/ jueves 1 de abril de 2021

AMLO: Qué no hacer

Para que América Latina (AL) y México alcancen altas tasas de crecimiento como algunas economías asiáticas no es necesario tener un mesías que tenga una relación carismática con la realidad. De acuerdo con el economista Arturo Solórzano, tal vez lo que deberíamos preguntarnos es qué NO hicieron otros que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) o Latinoamérica están haciendo. Ellos NO permitieron la existencia de empresas que solamente son capaces de competir con la protección de políticos o el Estado. NO dependieron de la explotación de materia prima sin agregado adicional.

Apoyaron el desarrollo de empresas industriales exportadoras competitivas subsidiando el desarrollo tecnológico. Apoyo que duró poco tiempo. Ellos NO derrocharon los impuestos en programas gubernamentales ineficientes (populismo) que crean dependencia y no desarrollo. Tampoco dilapidaron los impuestos a través de compras y licitaciones estatales con precios inflados para favorecer a negocios ligados al poder. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, el despilfarro anual de AL y el Caribe de 220,000 millones de dólares acabaría con su pobreza extrema.

Ellos NO perdieron el tiempo aplicando políticas derivadas del marxismo y el socialismo, en el intento de culpar a otros de sus propios fracasos e incapacidades, producto de los vicios y valores culturales prevalecientes, en vez de incentivar empresas innovadoras y la aplicación de tecnologías a la producción que permiten mayor productividad. Andrés Oppenheimer afirma que: “Los países más exitosos no son los que tienen más petróleo, o más reservas de agua, o más cobre o soja, sino los que desarrollan las mejores mentes y exportan productos con mayor valor agregado”.

Un programa de computación exitoso, o un nuevo medicamento, o un diseño de ropa novedoso valen más que toneladas de materias primas”. Ellos NO tuvieron tampoco "revoluciones" armadas. La cultura en los países latinoamericanos NO incentiva la solidaridad y la cooperación, sino la discriminación y el enfrentamiento entre sectores sociales. El elemento fundamental que ha sido ignorado, en gran parte, es el cultural: es decir, valores y actitudes que se interponen en el camino del progreso. Las relaciones basadas en la confianza, según Francis Fukuyama, reducen costos.

Ésa es la razón por la que mejora la competitividad y es parte de la explicación del éxito de sociedades homogéneas como Japón, Corea, Taiwán, Alemania, los países nórdicos, etc. América Latina y África y su tribalismo, por otra parte, son el caso contrario. La conclusión de que la cultura importa cae mal. Choca con el relativismo cultural, suscrito ampliamente en el mundo académico, que afirma que las culturas pueden evaluarse sólo en sus propios términos y que los juicios de valor hechos por foráneos son un tabú. Podemos atrevernos a pensar que la realidad es otra. agusperezr@hotmail.com

Para que América Latina (AL) y México alcancen altas tasas de crecimiento como algunas economías asiáticas no es necesario tener un mesías que tenga una relación carismática con la realidad. De acuerdo con el economista Arturo Solórzano, tal vez lo que deberíamos preguntarnos es qué NO hicieron otros que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) o Latinoamérica están haciendo. Ellos NO permitieron la existencia de empresas que solamente son capaces de competir con la protección de políticos o el Estado. NO dependieron de la explotación de materia prima sin agregado adicional.

Apoyaron el desarrollo de empresas industriales exportadoras competitivas subsidiando el desarrollo tecnológico. Apoyo que duró poco tiempo. Ellos NO derrocharon los impuestos en programas gubernamentales ineficientes (populismo) que crean dependencia y no desarrollo. Tampoco dilapidaron los impuestos a través de compras y licitaciones estatales con precios inflados para favorecer a negocios ligados al poder. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, el despilfarro anual de AL y el Caribe de 220,000 millones de dólares acabaría con su pobreza extrema.

Ellos NO perdieron el tiempo aplicando políticas derivadas del marxismo y el socialismo, en el intento de culpar a otros de sus propios fracasos e incapacidades, producto de los vicios y valores culturales prevalecientes, en vez de incentivar empresas innovadoras y la aplicación de tecnologías a la producción que permiten mayor productividad. Andrés Oppenheimer afirma que: “Los países más exitosos no son los que tienen más petróleo, o más reservas de agua, o más cobre o soja, sino los que desarrollan las mejores mentes y exportan productos con mayor valor agregado”.

Un programa de computación exitoso, o un nuevo medicamento, o un diseño de ropa novedoso valen más que toneladas de materias primas”. Ellos NO tuvieron tampoco "revoluciones" armadas. La cultura en los países latinoamericanos NO incentiva la solidaridad y la cooperación, sino la discriminación y el enfrentamiento entre sectores sociales. El elemento fundamental que ha sido ignorado, en gran parte, es el cultural: es decir, valores y actitudes que se interponen en el camino del progreso. Las relaciones basadas en la confianza, según Francis Fukuyama, reducen costos.

Ésa es la razón por la que mejora la competitividad y es parte de la explicación del éxito de sociedades homogéneas como Japón, Corea, Taiwán, Alemania, los países nórdicos, etc. América Latina y África y su tribalismo, por otra parte, son el caso contrario. La conclusión de que la cultura importa cae mal. Choca con el relativismo cultural, suscrito ampliamente en el mundo académico, que afirma que las culturas pueden evaluarse sólo en sus propios términos y que los juicios de valor hechos por foráneos son un tabú. Podemos atrevernos a pensar que la realidad es otra. agusperezr@hotmail.com