/ viernes 12 de enero de 2024

Educación, crítica y humanismo

Latinoamérica ha sido una región donde las ideas de transformación y cambio se proclaman de manera consistente desde las disciplinas que estudian los fenómenos sociales. El compromiso con la modificación de las condiciones que enmarcan la vida social de las personas parece un rasgo definitorio de los estudios sociológicos y pedagógicos que se realizan en el continente.

En el caso de México, la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana que presenta el actual gobierno federal, representa una expresión del compromiso arriba mencionado, es decir, se trata de un programa político-educativo que está orientado hacia la construcción de participaciones colectivas que, a través de la educación, influyan efectivamente en la transformación de la sociedad.

Cuestiones como la participación colectiva, la praxis social, el fomento de la igualdad y otros más son los vértices que señalan el camino de la educación con compromiso social, de la educación con intención decidida por la transformación social, la cual marca una distancia con la educación para la productividad capitalista.

Será por lo anterior que a la Nueva Escuela Mexicana se le vea como una oportunidad para fomentar el humanismo; así se le ve como un proyecto educativo que puede permitir la formación de ciudadanos participativos y críticos en el contexto de su vida social, de sus intereses colectivos.

La educación que enarbolan las pedagogías latinoamericanas de orientación izquierdista es una educación que, a partir del ejercicio crítico de los individuos, se utiliza como una herramienta para el cambio, para la transformación de las sociedades que componen la región geográfica que suele ser vista históricamente como una zona dominada por los ejes económicos y culturales de occidente.

Por lo anterior, es común hallar en las expresiones de la educación crítica latinoamericana expresiones como “lucha contra la colonia”, “liberación”, “emancipación mental”, “decolonización”, etcétera. La educación crítica es, ante todo una lucha contra un dominio que se extiende a lo largo de la historia del conocimiento, el arte, la cultura y la ciencia.

Una educación crítica latinoamericana lo será en el sentido en que se exhiba y se denuncie el sometimiento y la explotación en todas sus variantes. La educación al servicio de la colonización y el dominio no es la educación crítica, no puede ser la formación de individuos para un mercado o para una cultura de obediencia y adoctrinamiento a través de las “autoridades” de conocimiento y ciencia.

La educación crítica para Latinoamérica es una educación libertadora, un combate frontal a las estructuras de conocimiento, valores y cultura que buscan la sumisión, la explotación, el consumo, el exterminio de la razón y el saber que construye libertades.

Al final de cuentas, el humanismo consiste en elevar las potencias de cada ser humano en un marco de libertad y razón, propulsando la creatividad y enalteciendo los valores que nos hace ser parte de la gran comunidad humana.


Latinoamérica ha sido una región donde las ideas de transformación y cambio se proclaman de manera consistente desde las disciplinas que estudian los fenómenos sociales. El compromiso con la modificación de las condiciones que enmarcan la vida social de las personas parece un rasgo definitorio de los estudios sociológicos y pedagógicos que se realizan en el continente.

En el caso de México, la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana que presenta el actual gobierno federal, representa una expresión del compromiso arriba mencionado, es decir, se trata de un programa político-educativo que está orientado hacia la construcción de participaciones colectivas que, a través de la educación, influyan efectivamente en la transformación de la sociedad.

Cuestiones como la participación colectiva, la praxis social, el fomento de la igualdad y otros más son los vértices que señalan el camino de la educación con compromiso social, de la educación con intención decidida por la transformación social, la cual marca una distancia con la educación para la productividad capitalista.

Será por lo anterior que a la Nueva Escuela Mexicana se le vea como una oportunidad para fomentar el humanismo; así se le ve como un proyecto educativo que puede permitir la formación de ciudadanos participativos y críticos en el contexto de su vida social, de sus intereses colectivos.

La educación que enarbolan las pedagogías latinoamericanas de orientación izquierdista es una educación que, a partir del ejercicio crítico de los individuos, se utiliza como una herramienta para el cambio, para la transformación de las sociedades que componen la región geográfica que suele ser vista históricamente como una zona dominada por los ejes económicos y culturales de occidente.

Por lo anterior, es común hallar en las expresiones de la educación crítica latinoamericana expresiones como “lucha contra la colonia”, “liberación”, “emancipación mental”, “decolonización”, etcétera. La educación crítica es, ante todo una lucha contra un dominio que se extiende a lo largo de la historia del conocimiento, el arte, la cultura y la ciencia.

Una educación crítica latinoamericana lo será en el sentido en que se exhiba y se denuncie el sometimiento y la explotación en todas sus variantes. La educación al servicio de la colonización y el dominio no es la educación crítica, no puede ser la formación de individuos para un mercado o para una cultura de obediencia y adoctrinamiento a través de las “autoridades” de conocimiento y ciencia.

La educación crítica para Latinoamérica es una educación libertadora, un combate frontal a las estructuras de conocimiento, valores y cultura que buscan la sumisión, la explotación, el consumo, el exterminio de la razón y el saber que construye libertades.

Al final de cuentas, el humanismo consiste en elevar las potencias de cada ser humano en un marco de libertad y razón, propulsando la creatividad y enalteciendo los valores que nos hace ser parte de la gran comunidad humana.