/ sábado 2 de marzo de 2024

Amor Rosé

Me gusta comparar el vino con el amor, por eso le diré que el vino rosado es como un amor corto, de dos tres besos, de esos que no alcanzan a florecer porque los ramalazos de la realidad lo devuelven al punto inicial, con esa efímera esencia a durazno que deleita mucho, pero dura poco en el paladar.

Como le he contado, el jugo de la uva no tiene color, es claro como la pulpa y para que agarre tono lo primero que tenemos que hacer es reventar el racimo, dejar salir el jugo y que entre en contacto con la parte de afuera de la cáscara porque esta es la que pinta. Me atrevo a comparar la estrujada de la uva, que es el nombre correcto de este primer proceso del vino, con la primera mirada, la primera conexión neurológica que se hace al ver a esa persona y se dice: es ella, o es él. Esto puede suceder en cualquier lado, no precisamente en una fiesta o en las aplicaciones para encontrar pareja, me contaron de alguien que después de buscar en todos los bares del mundo le sucedió en una librería…

Comparo el vino rosado con un amor breve porque la uva estrujada, ya envuelta en jugo, solo durará unas tres horas junto al hollejo, rapidito hay que separarlos, como los amores a destiempo, para que no profundice el color y en vez de rosé nos quede rojo. Como winemaker, soy experta en elaborar vinos rosé donde predomina un tímido color salmón de amor breve, de protagonistas que no se quedarán juntos, como en la mayoría de mis novelas. Hay algo en mi genealogía que tiende a separarlos.

El vino tinto, es todo lo contrario, es una relación larga y profunda entre el jugo y el hollejo para sacar todos los aromas y sabores de la cáscara. Como un matrimonio bien avenido, tendrá un buqué complejo, equilibrado, con la acidez correcta y los taninos de la felicidad familiar armónicos, con una maceración exitosa, una fermentación guiada, la conversión del ácido málico en láctico, los trasvases, los sulfitos tan indispensables, la clarificación, la estabilidad y, por supuesto, los 36 filtros por los que pasó , bueno, son 20, pero como esos cumplo de casada, filtro por año. Y entonces irá a la barrica a añejarse para convertirse en un gran reserva, muy caro, aterciopelado, con esencias de roble, listo para brindar con él en un gran acontecimiento, una boda, un bautizo, un aniversario, una vida plena y linda como espero sea la suya y es la mía.

Yo, para escribir de amor me gusta un rosé, para festejar la vida, un tinto, y ¿el blanco? Ya le contaré del último blanco con el que brindé. SALUD.

MIEMBRO AECHIC.

Me gusta comparar el vino con el amor, por eso le diré que el vino rosado es como un amor corto, de dos tres besos, de esos que no alcanzan a florecer porque los ramalazos de la realidad lo devuelven al punto inicial, con esa efímera esencia a durazno que deleita mucho, pero dura poco en el paladar.

Como le he contado, el jugo de la uva no tiene color, es claro como la pulpa y para que agarre tono lo primero que tenemos que hacer es reventar el racimo, dejar salir el jugo y que entre en contacto con la parte de afuera de la cáscara porque esta es la que pinta. Me atrevo a comparar la estrujada de la uva, que es el nombre correcto de este primer proceso del vino, con la primera mirada, la primera conexión neurológica que se hace al ver a esa persona y se dice: es ella, o es él. Esto puede suceder en cualquier lado, no precisamente en una fiesta o en las aplicaciones para encontrar pareja, me contaron de alguien que después de buscar en todos los bares del mundo le sucedió en una librería…

Comparo el vino rosado con un amor breve porque la uva estrujada, ya envuelta en jugo, solo durará unas tres horas junto al hollejo, rapidito hay que separarlos, como los amores a destiempo, para que no profundice el color y en vez de rosé nos quede rojo. Como winemaker, soy experta en elaborar vinos rosé donde predomina un tímido color salmón de amor breve, de protagonistas que no se quedarán juntos, como en la mayoría de mis novelas. Hay algo en mi genealogía que tiende a separarlos.

El vino tinto, es todo lo contrario, es una relación larga y profunda entre el jugo y el hollejo para sacar todos los aromas y sabores de la cáscara. Como un matrimonio bien avenido, tendrá un buqué complejo, equilibrado, con la acidez correcta y los taninos de la felicidad familiar armónicos, con una maceración exitosa, una fermentación guiada, la conversión del ácido málico en láctico, los trasvases, los sulfitos tan indispensables, la clarificación, la estabilidad y, por supuesto, los 36 filtros por los que pasó , bueno, son 20, pero como esos cumplo de casada, filtro por año. Y entonces irá a la barrica a añejarse para convertirse en un gran reserva, muy caro, aterciopelado, con esencias de roble, listo para brindar con él en un gran acontecimiento, una boda, un bautizo, un aniversario, una vida plena y linda como espero sea la suya y es la mía.

Yo, para escribir de amor me gusta un rosé, para festejar la vida, un tinto, y ¿el blanco? Ya le contaré del último blanco con el que brindé. SALUD.

MIEMBRO AECHIC.