/ jueves 15 de febrero de 2024

Perfil humano | Las propuestas presidenciales o la sombra del Maximato

El presidente López Obrador presentó una serie de reformas legales el pasado 5 de febrero, aniversario de la Constitución de 1917, las cuales además de ser inapropiadas en tiempos electorales demuestran su afán de convertirse en el jefe máximo.

Más no sólo pretende serlo de la cuarta transformación sino de la arena política nacional pues sus reiteradas promesas de que se va a retirar una vez finalizado su gobierno son cada vez más dudosas y poco creíbles.

Todo indica que intentará repetir el modelo que implantó Plutarco Elías Calles después del asesinato de su jefe Álvaro Obregón.

Obregón pereció después de haber sido reelecto como presidente pues el sonorense era admirador de Porfirio Díaz y lo imitó colocando en su lugar a Calles para que le cediera después la silla presidencial.

Después de la muerte de Obregón se suscitó una división en las fuerzas revolucionarias por lo que Plutarco puso como presidente interino a Portes Gil y convocó a nuevas elecciones presidenciales.

Antes para calmar los ánimos de los generales Calles organizó y fundó un partido que agrupara a todos los revolucionarios, el PNR.

Para candidato presidencial designó a quien había sido embajador en Brasil, Pascual Ortiz Rubio.

El aspirante conocido popularmente como El Nopalito ganó las elecciones con un fraude escandaloso que marcaría el estilo de actuar del nuevo partido.

Su principal contrincante el filósofo José Vasconcelos recibió oficialmente solo 12 mil votos mientras que el candidato de Calles se llevó nada menos que 2 millones de votos.

Ya como expresidente Plutarco colocó como suplente de Pascual a Abelardo L. Rodríguez cuando éste renunció pues no soportó ser solo un pelele del jefe máximo.

Luego Elías Calles escogió a su fiel ayudante el general Lázaro Cárdenas, el cual se le rebeló y lo mandó desterrar del país.

De esta forma se acabó el efímero Maximato y empezó el presidencialismo que hasta la actualidad prevalece para bien o para mal.

López Obrador al parecer no se ha conformado y menos resignado a ser el presidente de la república por casi seis años pues intenta seguir siendo el jefe máximo no de la revolución sino de su inventada y poco fructífera cuarta transformación.

Para ello no únicamente ha designado a su corcholata favorita como candidata presidencial, sino que además controla no sólo la dirigencia de Morena sino también la de sus satélites PVEM y PT.

Como desea no tener contrapesos a sus pretensiones, ahora con sus cuestionables reformas constitucionales pretende nulificar al poder judicial y a los organismos autónomos.

Aunque está consciente que las anteriores propuestas no serán aprobadas al no contar con la mayoría calificada en el congreso federal, no por ello desaprovecha la ocasión para marcar la senda que tendrán que recorrer sus seguidores en el próximo sexenio.

Al igual que Calles el actual presidente creó su propio partido y ahora si bien no intentó reelegirse sí pretende seguir siendo quien maneje los hilos del poder nacional.

El jefe máximo de la cuarta transformación, a la que sus detractores llaman la transformación de cuarta, no será por lo tanto Claudia si llegara a ser la primera presidente del país pues estaría bajo la sombra y tutela de su padrino.

La amenaza real de otro Maximato le da validez a la afirmación de Xóchitl Gálvez de que su principal adversario no es la corcholata sino quien desde las tenebrosas sombras de la grilla anhela ser el próximo jefe máximo del país.


El presidente López Obrador presentó una serie de reformas legales el pasado 5 de febrero, aniversario de la Constitución de 1917, las cuales además de ser inapropiadas en tiempos electorales demuestran su afán de convertirse en el jefe máximo.

Más no sólo pretende serlo de la cuarta transformación sino de la arena política nacional pues sus reiteradas promesas de que se va a retirar una vez finalizado su gobierno son cada vez más dudosas y poco creíbles.

Todo indica que intentará repetir el modelo que implantó Plutarco Elías Calles después del asesinato de su jefe Álvaro Obregón.

Obregón pereció después de haber sido reelecto como presidente pues el sonorense era admirador de Porfirio Díaz y lo imitó colocando en su lugar a Calles para que le cediera después la silla presidencial.

Después de la muerte de Obregón se suscitó una división en las fuerzas revolucionarias por lo que Plutarco puso como presidente interino a Portes Gil y convocó a nuevas elecciones presidenciales.

Antes para calmar los ánimos de los generales Calles organizó y fundó un partido que agrupara a todos los revolucionarios, el PNR.

Para candidato presidencial designó a quien había sido embajador en Brasil, Pascual Ortiz Rubio.

El aspirante conocido popularmente como El Nopalito ganó las elecciones con un fraude escandaloso que marcaría el estilo de actuar del nuevo partido.

Su principal contrincante el filósofo José Vasconcelos recibió oficialmente solo 12 mil votos mientras que el candidato de Calles se llevó nada menos que 2 millones de votos.

Ya como expresidente Plutarco colocó como suplente de Pascual a Abelardo L. Rodríguez cuando éste renunció pues no soportó ser solo un pelele del jefe máximo.

Luego Elías Calles escogió a su fiel ayudante el general Lázaro Cárdenas, el cual se le rebeló y lo mandó desterrar del país.

De esta forma se acabó el efímero Maximato y empezó el presidencialismo que hasta la actualidad prevalece para bien o para mal.

López Obrador al parecer no se ha conformado y menos resignado a ser el presidente de la república por casi seis años pues intenta seguir siendo el jefe máximo no de la revolución sino de su inventada y poco fructífera cuarta transformación.

Para ello no únicamente ha designado a su corcholata favorita como candidata presidencial, sino que además controla no sólo la dirigencia de Morena sino también la de sus satélites PVEM y PT.

Como desea no tener contrapesos a sus pretensiones, ahora con sus cuestionables reformas constitucionales pretende nulificar al poder judicial y a los organismos autónomos.

Aunque está consciente que las anteriores propuestas no serán aprobadas al no contar con la mayoría calificada en el congreso federal, no por ello desaprovecha la ocasión para marcar la senda que tendrán que recorrer sus seguidores en el próximo sexenio.

Al igual que Calles el actual presidente creó su propio partido y ahora si bien no intentó reelegirse sí pretende seguir siendo quien maneje los hilos del poder nacional.

El jefe máximo de la cuarta transformación, a la que sus detractores llaman la transformación de cuarta, no será por lo tanto Claudia si llegara a ser la primera presidente del país pues estaría bajo la sombra y tutela de su padrino.

La amenaza real de otro Maximato le da validez a la afirmación de Xóchitl Gálvez de que su principal adversario no es la corcholata sino quien desde las tenebrosas sombras de la grilla anhela ser el próximo jefe máximo del país.