/ viernes 16 de octubre de 2020

El poder

“El mucho aprender nos muestra lo poco que sabemos así como la mucha riqueza y poder, lo poco que podemos gozar de ellas”.

El dinero, como los conflictos, y sobre todo como el poder, no cambian a la persona, solamente exhiben su auténtico carácter. Casi todos hemos gastado dinero, tiempo y hasta arriesgado la salud en divertirnos, y otros más en tener poder desmedido, para darnos cuenta después que tales cosas no han sido realmente importantes y ni siquiera divertidas o satisfactorias.

Hasta los más millonarios deben saber que existe un límite para satisfacer nuestras necesidades, así como los placeres y una vez llegado a este límite, lo que antes era bienestar, ahora se convierte en malestar y aburrimiento. Si la satisfacción y el placer están en el “buen comer”, sabemos que más de tres comidas diarias son difíciles de digerir y que el dinero a nadie le regresa el apetito. Si le gusta el “buen vestir” encontramos que cierta ropa es incómoda y hasta ridícula. Si está en ingerir “buenas bebidas” no tardamos en darnos cuenta la terrible sensación del exceso. Aburrimiento e infelicidad son el producto de sobrepasar los límites en casi cualquier cosa… sobre todo del poder.

En estos tiempos cada vez más materializados, encontramos que el más feliz es el que no se preocupa tanto por los bienes materiales, el que no vive al gusto de los que aparentan tenerlo todo, ni los codiciosos del poder. Es el que no tiene que desvelarse y gastarse su dinero en antros, cabarets y que más bien disfruta de su trabajo. Pronto descubre que no hay realmente una buena vida y satisfacción fuera de un trabajo perseverante y un descanso moderado. Para ser feliz sólo hay que ser moderado en todo.

Es ideal tener lo suficiente para una vida cómoda y el tener o no tener mucho dinero no hace al hombre ni bueno ni malo, solamente hace que aflore su verdadero “yo”, como lo mencionábamos en otro artículo. Una persona feliz podrá agradecer y bendecir todo lo que recibe así como también todo lo que le hace falta. Sin embargo, no hay que menospreciar la fortuna. En momentos de angustia, el tener recursos económicos es una bendición, además de que nos da ánimos y tranquilidad. Y toda fortuna bien habida debe ser digna de admiración, respeto y hasta de distinción por otros. Las buenas fortunas provienen de las buenas ideas. Es materializarlas y darles forma lo que importa.

Nunca es prudente culpar a otros de nuestra pobreza, ni mucho menos culpar a nuestra honradez por la misma. No existe verdad alguna en eso que el pobre es el que mejor se porta ni mucho menos en eso de que el pobre se lo merece todo. Para merecer hay que trabajar y existe satisfacción sin límite para aquel que es capaz de mantenerse fuera de problemas, de la cárcel y que prospera continuamente gracias a su trabajo constante y perseverante.

Un verdadero hombre es el que a pesar de sus escasos recursos, de su educación escolar incompleta, se convierte en persona útil y se ve y se siente totalmente satisfecho. Este será un hombre poderoso para la sociedad y para él mismo.

“El mucho aprender nos muestra lo poco que sabemos así como la mucha riqueza y poder, lo poco que podemos gozar de ellas”.

El dinero, como los conflictos, y sobre todo como el poder, no cambian a la persona, solamente exhiben su auténtico carácter. Casi todos hemos gastado dinero, tiempo y hasta arriesgado la salud en divertirnos, y otros más en tener poder desmedido, para darnos cuenta después que tales cosas no han sido realmente importantes y ni siquiera divertidas o satisfactorias.

Hasta los más millonarios deben saber que existe un límite para satisfacer nuestras necesidades, así como los placeres y una vez llegado a este límite, lo que antes era bienestar, ahora se convierte en malestar y aburrimiento. Si la satisfacción y el placer están en el “buen comer”, sabemos que más de tres comidas diarias son difíciles de digerir y que el dinero a nadie le regresa el apetito. Si le gusta el “buen vestir” encontramos que cierta ropa es incómoda y hasta ridícula. Si está en ingerir “buenas bebidas” no tardamos en darnos cuenta la terrible sensación del exceso. Aburrimiento e infelicidad son el producto de sobrepasar los límites en casi cualquier cosa… sobre todo del poder.

En estos tiempos cada vez más materializados, encontramos que el más feliz es el que no se preocupa tanto por los bienes materiales, el que no vive al gusto de los que aparentan tenerlo todo, ni los codiciosos del poder. Es el que no tiene que desvelarse y gastarse su dinero en antros, cabarets y que más bien disfruta de su trabajo. Pronto descubre que no hay realmente una buena vida y satisfacción fuera de un trabajo perseverante y un descanso moderado. Para ser feliz sólo hay que ser moderado en todo.

Es ideal tener lo suficiente para una vida cómoda y el tener o no tener mucho dinero no hace al hombre ni bueno ni malo, solamente hace que aflore su verdadero “yo”, como lo mencionábamos en otro artículo. Una persona feliz podrá agradecer y bendecir todo lo que recibe así como también todo lo que le hace falta. Sin embargo, no hay que menospreciar la fortuna. En momentos de angustia, el tener recursos económicos es una bendición, además de que nos da ánimos y tranquilidad. Y toda fortuna bien habida debe ser digna de admiración, respeto y hasta de distinción por otros. Las buenas fortunas provienen de las buenas ideas. Es materializarlas y darles forma lo que importa.

Nunca es prudente culpar a otros de nuestra pobreza, ni mucho menos culpar a nuestra honradez por la misma. No existe verdad alguna en eso que el pobre es el que mejor se porta ni mucho menos en eso de que el pobre se lo merece todo. Para merecer hay que trabajar y existe satisfacción sin límite para aquel que es capaz de mantenerse fuera de problemas, de la cárcel y que prospera continuamente gracias a su trabajo constante y perseverante.

Un verdadero hombre es el que a pesar de sus escasos recursos, de su educación escolar incompleta, se convierte en persona útil y se ve y se siente totalmente satisfecho. Este será un hombre poderoso para la sociedad y para él mismo.