/ viernes 9 de febrero de 2024

La idea de “reforma”

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha presentado un paquete de veinte iniciativas de reformas constitucionales. Esto lo hizo el pasado 5 de febrero, en la fecha conmemorativa de la Constitución.

De acuerdo con el mandatario, las modificaciones a nuestra carta magna tienen su razón en el interés de la nación, argumentando la impopularidad de los artículos que se pretende cambiar con esta decisión presidencial.

Con estas modificaciones a la constitución se busca, según el gobernante, promover un desarrollo más integral en beneficio de las clases históricamente más desprotegidas en lo político, laboral, educativo y social, entre otros aspectos.

Las iniciativas de reforma a la Constitución, que se esgrimen como una herramienta de beneficio para la sociedad en general tras el período de gobiernos neoliberales, deberán ser analizadas y discutidas por los integrantes del Congreso de la Unión.

Cambios en los procesos de jubilación, así como eliminación de legisladores plurinominales y elección ciudadana de actores del poder judicial son de las iniciativas que han llamado más la atención del interés público.

Pero, ¿qué es una reforma? Porque la mayoría de las personas sabemos que se trata de una modificación, pero no es un cambiar por cambiar. Las reformas tienen un espíritu, están guiadas por propósitos y plantean la necesidad de estrategias (en este caso, estrategias políticas).

Es del dominio público la idea de que lo viejo e inoperante hay que cambiarlo, pero el significado de la reforma no tiene su razón en el mero cambio, en acabar con lo ineficaz y lo que termina por estorbar un desarrollo.

Tras una reforma hay una intención que no es meramente destructiva. La reforma es, ante todo, la manifestación de una voluntad por construir algo mejor de lo que ya se tiene. Una reforma político-social, por ejemplo, delinea y obliga a construir una mejor sociedad.

La mayoría de los mexicanos deseamos una mejor sociedad, y para construir una mejor sociedad se requiere un nuevo marco legal, un cambio en la Constitución, pero dicho deseo nos exige igualmente un compromiso con la construcción efectiva de esa sociedad deseada.

Una sociedad es una entidad viva, más aún: es una organización que aprende. Aprender es cambiar. Las reformas constitucionales deberían ser entendidas como el reflejo de ese aprendizaje organizacional que debió gestarse a lo largo de los años.

La idea de reforma es una idea que supone un distanciamiento de lo que estorba o hace daño al desarrollo de la entidad. Pero la idea de reforma también implica una visión estratégica de la sociedad anhelada.

Esperemos que las iniciativas de reforma de AMLO estén sustentadas en un auténtico compromiso con el cambio en favor de todos los habitantes de este país. Y esperamos que las iniciativas que sean aprobadas se realicen sobre principios y estrategias efectivas para el bien común.

La idea de reforma es, en sí, una idea de construcción. La destrucción no necesita Constitución alguna.


El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha presentado un paquete de veinte iniciativas de reformas constitucionales. Esto lo hizo el pasado 5 de febrero, en la fecha conmemorativa de la Constitución.

De acuerdo con el mandatario, las modificaciones a nuestra carta magna tienen su razón en el interés de la nación, argumentando la impopularidad de los artículos que se pretende cambiar con esta decisión presidencial.

Con estas modificaciones a la constitución se busca, según el gobernante, promover un desarrollo más integral en beneficio de las clases históricamente más desprotegidas en lo político, laboral, educativo y social, entre otros aspectos.

Las iniciativas de reforma a la Constitución, que se esgrimen como una herramienta de beneficio para la sociedad en general tras el período de gobiernos neoliberales, deberán ser analizadas y discutidas por los integrantes del Congreso de la Unión.

Cambios en los procesos de jubilación, así como eliminación de legisladores plurinominales y elección ciudadana de actores del poder judicial son de las iniciativas que han llamado más la atención del interés público.

Pero, ¿qué es una reforma? Porque la mayoría de las personas sabemos que se trata de una modificación, pero no es un cambiar por cambiar. Las reformas tienen un espíritu, están guiadas por propósitos y plantean la necesidad de estrategias (en este caso, estrategias políticas).

Es del dominio público la idea de que lo viejo e inoperante hay que cambiarlo, pero el significado de la reforma no tiene su razón en el mero cambio, en acabar con lo ineficaz y lo que termina por estorbar un desarrollo.

Tras una reforma hay una intención que no es meramente destructiva. La reforma es, ante todo, la manifestación de una voluntad por construir algo mejor de lo que ya se tiene. Una reforma político-social, por ejemplo, delinea y obliga a construir una mejor sociedad.

La mayoría de los mexicanos deseamos una mejor sociedad, y para construir una mejor sociedad se requiere un nuevo marco legal, un cambio en la Constitución, pero dicho deseo nos exige igualmente un compromiso con la construcción efectiva de esa sociedad deseada.

Una sociedad es una entidad viva, más aún: es una organización que aprende. Aprender es cambiar. Las reformas constitucionales deberían ser entendidas como el reflejo de ese aprendizaje organizacional que debió gestarse a lo largo de los años.

La idea de reforma es una idea que supone un distanciamiento de lo que estorba o hace daño al desarrollo de la entidad. Pero la idea de reforma también implica una visión estratégica de la sociedad anhelada.

Esperemos que las iniciativas de reforma de AMLO estén sustentadas en un auténtico compromiso con el cambio en favor de todos los habitantes de este país. Y esperamos que las iniciativas que sean aprobadas se realicen sobre principios y estrategias efectivas para el bien común.

La idea de reforma es, en sí, una idea de construcción. La destrucción no necesita Constitución alguna.