicos o buscan concesiones de radio o televisión.

Pero en ese momento se convierten en medios de comunicación social con una oferta de contenidos que deberá ser de indudable pluralidad y en caso contrario, deberán afrontar la pérdida de auditorio y, con ello, la debacle financiera.

Irónicamente un medio de comunicación que nace con un fin ideológico sucumbe ante las fuerzas de mercado, que lo obligan a moverse hacia principios éticos de respeto al auditorio.

http://robertopinon.blogspot.com


La Universidad Autónoma de Chihuahua impulsa la investigación científica en jóvenes universitarios, con fines de elevación académica. Enhorabuena.

Es cierto que las empresas privadas han adoptado mucho poder y que lo ejercen en busca de proteger sus intereses económicos.

En ese ejercicio de poder, el sector privado -igual que lo hace el sector público- no duda en interferir en el manejo de medios de comunicación o influir en sus contenidos.

Sin embargo es una excepción. Por lo regular asumen una conducta de no hacer, dejar pasar.

Las empresas comunes publican publicidad con afanes estrictamente mercadológicos, en busca de expandir la comercialización de sus productos, abrir o explorar nuevos mercados.

La publicidad se orienta entonces con fines técnicos de una mayor venta de sus bienes y servicios. No hay un contenido político o de control.

Más aún, el comerciante sabe que la pluralidad ideológica implica una pluralidad de clientes. Las ventas no hacen distingo alguno.

En lugar de ello, si hubiera una posición ideológica sería en términos genéricos el libre mercado, porque es ese modelo de economía donde puede desempeñar mejor su labor.

De ahí en más, la relación de las empresas se limita al contacto con el vendedor y el área administrativa.

Por lo regular cuentan con un área de publicidad que coordina los contenidos, diseños y planificación de los anuncios para medios impresos; para radio y televisión, contratan otras empresas especializadas en producción.

No hay contacto de las empresas con el área editorial. Incluso en el caso de los denominados publirreportajes, la relación se limita a la toma de fotografías o entrevistas. Nada más.

Es muy claro: una intervención editorial de las empresas para coaccionar publicidad por contenidos, es éticamente reprobable.

Podrán proponer un contenido a través de sus oficinas de comunicación social. Muchas envían comunicados de prensa. Pero hasta ahí.

Las empresas que tienen ánimos de control de medios, por lo regular deciden incursionar en la información y comunicación: abren periódicos o buscan concesiones de radio o televisión.

Pero en ese momento se convierten en medios de comunicación social con una oferta de contenidos que deberá ser de indudable pluralidad y en caso contrario, deberán afrontar la pérdida de auditorio y, con ello, la debacle financiera.

Irónicamente un medio de comunicación que nace con un fin ideológico sucumbe ante las fuerzas de mercado, que lo obligan a moverse hacia principios éticos de respeto al auditorio.

http://robertopinon.blogspot.com