/ viernes 15 de diciembre de 2023

La idea de ‘espíritu’ en la Navidad

En el contexto de las fiestas navideñas aparece reiteradamente la referencia a la idea de ‘espíritu’ en el sentido de un sentimiento que supuestamente se adueña de las voluntades y los deseos de quienes participan en el ambiente festivo.

La época navideña está llena de manifestaciones culturales que nos llevan a considerar no sólo una obligación religiosa (puesto que quien nace es el Hijo de Dios), sino que la euforia de la celebración trasciende el credo y el culto, templándose en una expresión menos sacra.

Es ese espíritu amplio al que nos referimos cuando hablamos de “espíritu navideño”; es decir, participamos voluntaria o involuntariamente de una manifestación cultural que involucra expresiones de armonía, tranquilidad y obsequios, todo envuelto en colores, sonidos y sabores muy distintivos de la época.

Se trata de un espíritu amplio, inclusivo, quizás como no se encuentra en ningún otro momento de nuestro calendario. Fiestas, ventas, canciones, videos y abrazos aparecen por acá y por allá, como signos de que el espíritu navideño está incidiendo en nuestras vidas.

Sí, creo que es un espíritu. Se trata de un espíritu que, como ya dije, nos toca lo, queramos o no, simplemente porque lo encontramos por doquier, desde los negocios comerciales y las instituciones educativas, hasta las formas en que el ánimo se expresa en la calle y en los hogares.

Dicho espíritu no es algo ficticio, es tan real como los días en los que se hace presente, transmitiendo a todos y cada uno de nosotros el mensaje de que la humanidad es, al menos durante casi un mes, una cosa de entendimiento y cariño.

Y digan lo que digan los críticos de la Navidad y su espíritu, en el ambiente se siente lo especial, lo propio de la temporada. Innegable resulta la manifestación de los buenos deseos y la esperanza de que las cosas vayan mejor para bien de todos.

Para algunos, la Navidad y su espíritu son cosas comerciales, algo así como una fantasía tramposa que nos lleva al consumo. Pero yo veo a mucha gente que sin tanto recurso económico no hace sino expresar sentimientos y bendiciones hacia sus semejantes, sin compras de por medio.

El espíritu de la Navidad mueve tanto a la reflexión como a la nostalgia y a la esperanza; ¡esto no tiene nada de tintes comerciales! Los seres humanos necesitamos, entre otras tantas cosas, momentos para volvernos hacia nosotros mismos como seres con vocación de bondad.

Y aunque algunos no entiendan esta vocación de bondad, seguramente la sienten cuando la oportunidad para expresarla se hace presente, tal como ocurre con la esta temporada, con todo y lo mal que nos encontremos en un u otro aspecto de nuestra vida.

Una humanidad sin oportunidades como la que nos brinda la Navidad, sería una humanidad sin ese espíritu que nos hace recobrar impulso y revalorar lo que somos y lo que hacemos. La Navidad es la oportunidad para que nuestro espíritu se manifieste esplendorosamente.

Felicidades.


En el contexto de las fiestas navideñas aparece reiteradamente la referencia a la idea de ‘espíritu’ en el sentido de un sentimiento que supuestamente se adueña de las voluntades y los deseos de quienes participan en el ambiente festivo.

La época navideña está llena de manifestaciones culturales que nos llevan a considerar no sólo una obligación religiosa (puesto que quien nace es el Hijo de Dios), sino que la euforia de la celebración trasciende el credo y el culto, templándose en una expresión menos sacra.

Es ese espíritu amplio al que nos referimos cuando hablamos de “espíritu navideño”; es decir, participamos voluntaria o involuntariamente de una manifestación cultural que involucra expresiones de armonía, tranquilidad y obsequios, todo envuelto en colores, sonidos y sabores muy distintivos de la época.

Se trata de un espíritu amplio, inclusivo, quizás como no se encuentra en ningún otro momento de nuestro calendario. Fiestas, ventas, canciones, videos y abrazos aparecen por acá y por allá, como signos de que el espíritu navideño está incidiendo en nuestras vidas.

Sí, creo que es un espíritu. Se trata de un espíritu que, como ya dije, nos toca lo, queramos o no, simplemente porque lo encontramos por doquier, desde los negocios comerciales y las instituciones educativas, hasta las formas en que el ánimo se expresa en la calle y en los hogares.

Dicho espíritu no es algo ficticio, es tan real como los días en los que se hace presente, transmitiendo a todos y cada uno de nosotros el mensaje de que la humanidad es, al menos durante casi un mes, una cosa de entendimiento y cariño.

Y digan lo que digan los críticos de la Navidad y su espíritu, en el ambiente se siente lo especial, lo propio de la temporada. Innegable resulta la manifestación de los buenos deseos y la esperanza de que las cosas vayan mejor para bien de todos.

Para algunos, la Navidad y su espíritu son cosas comerciales, algo así como una fantasía tramposa que nos lleva al consumo. Pero yo veo a mucha gente que sin tanto recurso económico no hace sino expresar sentimientos y bendiciones hacia sus semejantes, sin compras de por medio.

El espíritu de la Navidad mueve tanto a la reflexión como a la nostalgia y a la esperanza; ¡esto no tiene nada de tintes comerciales! Los seres humanos necesitamos, entre otras tantas cosas, momentos para volvernos hacia nosotros mismos como seres con vocación de bondad.

Y aunque algunos no entiendan esta vocación de bondad, seguramente la sienten cuando la oportunidad para expresarla se hace presente, tal como ocurre con la esta temporada, con todo y lo mal que nos encontremos en un u otro aspecto de nuestra vida.

Una humanidad sin oportunidades como la que nos brinda la Navidad, sería una humanidad sin ese espíritu que nos hace recobrar impulso y revalorar lo que somos y lo que hacemos. La Navidad es la oportunidad para que nuestro espíritu se manifieste esplendorosamente.

Felicidades.