/ martes 23 de enero de 2024

¿Quién eres tú?

Antes de votar por cualquier propuesta política pregúntate quién eres tú y, sin apenas darte cuenta, preferirás el tipo de político que te represente. Puede que tú seas un poco individualista, algo preocupado con tu propio yo, orientado a tenerlo todo bajo control, reacio a conformarte al resto y analítico. Te centras en tus atributos, logros y aspiraciones, antes que en tus relaciones y papeles sociales. Tú y yo aspiramos a ser «nosotros» en todos los contextos y vemos las contradicciones en otros como hipocresía, antes que como flexibilidad, como afirma el antropólogo Joseph Henrich.

Sentimos inclinación a seguir los pasos de nuestros iguales y de las figuras de autoridad, pero no estamos tan dispuestos a adaptarnos a otros cuando se trata de entrar en conflicto con nuestras creencias, observaciones y preferencias. Nos vemos como seres únicos, no como nudos de una red social que se extiende por el espacio y hacia atrás en el tiempo. Cuando desempeñamos una acción, nos gusta tener la sensación de control y de estar tomando nuestras propias decisiones. Tendemos a buscar reglas universales para organizar el mundo y anticipar tendencias.

Simplificamos fenómenos complejos, descomponiéndolos en sus elementos discretos y asignándoles a éstos propiedades o categorías abstractas, ya sea suponiendo tipos de partículas, patógenos o formas de ser. Somos particularmente pacientes y, a menudo, trabajadores. Mediante una poderosa capacidad de autocontrol, podemos postergar la gratificación de las recompensas financieras, el placer y la seguridad a un momento futuro, a cambio de una cierta incomodidad e incertidumbre en el presente. Nos ceñimos a reglas y tendemos a ser imparciales con forasteros.

Pensamos que el nepotismo está mal y fetichizamos principios abstractos según el contexto, la viabilidad, las relaciones y la conveniencia. Si eres como he descrito no puedes ser amigo del partido del presidente de México, ni de la izquierda y sus aliados, porque es volver a las instituciones basadas en el parentesco, las castas, clanes, grupos étnicos u otras coaliciones particulares de élite que buscan concentrar el poder político y económico forjando gradualmente leyes y costumbres que les benefician a expensas de sus enemigos y de las sociedades a las que dicen servir.

Son enemigos de los expertos, científicos y especialistas, sinónimos del pensamiento analítico y que representan el desarrollo de principios abstractos o universales que dotan a toda criatura o ser humano, sea nacional o extranjero, nacido o por nacer, de derechos, propiedad o responsabilidad inalienables. Los enemigos de estos valores ahogarán al individuo y al cerebro colectivo bajo la sombra de un solo individuo detrás del concepto de Estado que dice representar la voluntad del pueblo. En definitiva, si tú y yo nos parecemos, la izquierda y sus derivados no son como tú.


Antes de votar por cualquier propuesta política pregúntate quién eres tú y, sin apenas darte cuenta, preferirás el tipo de político que te represente. Puede que tú seas un poco individualista, algo preocupado con tu propio yo, orientado a tenerlo todo bajo control, reacio a conformarte al resto y analítico. Te centras en tus atributos, logros y aspiraciones, antes que en tus relaciones y papeles sociales. Tú y yo aspiramos a ser «nosotros» en todos los contextos y vemos las contradicciones en otros como hipocresía, antes que como flexibilidad, como afirma el antropólogo Joseph Henrich.

Sentimos inclinación a seguir los pasos de nuestros iguales y de las figuras de autoridad, pero no estamos tan dispuestos a adaptarnos a otros cuando se trata de entrar en conflicto con nuestras creencias, observaciones y preferencias. Nos vemos como seres únicos, no como nudos de una red social que se extiende por el espacio y hacia atrás en el tiempo. Cuando desempeñamos una acción, nos gusta tener la sensación de control y de estar tomando nuestras propias decisiones. Tendemos a buscar reglas universales para organizar el mundo y anticipar tendencias.

Simplificamos fenómenos complejos, descomponiéndolos en sus elementos discretos y asignándoles a éstos propiedades o categorías abstractas, ya sea suponiendo tipos de partículas, patógenos o formas de ser. Somos particularmente pacientes y, a menudo, trabajadores. Mediante una poderosa capacidad de autocontrol, podemos postergar la gratificación de las recompensas financieras, el placer y la seguridad a un momento futuro, a cambio de una cierta incomodidad e incertidumbre en el presente. Nos ceñimos a reglas y tendemos a ser imparciales con forasteros.

Pensamos que el nepotismo está mal y fetichizamos principios abstractos según el contexto, la viabilidad, las relaciones y la conveniencia. Si eres como he descrito no puedes ser amigo del partido del presidente de México, ni de la izquierda y sus aliados, porque es volver a las instituciones basadas en el parentesco, las castas, clanes, grupos étnicos u otras coaliciones particulares de élite que buscan concentrar el poder político y económico forjando gradualmente leyes y costumbres que les benefician a expensas de sus enemigos y de las sociedades a las que dicen servir.

Son enemigos de los expertos, científicos y especialistas, sinónimos del pensamiento analítico y que representan el desarrollo de principios abstractos o universales que dotan a toda criatura o ser humano, sea nacional o extranjero, nacido o por nacer, de derechos, propiedad o responsabilidad inalienables. Los enemigos de estos valores ahogarán al individuo y al cerebro colectivo bajo la sombra de un solo individuo detrás del concepto de Estado que dice representar la voluntad del pueblo. En definitiva, si tú y yo nos parecemos, la izquierda y sus derivados no son como tú.