/ martes 5 de noviembre de 2019

Día de Muertos (II)

“Consideremos los lirios del campo cuya fragancia es efímera, nosotros somos como ellos, la flor desaparece y se pierde el aroma”. Christina Rossetti


La recordación de los muertos en México tiene diversas formas de conmemorarse. En Chiapas, los niños piden “quinsanto”. Recuerdo los versos: "Ángeles somos, del cielo bajamos, danos quinsanto para que comamos”. Impresionantes ceremonias en Janitzio, Michoacán y en Mixquic. En general se come, se bebe se charla y se canta en los cementerios. Se lavan las tumbas, se pintan las cruces y con sentimiento, se recuerda al ser querido. Pero también se simboliza a la muerte alegre, con la flor anaranjada de cempasúchil y se redactan versos y textos alusivos. Unos serios y otros en franca alegría y broma. "Aprended vivos de mí lo que va de ayer a hoy, ayer como te ves fui y hoy calavera soy”. Otra: "De aquí a cien años todos seremos pelones”. "El muerto a la sepultura y el vivo a la travesura”. A todos ustedes, amigos, los acompaño en las ceremonias de recordación. En Cd. Juárez decíamos: "Triste tu calaca", o bien: "Se lo llevó patas de catre”. Un abrazo cordial.

Leí en las redes una publicación que mencionó a una persona que era (falleció en el año 2011) investigadora del INAH, afirmando lo siguiente: "El Día de Muertos y su celebración, nada tenían de prehispánico, que todo era una concepción católica de los jesuitas”. (Textual). Comprendo que su confesión religiosa y su ideología le hayan llevado a expresar tal concepción. Los españoles invasores destruyeron muchos monumentos y esculturas de nuestros pueblos prehispánicos, pero su cosmovisión y su religiosidad no consiguieron aniquilarlas. Impusieron un sistema socioeconómico feudal y la religión católica. Pero jamás pudieron quebrantar sus creencias ancestrales sobre la vida y la muerte. Hoy, los altares de muertos presentan el sincretismo resultante de la invasión española y de la poderosa y milenaria aportación de nuestros indígenas. Dejo dos celebraciones de Día de Muertos que rechazan las afirmaciones del INAH: La de Janitzio, en Michoacán (impresionante), y la de Mixquic, en la CDMX. Sus cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire. Su camino con pétalos de flor de cempasúchil, su esencia de copal y el jarro de pulque, con tamales, tortillas y atole. Estos elementos no tienen nada que ver con los jesuitas católicos. Recordemos a nuestros muertos con alegría, respeto y amor.


“Consideremos los lirios del campo cuya fragancia es efímera, nosotros somos como ellos, la flor desaparece y se pierde el aroma”. Christina Rossetti


La recordación de los muertos en México tiene diversas formas de conmemorarse. En Chiapas, los niños piden “quinsanto”. Recuerdo los versos: "Ángeles somos, del cielo bajamos, danos quinsanto para que comamos”. Impresionantes ceremonias en Janitzio, Michoacán y en Mixquic. En general se come, se bebe se charla y se canta en los cementerios. Se lavan las tumbas, se pintan las cruces y con sentimiento, se recuerda al ser querido. Pero también se simboliza a la muerte alegre, con la flor anaranjada de cempasúchil y se redactan versos y textos alusivos. Unos serios y otros en franca alegría y broma. "Aprended vivos de mí lo que va de ayer a hoy, ayer como te ves fui y hoy calavera soy”. Otra: "De aquí a cien años todos seremos pelones”. "El muerto a la sepultura y el vivo a la travesura”. A todos ustedes, amigos, los acompaño en las ceremonias de recordación. En Cd. Juárez decíamos: "Triste tu calaca", o bien: "Se lo llevó patas de catre”. Un abrazo cordial.

Leí en las redes una publicación que mencionó a una persona que era (falleció en el año 2011) investigadora del INAH, afirmando lo siguiente: "El Día de Muertos y su celebración, nada tenían de prehispánico, que todo era una concepción católica de los jesuitas”. (Textual). Comprendo que su confesión religiosa y su ideología le hayan llevado a expresar tal concepción. Los españoles invasores destruyeron muchos monumentos y esculturas de nuestros pueblos prehispánicos, pero su cosmovisión y su religiosidad no consiguieron aniquilarlas. Impusieron un sistema socioeconómico feudal y la religión católica. Pero jamás pudieron quebrantar sus creencias ancestrales sobre la vida y la muerte. Hoy, los altares de muertos presentan el sincretismo resultante de la invasión española y de la poderosa y milenaria aportación de nuestros indígenas. Dejo dos celebraciones de Día de Muertos que rechazan las afirmaciones del INAH: La de Janitzio, en Michoacán (impresionante), y la de Mixquic, en la CDMX. Sus cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire. Su camino con pétalos de flor de cempasúchil, su esencia de copal y el jarro de pulque, con tamales, tortillas y atole. Estos elementos no tienen nada que ver con los jesuitas católicos. Recordemos a nuestros muertos con alegría, respeto y amor.