/ jueves 16 de agosto de 2018

Los años maravillosos

“La edad es cuestión de sentimientos, no de años”

- W. Irving -

Era lunes, el reloj marcaba las 10:00 de la mañana, Meche, la catalana que tiene en su haber 85 primaveras bien vividas se preparaba para cocinar frijoles cuando en uno de esos pasos en falso que a veces damos en la vida las piernas no le respondieron y vino aterrizando duro y directo contra el piso de su pequeña cocina, los frijoles parecían confetis en el aire. La consecuencia: fractura de cadera, el diagnóstico: cirugía necesaria.

Tras un par de horas en el quirófano la recuperación tendría verificativo en una casa de cuidados de azulado color; desde su llegada, Soco y Érika la recibieron con muestras de cariño, la temporal visitante inmediatamente se sintió parte del lugar, un lugar cuya buena vibra se aprecia desde la entrada.

La edad avanzada de quienes viven aquí no es en ningún momento pretexto para frenar el dinamismo de un ambiente que es embellecido por Luli, quien maneja sin licencia de por medio, su poderosa silla eléctrica con una pericia que ya quisieran varios; a la escena se suman Beto, quien en su macizo andador nos invita a su habitación para conocer el árbol genealógico de su distinguida familia; el profesor Máynez, jubilado de Banrural; Graciela, con su elegante porte, quien a veces se enfada sin razón alguna pero sus pláticas siempre son amenísimas; Manolo, el caballero del buen vestir, firme como un roble, siempre está pendiente de todo lo que acontece mientras Guille, del meritito Guerrero, se avienta sus mejores pasos de baile sin importarle que sea cumbia o tango lo que le pongan.

La suculenta y nutritiva comida es preparada por Pepe, mientras su esposa Perla junto con Isabel, Dania, Alondra, Aleidis y Carmen atienden a los huéspedes con un cuidado que limita en lo perfecto; tras los sagrados alimentos la mesa se condiciona para jugar a la lotería y en la sala otros se ejercitan bajo la supervisión de Issac. Todo es alegría.

Van las presentes letras para aquellos que se dicen viejos y que en cada arruga que poseen existe un motivo, para quienes la voz les ha cambiado o desaparecido pero que su sonrisa habla por ellos, para aquellos que caminan lento pero que cada paso representa una experiencia digna de ser escuchada. Va pues el reconocimiento para Meche y Óscar, mis progenitores y para todos aquellos que son el cofre de aquel divino tesoro al que alguna vez llamaron juventud, sin ustedes no seríamos nada.


“La edad es cuestión de sentimientos, no de años”

- W. Irving -

Era lunes, el reloj marcaba las 10:00 de la mañana, Meche, la catalana que tiene en su haber 85 primaveras bien vividas se preparaba para cocinar frijoles cuando en uno de esos pasos en falso que a veces damos en la vida las piernas no le respondieron y vino aterrizando duro y directo contra el piso de su pequeña cocina, los frijoles parecían confetis en el aire. La consecuencia: fractura de cadera, el diagnóstico: cirugía necesaria.

Tras un par de horas en el quirófano la recuperación tendría verificativo en una casa de cuidados de azulado color; desde su llegada, Soco y Érika la recibieron con muestras de cariño, la temporal visitante inmediatamente se sintió parte del lugar, un lugar cuya buena vibra se aprecia desde la entrada.

La edad avanzada de quienes viven aquí no es en ningún momento pretexto para frenar el dinamismo de un ambiente que es embellecido por Luli, quien maneja sin licencia de por medio, su poderosa silla eléctrica con una pericia que ya quisieran varios; a la escena se suman Beto, quien en su macizo andador nos invita a su habitación para conocer el árbol genealógico de su distinguida familia; el profesor Máynez, jubilado de Banrural; Graciela, con su elegante porte, quien a veces se enfada sin razón alguna pero sus pláticas siempre son amenísimas; Manolo, el caballero del buen vestir, firme como un roble, siempre está pendiente de todo lo que acontece mientras Guille, del meritito Guerrero, se avienta sus mejores pasos de baile sin importarle que sea cumbia o tango lo que le pongan.

La suculenta y nutritiva comida es preparada por Pepe, mientras su esposa Perla junto con Isabel, Dania, Alondra, Aleidis y Carmen atienden a los huéspedes con un cuidado que limita en lo perfecto; tras los sagrados alimentos la mesa se condiciona para jugar a la lotería y en la sala otros se ejercitan bajo la supervisión de Issac. Todo es alegría.

Van las presentes letras para aquellos que se dicen viejos y que en cada arruga que poseen existe un motivo, para quienes la voz les ha cambiado o desaparecido pero que su sonrisa habla por ellos, para aquellos que caminan lento pero que cada paso representa una experiencia digna de ser escuchada. Va pues el reconocimiento para Meche y Óscar, mis progenitores y para todos aquellos que son el cofre de aquel divino tesoro al que alguna vez llamaron juventud, sin ustedes no seríamos nada.