/ martes 9 de agosto de 2022

Hacia una cultura de paz | Amarás a tu prójimo como a ti mismo

Por: Flor Yáñez

Hace años, cuando laboraba en el Consulado General de México en Montreal, no era secreto que el cónsul general era gay y que su pareja hombre trabajaba en el departamento cultural en la misma oficina; otras personas de la plantilla también compartían la misma preferencia sexual abiertamente y esto no era problema alguno de discriminación. En 2005, Canadá se convirtió en el primer país del continente americano en aprobar el matrimonio del mismo sexo y hace unos años, el primer ministro Justin Trudeau ofreció una disculpa histórica por la represión por parte del gobierno que esta comunidad sufrió en el pasado. Canadá es “gay friendly” y se ha convertido en la “tierra prometida” para los LGBT+ latinos, porque su política es de inclusión y respeto, mientras que “por acá” es todavía de rechazo.

Los principios moralistas religiosos, es decir, las creencias, se imponen sobre la razón y dan pie al odio por estas diferencias. Y si citamos a la misma ley de Dios, es trágico que se quebrante el mandamiento del amor, que implica amar al prójimo como a uno mismo; por lo contrario, pareciera imperar el odio a lo “diferente”. Sabemos que amar a todo el prójimo en el mundo es de casi absurda realización; se refiere más bien este mandato a no odiar y respetar a los “otros” más que a amarlos. ¿Qué le va a importar a un sudafricano la muerte de un tatarabuelo islandés sobre la de su propio padre? No significa que lo odie, simplemente le es indiferente porque no hay cercanía, pero de ahí a que lo condene y mate porque se ve y piensa distinto, es otro tema. “Querer a todo mundo es como si le fuesen a usted indiferentes… establezco una gran diferencia entre las personas”, dijo Hallward a Henry en El retrato de Dorian Gray. Hasta en el amor, hay niveles: no queremos con la misma intensidad a nuestra pareja que a una amistad, menos a quien cuyo nombre desconocemos.

Aunque ya es menos frecuente (sobre todo en las nuevas generaciones), escuchar discursos de odio o discriminación hacia personas homosexuales todavía permean en la sociedad. Las personas adultas mayores que crecieron dentro de una cultura conservadora, fuertemente jerárquica, religiosa y moralista, son más propensas a rechazar y atacar a personas con otras preferencias sexuales. Pienso que inicialmente no fue culpa de ellos, pues son el producto del contexto social donde crecieron, pero ahora es su deber y obligación darse cuenta de que lo que creían fervientemente como cierto es quizás ofensivo para alguien más.

Hay quienes aman en secreto porque hacerlo público le sometería al abominable escrutinio público moralista que le cazará de por vida. Todos tenemos derecho a la libertad de expresión y decir y escribir lo que nos plazca, pero con ello está la responsabilidad de hacerlo correctamente sin profanar aborrecimiento. El mensaje de Trudeau es importante, porque es conciliador y abre las puertas a una minoría que estuvo viviendo en la oscuridad, por miedo al rechazo. Los prejuicios siempre van a existir independientemente de lo avanzada que esté una sociedad, pero paulatinamente van quedando en el olvido y se reemplazan por discursos de tolerancia, inclusión y prevalencia de los derechos humanos, donde tanto una persona LGBT+ como otra no QITBGL, son iguales ante la ley. Y si no ama al prójimo, de perdida no le odie por ser distinto.


Por: Flor Yáñez

Hace años, cuando laboraba en el Consulado General de México en Montreal, no era secreto que el cónsul general era gay y que su pareja hombre trabajaba en el departamento cultural en la misma oficina; otras personas de la plantilla también compartían la misma preferencia sexual abiertamente y esto no era problema alguno de discriminación. En 2005, Canadá se convirtió en el primer país del continente americano en aprobar el matrimonio del mismo sexo y hace unos años, el primer ministro Justin Trudeau ofreció una disculpa histórica por la represión por parte del gobierno que esta comunidad sufrió en el pasado. Canadá es “gay friendly” y se ha convertido en la “tierra prometida” para los LGBT+ latinos, porque su política es de inclusión y respeto, mientras que “por acá” es todavía de rechazo.

Los principios moralistas religiosos, es decir, las creencias, se imponen sobre la razón y dan pie al odio por estas diferencias. Y si citamos a la misma ley de Dios, es trágico que se quebrante el mandamiento del amor, que implica amar al prójimo como a uno mismo; por lo contrario, pareciera imperar el odio a lo “diferente”. Sabemos que amar a todo el prójimo en el mundo es de casi absurda realización; se refiere más bien este mandato a no odiar y respetar a los “otros” más que a amarlos. ¿Qué le va a importar a un sudafricano la muerte de un tatarabuelo islandés sobre la de su propio padre? No significa que lo odie, simplemente le es indiferente porque no hay cercanía, pero de ahí a que lo condene y mate porque se ve y piensa distinto, es otro tema. “Querer a todo mundo es como si le fuesen a usted indiferentes… establezco una gran diferencia entre las personas”, dijo Hallward a Henry en El retrato de Dorian Gray. Hasta en el amor, hay niveles: no queremos con la misma intensidad a nuestra pareja que a una amistad, menos a quien cuyo nombre desconocemos.

Aunque ya es menos frecuente (sobre todo en las nuevas generaciones), escuchar discursos de odio o discriminación hacia personas homosexuales todavía permean en la sociedad. Las personas adultas mayores que crecieron dentro de una cultura conservadora, fuertemente jerárquica, religiosa y moralista, son más propensas a rechazar y atacar a personas con otras preferencias sexuales. Pienso que inicialmente no fue culpa de ellos, pues son el producto del contexto social donde crecieron, pero ahora es su deber y obligación darse cuenta de que lo que creían fervientemente como cierto es quizás ofensivo para alguien más.

Hay quienes aman en secreto porque hacerlo público le sometería al abominable escrutinio público moralista que le cazará de por vida. Todos tenemos derecho a la libertad de expresión y decir y escribir lo que nos plazca, pero con ello está la responsabilidad de hacerlo correctamente sin profanar aborrecimiento. El mensaje de Trudeau es importante, porque es conciliador y abre las puertas a una minoría que estuvo viviendo en la oscuridad, por miedo al rechazo. Los prejuicios siempre van a existir independientemente de lo avanzada que esté una sociedad, pero paulatinamente van quedando en el olvido y se reemplazan por discursos de tolerancia, inclusión y prevalencia de los derechos humanos, donde tanto una persona LGBT+ como otra no QITBGL, son iguales ante la ley. Y si no ama al prójimo, de perdida no le odie por ser distinto.