/ lunes 29 de noviembre de 2021

Humanismo constitucional mexicano

Por: Rafael Espino

Las reformas realizadas a nuestra Constitución Política en materia de derechos humanos, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011, incorporaron entre varios temas a los derechos humanos reconocidos por México en los tratados internacionales como derechos constitucionales, al tiempo de obligar a las autoridades a guiarse por el principio "pro persona"; esto es, que al aplicar normas que involucren derechos humanos deban siempre preferir la interpretación más favorable al individuo.

La reforma constituyó un cambio en la concepción de las relaciones entre las autoridades y la sociedad, colocando a la persona como el eje, centro y destino de todas las acciones de gobierno.

Las autoridades desde entonces y más que nunca antes están obligadas a promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos y al advertir una violación a los mismos, a investigar, sancionar y repararla en la forma más rápida y eficiente posible.

La citada reforma fue una expresión más del renacimiento del humanismo dentro de diversos sistemas ideológicos; entendiéndolo (al humanismo), como la creencia en la raza humana y en el potencial del hombre para perfeccionarse a través de sus propios esfuerzos.

La incorporación de los derechos humanos al texto constitucional vigente somete el ejercicio del poder al derecho, para lograr en la medida de lo posible que la libertad, la igualdad y la justicia prevalezcan y condicionen la convivencia entre gobernantes y gobernados.

En un régimen constitucionalista como el nuestro, toda ley debe sustentarse, supeditarse y regularse por la Constitución.

Entendemos al constitucionalismo como un complejo de ideas, actitudes y pautas de comportamiento que establecen que la autoridad del gobierno deriva y está limitada por la parte principal de una ley suprema (Constitución). Su objetivo es arbitrar la autoridad y consagrar los derechos de los hombres y las mujeres.

Orgullosamente nuestra Constitución Política de 1917 es una contribución del derecho mexicano al constitucionalismo universal, al ser la primera en el mundo que incluyó un catálogo de derechos humanos y sociales (artículos 27 y 123), derivados de la lucha revolucionaria de 1910.

El humanismo como teoría del pensamiento cree en la unidad del género humano y tiene fe en el futuro del hombre, alejándose de fanatismos para, sin exigir que nadie renuncie a sus convicciones filosóficas o religiosas específicas, buscar siempre un mejor entendimiento y tratar de comprender todos los aspectos de la realidad humana.

Tal y como lo estableció el dramaturgo griego Terencio: "Soy un hombre, nada humano me es ajeno". Siglos más tarde Goethe afirmaría: "El hombre lleva en sí no sólo su individualidad, sino toda la humanidad, con todas sus posibilidades, pero las limitaciones externas que operan sobre su existencia individual determinan que sólo pueda materializar esas posibilidades en escala restringida".

Grandes pensadores humanistas de la historia como Leibniz, Goethe, Kierkergard o Marx se pronunciaron siempre por la necesidad de destacar la individualidad para desarrollar al máximo la armonía y universalidad de la comunidad.

Como señala Erich Fromm, todos los humanistas (religiosos o no), han compartido la noción de que el hombre es el creador de su propia historia y por ende de sí mismo.

Tener una postura liberal y progresista en México consiste precisamente en, conforme

a nuestra Constitución Política, respetar irrestrictamente los derechos humanos en ella consagrados.


Por: Rafael Espino

Las reformas realizadas a nuestra Constitución Política en materia de derechos humanos, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011, incorporaron entre varios temas a los derechos humanos reconocidos por México en los tratados internacionales como derechos constitucionales, al tiempo de obligar a las autoridades a guiarse por el principio "pro persona"; esto es, que al aplicar normas que involucren derechos humanos deban siempre preferir la interpretación más favorable al individuo.

La reforma constituyó un cambio en la concepción de las relaciones entre las autoridades y la sociedad, colocando a la persona como el eje, centro y destino de todas las acciones de gobierno.

Las autoridades desde entonces y más que nunca antes están obligadas a promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos y al advertir una violación a los mismos, a investigar, sancionar y repararla en la forma más rápida y eficiente posible.

La citada reforma fue una expresión más del renacimiento del humanismo dentro de diversos sistemas ideológicos; entendiéndolo (al humanismo), como la creencia en la raza humana y en el potencial del hombre para perfeccionarse a través de sus propios esfuerzos.

La incorporación de los derechos humanos al texto constitucional vigente somete el ejercicio del poder al derecho, para lograr en la medida de lo posible que la libertad, la igualdad y la justicia prevalezcan y condicionen la convivencia entre gobernantes y gobernados.

En un régimen constitucionalista como el nuestro, toda ley debe sustentarse, supeditarse y regularse por la Constitución.

Entendemos al constitucionalismo como un complejo de ideas, actitudes y pautas de comportamiento que establecen que la autoridad del gobierno deriva y está limitada por la parte principal de una ley suprema (Constitución). Su objetivo es arbitrar la autoridad y consagrar los derechos de los hombres y las mujeres.

Orgullosamente nuestra Constitución Política de 1917 es una contribución del derecho mexicano al constitucionalismo universal, al ser la primera en el mundo que incluyó un catálogo de derechos humanos y sociales (artículos 27 y 123), derivados de la lucha revolucionaria de 1910.

El humanismo como teoría del pensamiento cree en la unidad del género humano y tiene fe en el futuro del hombre, alejándose de fanatismos para, sin exigir que nadie renuncie a sus convicciones filosóficas o religiosas específicas, buscar siempre un mejor entendimiento y tratar de comprender todos los aspectos de la realidad humana.

Tal y como lo estableció el dramaturgo griego Terencio: "Soy un hombre, nada humano me es ajeno". Siglos más tarde Goethe afirmaría: "El hombre lleva en sí no sólo su individualidad, sino toda la humanidad, con todas sus posibilidades, pero las limitaciones externas que operan sobre su existencia individual determinan que sólo pueda materializar esas posibilidades en escala restringida".

Grandes pensadores humanistas de la historia como Leibniz, Goethe, Kierkergard o Marx se pronunciaron siempre por la necesidad de destacar la individualidad para desarrollar al máximo la armonía y universalidad de la comunidad.

Como señala Erich Fromm, todos los humanistas (religiosos o no), han compartido la noción de que el hombre es el creador de su propia historia y por ende de sí mismo.

Tener una postura liberal y progresista en México consiste precisamente en, conforme

a nuestra Constitución Política, respetar irrestrictamente los derechos humanos en ella consagrados.