/ viernes 5 de agosto de 2022

El amor a la verdad, valores y principios

Por: Mario Góngora H.


El término verdad se usa frecuentemente para significar “el acuerdo entre una afirmación y los hechos o la realidad a la que dicha afirmación se refiere, o la fidelidad a una idea”. Pero el problema es que frecuentemente “la verdad” está íntimamente ligada a las creencias de cada persona. Y para cada una de ellas es solamente “verdad” lo que ellos piensan que es su realidad. Así, la verdad musulmana respecto al respeto y libertad de la mujer, por ejemplo, difiere mucho de lo que es en el mundo occidental, el cual principalmente se dice cristiano, pero que no lo es tanto.

Muchos queremos buscar la verdad en libros, otros en la fe, y otros hasta mueren por ella. Pero si cada uno de nosotros tiene un mapa de tal verdad, un paradigma, difícil es llegar a entendernos el uno con el otro. Al mismo tiempo, reconocer una verdad no significa que estemos de acuerdo con ella. Quizás una fórmula que aunque no cien por ciento segura, pero efectiva para una mayoría, es adherirnos a los principios universales.

Los principios universales son verdades fundamentales que tienen una aplicación y una aceptación universal. Son guías para la conducta humana que se han probado como perdurables y permanentes. Los principios son verdades (para una mayoría). Los valores son cambiantes según la persona, son realidades subjetivas, mapas o paradigmas.


Los valores son captados por la intuición o la sensibilidad humana. Para que exista un valor en nosotros, tenemos en cierta forma que darle vida nosotros mismos. Existen como cualidades estructurales. Por supuesto que en algunos casos podemos o debemos hacer valores de algunos principios, como por ejemplo la justicia, la integridad, la honestidad, o la dignidad. Para realmente encontrar la verdad es prudente buscarla y descubrir todo lo bueno, en todo y en todos los que nos rodean.

Existen dos mundos: el que podemos medir en metros o centímetros, el que una mayoría considera en el momento de evaluar una “verdad”. Por otro lado, se trata de “sentir con el corazón” y “visualizar con la mente”, pues existen muchas cosas espirituales que en apariencia son incomprensibles, que tienen mucho o todo que ver con la vida y sus resultados. Cuando muchos hombres y mujeres de ciencia dejen de ignorar estas cosas y empiecen a descubrir los enormes océanos de verdad en la unión de la espiritualidad y la ciencia, el mundo podrá empezar a cambiar. Quien se mete a una cueva y quiere ver las estrellas no verá muchas de ellas.

Existen muchas cosas en la naturaleza humana que la ciencia no puede explicar, pero sabemos por instinto que somos seres espirituales, y aunque no hay escuela científica que pueda probarlo, tampoco la hay que pueda negarlo. Los recientes estudios en la física cuántica nos explican cómo esta espiritualidad es en realidad parte de nuestra naturaleza. El hombre no es, como lo asegura el materialismo, únicamente un animal “superior” y por consiguiente no puede considerársele respetable solamente con sus características animales. El amor a la verdad nos abre nuevos caminos para precisamente poder descubrir todas las nuevas verdades.


Por: Mario Góngora H.


El término verdad se usa frecuentemente para significar “el acuerdo entre una afirmación y los hechos o la realidad a la que dicha afirmación se refiere, o la fidelidad a una idea”. Pero el problema es que frecuentemente “la verdad” está íntimamente ligada a las creencias de cada persona. Y para cada una de ellas es solamente “verdad” lo que ellos piensan que es su realidad. Así, la verdad musulmana respecto al respeto y libertad de la mujer, por ejemplo, difiere mucho de lo que es en el mundo occidental, el cual principalmente se dice cristiano, pero que no lo es tanto.

Muchos queremos buscar la verdad en libros, otros en la fe, y otros hasta mueren por ella. Pero si cada uno de nosotros tiene un mapa de tal verdad, un paradigma, difícil es llegar a entendernos el uno con el otro. Al mismo tiempo, reconocer una verdad no significa que estemos de acuerdo con ella. Quizás una fórmula que aunque no cien por ciento segura, pero efectiva para una mayoría, es adherirnos a los principios universales.

Los principios universales son verdades fundamentales que tienen una aplicación y una aceptación universal. Son guías para la conducta humana que se han probado como perdurables y permanentes. Los principios son verdades (para una mayoría). Los valores son cambiantes según la persona, son realidades subjetivas, mapas o paradigmas.


Los valores son captados por la intuición o la sensibilidad humana. Para que exista un valor en nosotros, tenemos en cierta forma que darle vida nosotros mismos. Existen como cualidades estructurales. Por supuesto que en algunos casos podemos o debemos hacer valores de algunos principios, como por ejemplo la justicia, la integridad, la honestidad, o la dignidad. Para realmente encontrar la verdad es prudente buscarla y descubrir todo lo bueno, en todo y en todos los que nos rodean.

Existen dos mundos: el que podemos medir en metros o centímetros, el que una mayoría considera en el momento de evaluar una “verdad”. Por otro lado, se trata de “sentir con el corazón” y “visualizar con la mente”, pues existen muchas cosas espirituales que en apariencia son incomprensibles, que tienen mucho o todo que ver con la vida y sus resultados. Cuando muchos hombres y mujeres de ciencia dejen de ignorar estas cosas y empiecen a descubrir los enormes océanos de verdad en la unión de la espiritualidad y la ciencia, el mundo podrá empezar a cambiar. Quien se mete a una cueva y quiere ver las estrellas no verá muchas de ellas.

Existen muchas cosas en la naturaleza humana que la ciencia no puede explicar, pero sabemos por instinto que somos seres espirituales, y aunque no hay escuela científica que pueda probarlo, tampoco la hay que pueda negarlo. Los recientes estudios en la física cuántica nos explican cómo esta espiritualidad es en realidad parte de nuestra naturaleza. El hombre no es, como lo asegura el materialismo, únicamente un animal “superior” y por consiguiente no puede considerársele respetable solamente con sus características animales. El amor a la verdad nos abre nuevos caminos para precisamente poder descubrir todas las nuevas verdades.