/ jueves 25 de enero de 2018

El primer aniversario de Trump

Donald Trump celebró su primer año en la presidencia de los Estados Unidos con el cierre parcial de las actividades de su gobierno, debido a que no logró un acuerdo con los senadores demócratas.

En lugar de festejar, tuvo que avocarse a continuar las negociaciones sobre el presupuesto de este año. El inicio de la recaudación para su reelección tuvo que ser pospuesta y ahora los norteamericanos sufrirán las consecuencias por haber votado por el inestable empresario.

El inquilino de la Casa Blanca ostenta el título de ser el presidente más impopular de este siglo y compite por el del anterior con Truman, pues de acuerdo a Los Ángeles Times, es apoyado por el 32% o sólo por el 28% de los ciudadanos, de acuerdo a la encuesta de ABC/Post. Gallup por su parte informa que tiene una aprobación promedio del 39%.

Enumerar las disparatadas y nocivas medidas tomadas por Trump requieren más que este limitado espacio, por lo que sólo señalaré la que impidió la aprobación demócrata: la cancelación del programa de los dreamers. Esta es una de las acciones más impopulares, criticada incluso por sus colaboradores, la mayoría de los cuales (de acuerdo al libro Fuego y furia) no lo bajan de ser un imbécil.

La incógnita continúa siendo por qué los estadounidenses escogieron a un personaje tan incapaz y visceral, cuando pudieron optar por otras propuestas mejores, incluso republicanas. Reflexionar sobre ello es necesario cuando estamos a punto de elegir a nuestro próximo presidente, por lo que lo más conveniente es votar racionalmente y no impulsivamente por la menos mala de las candidaturas.

El futuro de Estados Unidos y del mundo, principalmente el de México, depende en buena medida de las decisiones de un tipo que se pasa la mayor de su tiempo viendo televisión y mandando mensajes agresivos por Twitter.

El dirigente de la potencia más poderosa del mundo es un pésimo ejemplo de la política democrática, cuando fallan los mecanismos de selección y prevalece la vídeocracia ya analizada desde los noventa por Sartori. Un homo videns así empoderado no puede y menos debe ser la única opción lógica de esta cuestionable posmodernidad.    

Donald Trump celebró su primer año en la presidencia de los Estados Unidos con el cierre parcial de las actividades de su gobierno, debido a que no logró un acuerdo con los senadores demócratas.

En lugar de festejar, tuvo que avocarse a continuar las negociaciones sobre el presupuesto de este año. El inicio de la recaudación para su reelección tuvo que ser pospuesta y ahora los norteamericanos sufrirán las consecuencias por haber votado por el inestable empresario.

El inquilino de la Casa Blanca ostenta el título de ser el presidente más impopular de este siglo y compite por el del anterior con Truman, pues de acuerdo a Los Ángeles Times, es apoyado por el 32% o sólo por el 28% de los ciudadanos, de acuerdo a la encuesta de ABC/Post. Gallup por su parte informa que tiene una aprobación promedio del 39%.

Enumerar las disparatadas y nocivas medidas tomadas por Trump requieren más que este limitado espacio, por lo que sólo señalaré la que impidió la aprobación demócrata: la cancelación del programa de los dreamers. Esta es una de las acciones más impopulares, criticada incluso por sus colaboradores, la mayoría de los cuales (de acuerdo al libro Fuego y furia) no lo bajan de ser un imbécil.

La incógnita continúa siendo por qué los estadounidenses escogieron a un personaje tan incapaz y visceral, cuando pudieron optar por otras propuestas mejores, incluso republicanas. Reflexionar sobre ello es necesario cuando estamos a punto de elegir a nuestro próximo presidente, por lo que lo más conveniente es votar racionalmente y no impulsivamente por la menos mala de las candidaturas.

El futuro de Estados Unidos y del mundo, principalmente el de México, depende en buena medida de las decisiones de un tipo que se pasa la mayor de su tiempo viendo televisión y mandando mensajes agresivos por Twitter.

El dirigente de la potencia más poderosa del mundo es un pésimo ejemplo de la política democrática, cuando fallan los mecanismos de selección y prevalece la vídeocracia ya analizada desde los noventa por Sartori. Un homo videns así empoderado no puede y menos debe ser la única opción lógica de esta cuestionable posmodernidad.