/ sábado 19 de junio de 2021

Antes que se nos olvide | Un padre ejemplar

El Día del Padre genera una importante derrama económica, claro, no tanto como el Día de la Madre. Regularmente se aprovecha para hacer carnita asada con amigos y familiares, pero luego de la tercera cerveza, algunos olvidan qué se está festejando. Y más allá de regalos o fiesta, este día debería servir para reflexionar con total honestidad, si se está realizando una labor adecuada como padre, que por supuesto, no es tarea fácil. Existen grandes historias de padres comprometidos, amorosos y nobles, que dejaron un gran legado a sus hijos, no tanto económico, sino espiritual, diferenciando claramente, los que es un papá del montón y un padre ejemplar

Rick Hoyt nació el 10 de enero de 1962, con el cordón umbilical atado a su cuello, la falta de oxígeno le ocasionó parálisis cerebral, según los médicos, estaría postrado de por vida en una cama, pero su padre Dick, un férreo militar, ignoró el diagnóstico, él y su esposa lo criaron como cualquier niño, luego detectaron que a pesar del problema era muy inteligente, después, con la ayuda de una computadora interactiva Rick pudo comunicarse y posteriormente ingresó a una escuela pública. En 1977 pidió a su padre participar en una carrera pedestre con fines altruistas, la petición lo sorprendió, en ese entonces Dick tenía 40 años, jamás había sido corredor, sin embargo, su inmenso amor por Rick lo motivó a participar, empujando la silla de ruedas mientras corría, cuando regresaron a casa. Rick escribió: “Cuando estoy corriendo siento que mi discapacidad desaparece”, este mensaje motivó a Dick, a partir de esa fecha padre e hijo se fundieron en uno solo, convirtiéndose en un aguerrido competidor. Durante 37 años participaron en más de mil carreras, incluyendo 70 maratones y 252 triatlones, extenuante prueba que incluye natación, ciclismo y carrera. La imagen de Dick empujando la silla de Rick es reconocida y admirada a nivel mundial, pues transmite, fortaleza, coraje, tenacidad, pundonor y sobre todo amor paternal. Los Hoyt han inspirado a miles de personas; en 2013 fueron inmortalizados con una estatua de tamaño real, en la línea de salida del famoso Maratón de Boston. A pesar de las múltiples lesiones, Dick se mantuvo participando junto a su hijo, pero en 2014 durante la participación número 32 en el mencionado evento, a los 73 años, anunció que sería la última, pero seguiría activo en competencias menos demandantes.

Dick demostró que para un padre no hay imposibles, comprobó que los superhéroes existen, enseñó que con amor todo se puede lograr y que la discapacidad de su hijo fue su gran oportunidad para gritarle al mundo, ¡Sí se puede! Dick, falleció en marzo de este año mientras dormía, muchos le llaman la muerte de los justos.

Un abrazo a todos los padres que me hacen el honor de leerme, y un saludo especial para José Santos Esparza Muñoz, aun cuando ya no está, siempre lo recordaré como un padre ejemplar.

El Día del Padre genera una importante derrama económica, claro, no tanto como el Día de la Madre. Regularmente se aprovecha para hacer carnita asada con amigos y familiares, pero luego de la tercera cerveza, algunos olvidan qué se está festejando. Y más allá de regalos o fiesta, este día debería servir para reflexionar con total honestidad, si se está realizando una labor adecuada como padre, que por supuesto, no es tarea fácil. Existen grandes historias de padres comprometidos, amorosos y nobles, que dejaron un gran legado a sus hijos, no tanto económico, sino espiritual, diferenciando claramente, los que es un papá del montón y un padre ejemplar

Rick Hoyt nació el 10 de enero de 1962, con el cordón umbilical atado a su cuello, la falta de oxígeno le ocasionó parálisis cerebral, según los médicos, estaría postrado de por vida en una cama, pero su padre Dick, un férreo militar, ignoró el diagnóstico, él y su esposa lo criaron como cualquier niño, luego detectaron que a pesar del problema era muy inteligente, después, con la ayuda de una computadora interactiva Rick pudo comunicarse y posteriormente ingresó a una escuela pública. En 1977 pidió a su padre participar en una carrera pedestre con fines altruistas, la petición lo sorprendió, en ese entonces Dick tenía 40 años, jamás había sido corredor, sin embargo, su inmenso amor por Rick lo motivó a participar, empujando la silla de ruedas mientras corría, cuando regresaron a casa. Rick escribió: “Cuando estoy corriendo siento que mi discapacidad desaparece”, este mensaje motivó a Dick, a partir de esa fecha padre e hijo se fundieron en uno solo, convirtiéndose en un aguerrido competidor. Durante 37 años participaron en más de mil carreras, incluyendo 70 maratones y 252 triatlones, extenuante prueba que incluye natación, ciclismo y carrera. La imagen de Dick empujando la silla de Rick es reconocida y admirada a nivel mundial, pues transmite, fortaleza, coraje, tenacidad, pundonor y sobre todo amor paternal. Los Hoyt han inspirado a miles de personas; en 2013 fueron inmortalizados con una estatua de tamaño real, en la línea de salida del famoso Maratón de Boston. A pesar de las múltiples lesiones, Dick se mantuvo participando junto a su hijo, pero en 2014 durante la participación número 32 en el mencionado evento, a los 73 años, anunció que sería la última, pero seguiría activo en competencias menos demandantes.

Dick demostró que para un padre no hay imposibles, comprobó que los superhéroes existen, enseñó que con amor todo se puede lograr y que la discapacidad de su hijo fue su gran oportunidad para gritarle al mundo, ¡Sí se puede! Dick, falleció en marzo de este año mientras dormía, muchos le llaman la muerte de los justos.

Un abrazo a todos los padres que me hacen el honor de leerme, y un saludo especial para José Santos Esparza Muñoz, aun cuando ya no está, siempre lo recordaré como un padre ejemplar.