/ viernes 8 de marzo de 2024

Nada es bastante

Tema: La ambición, la inconformidad con lo que se tiene, el impulso o deseo de poseer cada vez más, por innecesario que lo deseado sea. Detrás de esto, un vacío existencial que no se llena jamás y convierte nuestra vida en una preocupación constante por tener más, lo que sea.

La voluntad de adquirir cosas, de tener lo que otros tienen o no tienen, es una voluntad de llenar algo, es una voluntad de satisfacción. Creo que se trata de una satisfacción de ser: el ser de quien adquiere busca crecer con lo que adquiere y se identifica con ello.

Muy conocida es la historia del sabio Sócrates, quien vivía apenas con lo indispensable, cuando al pasear por el mercado llegó a exclamar: “¡cuántas cosas hay aquí que no necesito!”. Por supuesto que el filósofo se retiró del lugar con la satisfacción de no adquirir nada.

El ser de Sócrates no dependía de las cosas que él pudiera adquirir. El ser de Sócrates era auténtico en el sentido de que no eran las posesiones lo que le definían. Lo que definía a Sócrates era su persona, con o sin posesiones o adquisiciones.

No es propio de la época actual el que la mayoría de las personas se exijan a sí mismas tanto para llegar a tener algo. Poseer algo, la tenencia de cualquier cosa, es una meta que ha animado a las personas a lo largo de la historia.

Por mucho o poco que se aspire a tener, muchas vidas tienen sentido por el deseo de tener, se entregan en cuerpo y alma a la misión de tener cada vez más. Y muchos individuos se convierten en maestros de la adquisición (a veces legal y a veces ilegal) de bienes.

Uno de los motores para aquellos que se entregan a la misión de adquirir es la envidia. La envidia es un sentimiento que nace de hacer la contrastación entre lo que uno tiene frente a lo que otros tienen. Viene entonces la codicia, el deseo de tener tanto o más que los demás.

Hay una frase que bien describe el ánimo que late en los envidiosos y en los codiciosos: “tú tanto tienes, tú tanto vales”. Esto no significa otra cosa que el convertir a la persona en sus propiedades; el individuo identificado con las cosas que tiene, ¡y no más!

¿Cuál es el techo de los envidiosos y codiciosos? ¿Cuál es su límite? ¿Hasta dónde se pinta la rayita que significa suficiente? ¿Siempre hay más que buscar tener? ¿Hasta cuando llega a ser bastante? ¿Nada es bastante?

Un afán interminable por tener, por acumular riqueza, no es sino una carrera sin fin, sin suficiencia. Quizás quienes la emprendan la disfruten y les entusiasmen los retos y los riesgos que ella implica.

Si distinguimos bien entre la persona y sus riquezas, ¿acaso no tienen valor independiente entre ellas? El ser de la persona es independiente de sus posesiones. ¿Cuántas posesiones serán bastante para hacernos personas valiosas?


Tema: La ambición, la inconformidad con lo que se tiene, el impulso o deseo de poseer cada vez más, por innecesario que lo deseado sea. Detrás de esto, un vacío existencial que no se llena jamás y convierte nuestra vida en una preocupación constante por tener más, lo que sea.

La voluntad de adquirir cosas, de tener lo que otros tienen o no tienen, es una voluntad de llenar algo, es una voluntad de satisfacción. Creo que se trata de una satisfacción de ser: el ser de quien adquiere busca crecer con lo que adquiere y se identifica con ello.

Muy conocida es la historia del sabio Sócrates, quien vivía apenas con lo indispensable, cuando al pasear por el mercado llegó a exclamar: “¡cuántas cosas hay aquí que no necesito!”. Por supuesto que el filósofo se retiró del lugar con la satisfacción de no adquirir nada.

El ser de Sócrates no dependía de las cosas que él pudiera adquirir. El ser de Sócrates era auténtico en el sentido de que no eran las posesiones lo que le definían. Lo que definía a Sócrates era su persona, con o sin posesiones o adquisiciones.

No es propio de la época actual el que la mayoría de las personas se exijan a sí mismas tanto para llegar a tener algo. Poseer algo, la tenencia de cualquier cosa, es una meta que ha animado a las personas a lo largo de la historia.

Por mucho o poco que se aspire a tener, muchas vidas tienen sentido por el deseo de tener, se entregan en cuerpo y alma a la misión de tener cada vez más. Y muchos individuos se convierten en maestros de la adquisición (a veces legal y a veces ilegal) de bienes.

Uno de los motores para aquellos que se entregan a la misión de adquirir es la envidia. La envidia es un sentimiento que nace de hacer la contrastación entre lo que uno tiene frente a lo que otros tienen. Viene entonces la codicia, el deseo de tener tanto o más que los demás.

Hay una frase que bien describe el ánimo que late en los envidiosos y en los codiciosos: “tú tanto tienes, tú tanto vales”. Esto no significa otra cosa que el convertir a la persona en sus propiedades; el individuo identificado con las cosas que tiene, ¡y no más!

¿Cuál es el techo de los envidiosos y codiciosos? ¿Cuál es su límite? ¿Hasta dónde se pinta la rayita que significa suficiente? ¿Siempre hay más que buscar tener? ¿Hasta cuando llega a ser bastante? ¿Nada es bastante?

Un afán interminable por tener, por acumular riqueza, no es sino una carrera sin fin, sin suficiencia. Quizás quienes la emprendan la disfruten y les entusiasmen los retos y los riesgos que ella implica.

Si distinguimos bien entre la persona y sus riquezas, ¿acaso no tienen valor independiente entre ellas? El ser de la persona es independiente de sus posesiones. ¿Cuántas posesiones serán bastante para hacernos personas valiosas?