/ sábado 21 de abril de 2018

El hábito del ahorro

Conozco a pocas personas que tienen este hábito. Quizá sea el secreto de por qué muchos de sus logros son atribuidos a la suerte cuando en realidad el que ahorra, genera beneficios incalculables.

Algo que ganamos ahorrando, además de tener alguna reserva para urgencias e imprevistos, o tener un fondo para una compra posterior, es la prudencia, la libertad, la prosperidad y las oportunidades. Aumenta nuestro auto respeto y nos gana el de otras personas. Nos permite tener ese fondo de reserva y nos abre crédito. Nos quita el miedo de quedarnos sin trabajo, así como el terror de pasar una vejez miserable. Nos permite salir delante de algunas enfermedades, o accidentes de toda índole, y nos proporciona la satisfacción de volver una realidad muchos de nuestros sueños. Contribuye también a evitar el desperdicio, las exageraciones y las extravagancias. Y en el plan familiar, nos permite ayudar a hijos o familiares en sus estudios o a emprender algún negocio. En pocas palabras, hace que el dinero trabaje para nosotros, que pudiera ser uno de los secretos de la riqueza.

Lo mismo que siempre ha sido, es que si de dos quitamos dos, nada nos queda. Si vivimos al día, o fuera de nuestras posibilidades, nunca conseguimos la independencia. El vivir dentro de nuestros recursos requiere casi siempre de tremenda auto disciplina, de sacrificio, y no de vivir con el anhelo de poseer lo que otros tienen. Sin orden, sin economía, sin frugalidad y sin medida, no se

puede liberar a un individuo de la pobreza.

Lo más terrible es que los que gastan actualmente a manos llenas, vivirán también enormes humillaciones, dentro de algunos días, meses o años. El despilfarro nos roba no sólo el dinero, sino también nuestra energía, el carácter, el tiempo, nuestras habilidades y las oportunidades.

Cada peso ahorrado, es un imán para atraer más pesos.

Ahorrar es convertir la debilidad en fuerza; la ceguera en visión; la pereza en trabajo; la discordia en armonía; la obscuridad en luz; el fracaso en éxito y el desperdicio en riqueza.

Aunque existen varias formas de implantarnos el hábito del ahorro, el número uno es el de distinguir la diferencia entre un deseo y una necesidad. Podemos desear algo con mucho anhelo, pero el preguntarnos y contestarnos con honestidad ¿realmente lo necesito?, nos dará la respuesta. Sacrificar algo en lo que gastamos hoy en aras de juntar dinero para el futuro, es relativamente fácil también. Sólo hay que desear intensamente lo que deseamos y trabajar un poco más para obtenerlo.