/ viernes 17 de julio de 2020

La injusticia y la maldad de Morena

La injusticia y la maldad, palabras hermanas en la 4a

La injusticia y la maldad son la base diabólica de la presente administración. Cuando una persona, un gobierno, un partido y un presidente se regocijan por la muerte de sus ciudadanos por la pandemia, pues les acomoda a sus propósitos, así como la muerte de “chamacos defectuosos” (niños con cáncer), y dichas muertes les caen “como anillo al dedo”, podemos afirmar que estamos ante lo más negro de nuestra historia y de nuestro futuro, logrando, entre otras cosas, que el ciudadano pierda la conciencia entre lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, todos sabemos que ninguna sociedad puede subsistir a menos que las leyes sean respetadas. Hoy en día queda claro que los únicos en sufrir las consecuencias de sus actos son los ciudadanos que se defienden; personas sin delito que rápidamente los convierten en culpables. Cualquier otro se sale con la suya, sin problemas, trátese desde narcotraficantes hasta pasarse los altos en rojo.

Cuando la ley y la moral se contradicen, el ciudadano tiene la cruel alternativa entre perder su sentido moral o perderle respeto a la ley. Estos dos males tienen las mismas consecuencias y cada vez es más difícil escoger entre una y otra.

La naturaleza de la ley es mantener y alentar la justicia. Tan es así, que en la práctica los ciudadanos pensábamos que son la misma cosa. Casi todos creíamos que si algo es legal también es algo “justo”. Hemos llegado a pensar que las cosas son justas sólo por ser legales. Con frecuencia, el simple acto de inactividad o voltear la cara por parte de las autoridades, convierte un delito en algo “legal” de hecho, aunque a veces no de nombre. La verdad es que algo no se convierte en justo sólo por ser ley. Sin embargo, aún en la Suprema Corte de Justicia de la Nación algunos opinaban, hace años, que la justicia debe tener prioridad sobre la ley.

Cuando la política empieza a manipular las leyes estamos en problemas. La ley se convierte en un instrumento de la injusticia. Los reos recientemente liberados localmente y nacionalmente, ¿han sido realmente inocentes y estuvieron años en reclusión injustamente?; ¿o quizá son realmente culpables y se aprovechó la ley para dejarlos en libertad cometiendo con esto una injusticia con la sociedad?

En el pasado, así como en la actualidad, parece ser que “la ley” ha puesto un sinnúmero de jueces, policías, diputados y senadores al servicio del mal; trata a la víctima, cuando se defiende, como criminal. Todo mundo tiene su límite y las personas de bien ya están llegando a su límite.

El dinero fácil, la rapiña, se da en nuestro medio, bajo diversas formas; ya sea bajo la sábana del delito protegido por las autoridades de la 4a, como socios, o apoyados directamente por las leyes. No podremos subsistir mucho tiempo más como sociedad ordenada si esto continúa así.

Tenemos pocas opciones para darle una solución adecuada y creíble a la sociedad y en nosotros está la decisión. Una de ellas es que los pocos sigan abusando de las mayorías, como se sigue dando. Otra es que todo mundo abuse de todo mundo, como se empieza a dar en la actualidad. La última es que nadie abuse de nadie.

¿Por cuál nos decidimos?

La injusticia y la maldad, palabras hermanas en la 4a

La injusticia y la maldad son la base diabólica de la presente administración. Cuando una persona, un gobierno, un partido y un presidente se regocijan por la muerte de sus ciudadanos por la pandemia, pues les acomoda a sus propósitos, así como la muerte de “chamacos defectuosos” (niños con cáncer), y dichas muertes les caen “como anillo al dedo”, podemos afirmar que estamos ante lo más negro de nuestra historia y de nuestro futuro, logrando, entre otras cosas, que el ciudadano pierda la conciencia entre lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, todos sabemos que ninguna sociedad puede subsistir a menos que las leyes sean respetadas. Hoy en día queda claro que los únicos en sufrir las consecuencias de sus actos son los ciudadanos que se defienden; personas sin delito que rápidamente los convierten en culpables. Cualquier otro se sale con la suya, sin problemas, trátese desde narcotraficantes hasta pasarse los altos en rojo.

Cuando la ley y la moral se contradicen, el ciudadano tiene la cruel alternativa entre perder su sentido moral o perderle respeto a la ley. Estos dos males tienen las mismas consecuencias y cada vez es más difícil escoger entre una y otra.

La naturaleza de la ley es mantener y alentar la justicia. Tan es así, que en la práctica los ciudadanos pensábamos que son la misma cosa. Casi todos creíamos que si algo es legal también es algo “justo”. Hemos llegado a pensar que las cosas son justas sólo por ser legales. Con frecuencia, el simple acto de inactividad o voltear la cara por parte de las autoridades, convierte un delito en algo “legal” de hecho, aunque a veces no de nombre. La verdad es que algo no se convierte en justo sólo por ser ley. Sin embargo, aún en la Suprema Corte de Justicia de la Nación algunos opinaban, hace años, que la justicia debe tener prioridad sobre la ley.

Cuando la política empieza a manipular las leyes estamos en problemas. La ley se convierte en un instrumento de la injusticia. Los reos recientemente liberados localmente y nacionalmente, ¿han sido realmente inocentes y estuvieron años en reclusión injustamente?; ¿o quizá son realmente culpables y se aprovechó la ley para dejarlos en libertad cometiendo con esto una injusticia con la sociedad?

En el pasado, así como en la actualidad, parece ser que “la ley” ha puesto un sinnúmero de jueces, policías, diputados y senadores al servicio del mal; trata a la víctima, cuando se defiende, como criminal. Todo mundo tiene su límite y las personas de bien ya están llegando a su límite.

El dinero fácil, la rapiña, se da en nuestro medio, bajo diversas formas; ya sea bajo la sábana del delito protegido por las autoridades de la 4a, como socios, o apoyados directamente por las leyes. No podremos subsistir mucho tiempo más como sociedad ordenada si esto continúa así.

Tenemos pocas opciones para darle una solución adecuada y creíble a la sociedad y en nosotros está la decisión. Una de ellas es que los pocos sigan abusando de las mayorías, como se sigue dando. Otra es que todo mundo abuse de todo mundo, como se empieza a dar en la actualidad. La última es que nadie abuse de nadie.

¿Por cuál nos decidimos?