/ miércoles 8 de noviembre de 2023

Gritar y actuar para ser verdaderamente humanos

Dos tragedias nos cimbraron el pasado mes de octubre: la guerra de Israel contra el Pueblo Palestino, y la embestida del huracán Otis contra Acapulco y una vasta zona del estado de Guerrero.

Ambas tragedias son provocadas directa o indirectamente por la (des) humanización: la terrible ofensiva bélica de los israelíes contra Gaza es, dicen éstos, una respuesta, al ataque lanzado por el grupo Hamás contra poblaciones israelíes del 7 de octubre, pero la intensidad, la crueldad y el carácter masivo de los ataques israelíes están fuera de toda proporción. Por otra parte, aunque el huracán que devastó la costa y parte de la montaña guerrerense puede decirse que es un fenómeno “natural”, su carácter repentino, y su inusitada fuerza y forma de su embate, son producto del acelerado cambio climático que está padeciendo nuestro planeta, que a su vez es antropogenerado, es decir, provocado por el género humano.

Ambas tragedias nos revelan dos caras de la crisis civilizatoria que padecemos: la crisis climática y la crisis del modelo de dominación global, que revela que las grandes potencias coloniales o neocoloniales y sus países instrumentos, como Israel, cada vez requieren de más y mayor violencia para mantener su dominio sobre los pueblos subordinados.

La guerra de Israel contra el pueblo palestino de Gaza, aunque aquéllos digan que es contra Hamás, ha producido una espantosa cantidad de personas muertas: 10 mil 22 al 6 de noviembre, incluidas 152 en Cisjordania y más de mil 400 en Israel mismo. De éstas, 3 mil 900 son niñas y niños, casi el 40%. Se trata de un atroz infanticidio. Aquí han sido asesinados más niñas y niños que en todas las guerras de los últimos tres años. Han sido asesinados más de una treintena de periodistas y muchos maestros de la ONU. La crueldad israelí no ha parado en bombardear hospitales, centros de refugiados, iglesias, mezquitas, escuelas.

La destrucción en Gaza no para ahí: Los bombardeos han hecho que se pierdan 182 mil puestos de trabajo, el 61% del total. Ha destruido la poca agricultura, los huertos de olivos. Ha arrasado miles de viviendas, destruido la infraestructura social: escuelas, centros comunitarios, hospitales, centrales de paneles solares, plantas eléctricas, redes hidráulicas. La crisis humanitaria no es sólo de muertes, heridas, también de insanidad, de desnutrición, de hambruna, de sed.

Más cerca geográficamente, pero humanamente igual, la tragedia de Acapulco y buena parte de Guerrero. La cuota de vidas perdidas no ha sido tan alta, afortunadamente, pero la de vidas truncadas es estratosférica. Miles de personas han perdido sus casas, su patrimonio, sus pequeños negocios, sus herramientas de trabajo. En el medio rural no sólo se han perdido las cosechas, también ha habido mortandad de ganado, el viento y el agua destruyeron huertos y plantíos, establos, ranchos.

Algunas personas han gastado más energías en polemizar sobre lo que el gobierno hizo o debería haber hecho y no hizo que en moverse para contribuir con algo a las personas y comunidades damnificadas por el meteoro. Los gobiernos habrán de rendir cuentas y la ciudadanía habrá de exigírselas y evaluarlas, ciertamente. Pero en este momento lo más importante es que la ayuda les llegue a las personas por la vía que sea, por el medio o canal que cada uno considere más adecuado.

Como personas humanas tenemos que luchar contra las fuerzas de la deshumanización cuando se hacen más presentes, como son estas dos tragedias. No basta con mantenernos informados. Información que no genera conciencia es mera curiosidad y en algunos casos, hasta morbo. Es necesario que compartamos la información para construir una amplia conciencia y llamar a un accionar que nos humanice. Este accionar puede tomar dos caminos:

En el caso de la guerra de Gaza, hay que gritar: unir nuestra voz a la corriente cada vez más caudalosa de voces que a lo largo de todo el planeta condenan el genocidio, sumarnos a las manifestaciones públicas, difundir, escribir a nuestras y nuestros representantes, a la Embajada de Israel, pidiendo el inmediato cese del fuego y la liberación de los rehenes cautivos de Hamás.

En el caso de Guerrero, hacernos presentes con nuestra ayuda material, con nuestro apoyo económico, con nuestro tiempo si se requiere voluntariado.

Sólo así podremos aprovechar el embate de la deshumanización. Si ésta nos divide, tenemos que comprender que todos los seres humanos estamos conectados, y tenemos que actuar en fraternidad para tornarnos más personas, más comunidad humana.


Dos tragedias nos cimbraron el pasado mes de octubre: la guerra de Israel contra el Pueblo Palestino, y la embestida del huracán Otis contra Acapulco y una vasta zona del estado de Guerrero.

Ambas tragedias son provocadas directa o indirectamente por la (des) humanización: la terrible ofensiva bélica de los israelíes contra Gaza es, dicen éstos, una respuesta, al ataque lanzado por el grupo Hamás contra poblaciones israelíes del 7 de octubre, pero la intensidad, la crueldad y el carácter masivo de los ataques israelíes están fuera de toda proporción. Por otra parte, aunque el huracán que devastó la costa y parte de la montaña guerrerense puede decirse que es un fenómeno “natural”, su carácter repentino, y su inusitada fuerza y forma de su embate, son producto del acelerado cambio climático que está padeciendo nuestro planeta, que a su vez es antropogenerado, es decir, provocado por el género humano.

Ambas tragedias nos revelan dos caras de la crisis civilizatoria que padecemos: la crisis climática y la crisis del modelo de dominación global, que revela que las grandes potencias coloniales o neocoloniales y sus países instrumentos, como Israel, cada vez requieren de más y mayor violencia para mantener su dominio sobre los pueblos subordinados.

La guerra de Israel contra el pueblo palestino de Gaza, aunque aquéllos digan que es contra Hamás, ha producido una espantosa cantidad de personas muertas: 10 mil 22 al 6 de noviembre, incluidas 152 en Cisjordania y más de mil 400 en Israel mismo. De éstas, 3 mil 900 son niñas y niños, casi el 40%. Se trata de un atroz infanticidio. Aquí han sido asesinados más niñas y niños que en todas las guerras de los últimos tres años. Han sido asesinados más de una treintena de periodistas y muchos maestros de la ONU. La crueldad israelí no ha parado en bombardear hospitales, centros de refugiados, iglesias, mezquitas, escuelas.

La destrucción en Gaza no para ahí: Los bombardeos han hecho que se pierdan 182 mil puestos de trabajo, el 61% del total. Ha destruido la poca agricultura, los huertos de olivos. Ha arrasado miles de viviendas, destruido la infraestructura social: escuelas, centros comunitarios, hospitales, centrales de paneles solares, plantas eléctricas, redes hidráulicas. La crisis humanitaria no es sólo de muertes, heridas, también de insanidad, de desnutrición, de hambruna, de sed.

Más cerca geográficamente, pero humanamente igual, la tragedia de Acapulco y buena parte de Guerrero. La cuota de vidas perdidas no ha sido tan alta, afortunadamente, pero la de vidas truncadas es estratosférica. Miles de personas han perdido sus casas, su patrimonio, sus pequeños negocios, sus herramientas de trabajo. En el medio rural no sólo se han perdido las cosechas, también ha habido mortandad de ganado, el viento y el agua destruyeron huertos y plantíos, establos, ranchos.

Algunas personas han gastado más energías en polemizar sobre lo que el gobierno hizo o debería haber hecho y no hizo que en moverse para contribuir con algo a las personas y comunidades damnificadas por el meteoro. Los gobiernos habrán de rendir cuentas y la ciudadanía habrá de exigírselas y evaluarlas, ciertamente. Pero en este momento lo más importante es que la ayuda les llegue a las personas por la vía que sea, por el medio o canal que cada uno considere más adecuado.

Como personas humanas tenemos que luchar contra las fuerzas de la deshumanización cuando se hacen más presentes, como son estas dos tragedias. No basta con mantenernos informados. Información que no genera conciencia es mera curiosidad y en algunos casos, hasta morbo. Es necesario que compartamos la información para construir una amplia conciencia y llamar a un accionar que nos humanice. Este accionar puede tomar dos caminos:

En el caso de la guerra de Gaza, hay que gritar: unir nuestra voz a la corriente cada vez más caudalosa de voces que a lo largo de todo el planeta condenan el genocidio, sumarnos a las manifestaciones públicas, difundir, escribir a nuestras y nuestros representantes, a la Embajada de Israel, pidiendo el inmediato cese del fuego y la liberación de los rehenes cautivos de Hamás.

En el caso de Guerrero, hacernos presentes con nuestra ayuda material, con nuestro apoyo económico, con nuestro tiempo si se requiere voluntariado.

Sólo así podremos aprovechar el embate de la deshumanización. Si ésta nos divide, tenemos que comprender que todos los seres humanos estamos conectados, y tenemos que actuar en fraternidad para tornarnos más personas, más comunidad humana.