/ lunes 8 de abril de 2024

Nos encanta el autogol

Los mexicanos tenemos un serio problema para diferenciar entre la crítica, la autocrítica y la autodestrucción. No dimensionamos hasta qué grado nuestras palabras pueden estar ayudándonos o destruyendo nuestros propios caminos. Este fin de semana fue un claro ejemplo de esto con el detestable, peligroso y raro suceso del atraco a la embajada de México en Ecuador.

Aunque nos parezca increíble, nuestro territorio fue víctima de un allanamiento por parte de un país extranjero. Esto no ha sucedido ni en las peores peleas diplomáticas de cualquier país. Aun así, existen mexicanos que prefieren utilizar este hecho para atacar a Andrés Manuel en lugar de cerrar filas y unirnos como mexicanos ante un agravio de esta naturaleza. Esto me dejó muy claro que hay a quienes no les importa el país y solo están pensando en cómo ser más poderosos o simplemente creen que aportan a sus partidos políticos. ¿Qué se puede hacer contra ese tipo de pensamientos?

El problema es que no es un hecho aislado. Seguimos siendo malinchistas, creyendo que todo lo que se hace en el extranjero es mejor que lo que producimos localmente. Preferimos comprar un producto de importación porque inconscientemente creemos que es de mejor calidad. No dimensionamos que México es la 12ª economía más grande del mundo y un país con alta calidad en su manufactura. El mundo lo sabe, pero parece que los mexicanos no.

Nos encanta desear que nuestras cosas fallen. Hay gente rezando, literalmente, porque se descarrile el Tren Maya, que fracase el AIFA o que nunca se ponga en funcionamiento la refinería de Dos Bocas. No nos damos cuenta de que, más allá de lo político, estamos deseando el fracaso de nuestro propio país. Pongo de ejemplo estos tres proyectos porque ya están terminados casi al 100%, pero aun así estamos deseando su fracaso cuando ahora deberíamos estar buscando su efectividad.

También nos gusta hablar mal de nuestro país; no toleramos que otros lo hagan, pero a nosotros nos encanta. Solemos exagerar nuestros problemas cuando vamos al exterior. De por sí, la imagen que existe de México en cuestión de inseguridad es muy similar a la que existe de Afganistán, y a nosotros nos encanta exagerar aún más. No vemos que eso repercute directamente en la atracción de turismo o de inversiones. Nos disparamos en el pie y no lo vemos.

Somos tan duros con nosotros mismos que no aceptamos cuando las cosas van bien. El mundo puede estar aplaudiendo nuestras decisiones de país, y nosotros seguiremos diciendo que todo va mal.

¿Se imaginan qué pasaría si existiera un México lleno de personas que confiaran en él? Que nos diéramos cuenta de lo increíbles que somos. Que le habláramos al mundo de las bondades y de lo hermoso que es nuestro país. Una nación llena de personas que confiaran en sus vecinos y compraran sus productos. Un México donde todos buscáramos el "cómo sí" para que los proyectos funcionen mejor. Ese México es posible y no depende de Xóchitl o de Sheinbaum. Esa mentalidad la tenemos que cambiar todos los días y empieza por nuestros comentarios diarios.

Esto es posible. Valoremos nuestro México y seamos las personas que este país merece.


Los mexicanos tenemos un serio problema para diferenciar entre la crítica, la autocrítica y la autodestrucción. No dimensionamos hasta qué grado nuestras palabras pueden estar ayudándonos o destruyendo nuestros propios caminos. Este fin de semana fue un claro ejemplo de esto con el detestable, peligroso y raro suceso del atraco a la embajada de México en Ecuador.

Aunque nos parezca increíble, nuestro territorio fue víctima de un allanamiento por parte de un país extranjero. Esto no ha sucedido ni en las peores peleas diplomáticas de cualquier país. Aun así, existen mexicanos que prefieren utilizar este hecho para atacar a Andrés Manuel en lugar de cerrar filas y unirnos como mexicanos ante un agravio de esta naturaleza. Esto me dejó muy claro que hay a quienes no les importa el país y solo están pensando en cómo ser más poderosos o simplemente creen que aportan a sus partidos políticos. ¿Qué se puede hacer contra ese tipo de pensamientos?

El problema es que no es un hecho aislado. Seguimos siendo malinchistas, creyendo que todo lo que se hace en el extranjero es mejor que lo que producimos localmente. Preferimos comprar un producto de importación porque inconscientemente creemos que es de mejor calidad. No dimensionamos que México es la 12ª economía más grande del mundo y un país con alta calidad en su manufactura. El mundo lo sabe, pero parece que los mexicanos no.

Nos encanta desear que nuestras cosas fallen. Hay gente rezando, literalmente, porque se descarrile el Tren Maya, que fracase el AIFA o que nunca se ponga en funcionamiento la refinería de Dos Bocas. No nos damos cuenta de que, más allá de lo político, estamos deseando el fracaso de nuestro propio país. Pongo de ejemplo estos tres proyectos porque ya están terminados casi al 100%, pero aun así estamos deseando su fracaso cuando ahora deberíamos estar buscando su efectividad.

También nos gusta hablar mal de nuestro país; no toleramos que otros lo hagan, pero a nosotros nos encanta. Solemos exagerar nuestros problemas cuando vamos al exterior. De por sí, la imagen que existe de México en cuestión de inseguridad es muy similar a la que existe de Afganistán, y a nosotros nos encanta exagerar aún más. No vemos que eso repercute directamente en la atracción de turismo o de inversiones. Nos disparamos en el pie y no lo vemos.

Somos tan duros con nosotros mismos que no aceptamos cuando las cosas van bien. El mundo puede estar aplaudiendo nuestras decisiones de país, y nosotros seguiremos diciendo que todo va mal.

¿Se imaginan qué pasaría si existiera un México lleno de personas que confiaran en él? Que nos diéramos cuenta de lo increíbles que somos. Que le habláramos al mundo de las bondades y de lo hermoso que es nuestro país. Una nación llena de personas que confiaran en sus vecinos y compraran sus productos. Un México donde todos buscáramos el "cómo sí" para que los proyectos funcionen mejor. Ese México es posible y no depende de Xóchitl o de Sheinbaum. Esa mentalidad la tenemos que cambiar todos los días y empieza por nuestros comentarios diarios.

Esto es posible. Valoremos nuestro México y seamos las personas que este país merece.