/ martes 19 de octubre de 2021

Afganistán: tan cerca y tan lejos

De acuerdo a Rafael Gambra, la religión es el aglutinante último y resolutivo de las sociedades históricas, de ahí que todo régimen busque crear una cultura secular que tienda a ser una religión para sobrevivir. En la llegada reciente al poder de los talibanes ante un gobierno, que literalmente, se rindió sin luchar, es prueba que no puede ignorarse el poder de lo trascendente ni que sociedades sin Dios puedan enfrentarse exitosamente a filosofías que tienen su destino final en la otra vida. Lo único que puede penetrar a una cultura milenaria será una verdad universal comprobada.

El Islam, en su nacimiento hace 1400 años, tuvo una expansión impresionante, alcanzando un elevado grado de cultura mientras existió el diálogo con las culturas con que convivió. Pero como pensaba Camús, en el seno de una historicidad -como la musulmana- dotada de un sentido y de un desenlace predeterminados, no puede tener cabida la libertad personal del cristiano, por lo que no podría persistir el diálogo general, ni el crecimiento del conocimiento a la misma velocidad, tanto en ciencia como teología, como ha sucedido, con sus limitantes, en los países cristianos.

Hay países como Afganistán, entre los que podemos incluir a México, que no podemos desligarlos de sus valores religiosos oponiendo, desde la esfera política, sofismas metafísicos a las leyes de la propiedad y en general, a las leyes fundamentales del Estado, ni se pueden aprobar, aconsejar o favorecer medidas violentas contra la iniciativa privada, las asociaciones civiles y los ciudadanos que ven atacadas sus tradiciones y costumbres. Todos los que han querido la Revolución han sido víctimas suyas. Los verdaderos valores culturales no hallan satisfacción con tanta hipertrofia.

Y como un péndulo, no podemos evitar que haya excesos que afecten los derechos, como el de las mujeres, después de que se ignora que la población y los radicales comparten la misma religión. Y los Estados Unidos no tuvieron otra premisa que el enfrentar entre sí a los habitantes de Afganistán, algo parecido a lo que nuestros gobiernos hacen llamándonos “aspiracionistas” o “fifís”. Vale la pena decir que México es de los pocos países donde el Islam no ha avanzado y da pie a considerar que es tiempo de que nos reconciliemos con nuestro pasado si no queremos sufrir las consecuencias.

Porque un mal mayor sería, no sólo la pobreza o el atraso educativo, sino dejar de valorar nuestra herencia religiosa, nuestros valores morales y familiares, que serán los que realmente persistirán después de que las ideologías hayan pasado, con lo bueno y lo malo que hayan aportado. Pretender tener como objetivo destruir la iniciativa individual a favor de un Estado benefactor es hacer precisamente lo que al Islam o al comunismo les costó su hegemonía y es lo que, paradójicamente, nos expone a ser dominados por aquellos que tienen una visión determinista del hombre.


Aprendamos, pues, de lo que ha sucedido en Afganistán, porque cuando las cosas se pongan feas, nadie de afuera, ni las mejores intenciones de un régimen transformador, nos irán a salvar.

agusperezr@hotmail.com




De acuerdo a Rafael Gambra, la religión es el aglutinante último y resolutivo de las sociedades históricas, de ahí que todo régimen busque crear una cultura secular que tienda a ser una religión para sobrevivir. En la llegada reciente al poder de los talibanes ante un gobierno, que literalmente, se rindió sin luchar, es prueba que no puede ignorarse el poder de lo trascendente ni que sociedades sin Dios puedan enfrentarse exitosamente a filosofías que tienen su destino final en la otra vida. Lo único que puede penetrar a una cultura milenaria será una verdad universal comprobada.

El Islam, en su nacimiento hace 1400 años, tuvo una expansión impresionante, alcanzando un elevado grado de cultura mientras existió el diálogo con las culturas con que convivió. Pero como pensaba Camús, en el seno de una historicidad -como la musulmana- dotada de un sentido y de un desenlace predeterminados, no puede tener cabida la libertad personal del cristiano, por lo que no podría persistir el diálogo general, ni el crecimiento del conocimiento a la misma velocidad, tanto en ciencia como teología, como ha sucedido, con sus limitantes, en los países cristianos.

Hay países como Afganistán, entre los que podemos incluir a México, que no podemos desligarlos de sus valores religiosos oponiendo, desde la esfera política, sofismas metafísicos a las leyes de la propiedad y en general, a las leyes fundamentales del Estado, ni se pueden aprobar, aconsejar o favorecer medidas violentas contra la iniciativa privada, las asociaciones civiles y los ciudadanos que ven atacadas sus tradiciones y costumbres. Todos los que han querido la Revolución han sido víctimas suyas. Los verdaderos valores culturales no hallan satisfacción con tanta hipertrofia.

Y como un péndulo, no podemos evitar que haya excesos que afecten los derechos, como el de las mujeres, después de que se ignora que la población y los radicales comparten la misma religión. Y los Estados Unidos no tuvieron otra premisa que el enfrentar entre sí a los habitantes de Afganistán, algo parecido a lo que nuestros gobiernos hacen llamándonos “aspiracionistas” o “fifís”. Vale la pena decir que México es de los pocos países donde el Islam no ha avanzado y da pie a considerar que es tiempo de que nos reconciliemos con nuestro pasado si no queremos sufrir las consecuencias.

Porque un mal mayor sería, no sólo la pobreza o el atraso educativo, sino dejar de valorar nuestra herencia religiosa, nuestros valores morales y familiares, que serán los que realmente persistirán después de que las ideologías hayan pasado, con lo bueno y lo malo que hayan aportado. Pretender tener como objetivo destruir la iniciativa individual a favor de un Estado benefactor es hacer precisamente lo que al Islam o al comunismo les costó su hegemonía y es lo que, paradójicamente, nos expone a ser dominados por aquellos que tienen una visión determinista del hombre.


Aprendamos, pues, de lo que ha sucedido en Afganistán, porque cuando las cosas se pongan feas, nadie de afuera, ni las mejores intenciones de un régimen transformador, nos irán a salvar.

agusperezr@hotmail.com