/ domingo 22 de noviembre de 2020

La 4T a favor de un mundo del trabajo más digno

En días pasados AMLO dio una muestra más de la voluntad de su gobierno de realizar una profunda transformación del régimen laboral en beneficio de los trabajadores: propuso modificar las normas que regulan la subcontratación de trabajadores, las cuales desde su adopción han representado un nuevo factor de precarización laboral en los mercados de trabajo urbanos.

Esto es trascendental porque en México, y particularmente en las zonas urbanas de nuestro estado, la causa principal de la pobreza no fue la ausencia de oportunidades en el sector formal de la economía, sino, paradójicamente, una pobreza laboral con un rostro extraño: en la que cuanto más esfuerzo se destinaba, al cumplimiento estricto de una disciplina de trabajo impuesta por un aparato industrial insaciable, menos recibían.

Pero la historia no paró con el deterioro del salario, pues las prestaciones conectadas con su monto, como el derecho a la vivienda o a la seguridad social, pagadas, respectivamente, como cuotas al Infonavit y al IMSS, también se hundieron y con ello la calidad de la vivienda y desde luego de los servicios de salud.

Sin embargo, los gobiernos lejos de generar programas para atender la precarización del trabajo instauraron un nuevo credo liberal que falsificaba el origen de la nueva pobreza, asegurando que ésta se debía a un mercado de trabajo rígido, que no permitía que los salarios y prestaciones se adaptaran a las posibilidades de pago de las empresas que, por tanto, era indispensable realizar una reforma estructural a nuestras regulaciones laborales, para facilitar la creación de empresas y empleos que de otra manera no podrían sostenerse.

Aunque este diagnóstico era insostenible, el remedio alcanzó dimensiones absurdas, al derivar en una propuesta para legalizar la subcontratación de mano de obra, con el objeto de liberar a las empresas de la “carga” que representaban los derechos consagrados en nuestro régimen laboral.

El resultado lo tenemos a la vista: mientras que nadie ha podido explicar cuántos empleos dignos generó esta contrarreforma laboral, ahora se tienen evidencias de que, con las libertades que otorga a las empresas el “outsourcing”, nuestros mercados de trabajo se asemejan cada vez más a la descripción que Eduardo Galeano, con su inmenso ingenio, nos ofreciera de nuestras grandes libertades: “Los mercados libres son como los barcos piratas: cuanto más libres, peor”.

Por ello nos parece que esta nueva propuesta de la 4T que limita el libertinaje de la llamada reforma laboral, establecida en las modificaciones a la Ley Federal del Trabajo en 2012, aunque los empresarios lo duden, da cuenta de una transformación más de nuestro régimen laboral en favor de los trabajadores, empresarios y patrones. En realidad, contribuye a dignificar el mundo del trabajo y a nuestro México en pleno.


En días pasados AMLO dio una muestra más de la voluntad de su gobierno de realizar una profunda transformación del régimen laboral en beneficio de los trabajadores: propuso modificar las normas que regulan la subcontratación de trabajadores, las cuales desde su adopción han representado un nuevo factor de precarización laboral en los mercados de trabajo urbanos.

Esto es trascendental porque en México, y particularmente en las zonas urbanas de nuestro estado, la causa principal de la pobreza no fue la ausencia de oportunidades en el sector formal de la economía, sino, paradójicamente, una pobreza laboral con un rostro extraño: en la que cuanto más esfuerzo se destinaba, al cumplimiento estricto de una disciplina de trabajo impuesta por un aparato industrial insaciable, menos recibían.

Pero la historia no paró con el deterioro del salario, pues las prestaciones conectadas con su monto, como el derecho a la vivienda o a la seguridad social, pagadas, respectivamente, como cuotas al Infonavit y al IMSS, también se hundieron y con ello la calidad de la vivienda y desde luego de los servicios de salud.

Sin embargo, los gobiernos lejos de generar programas para atender la precarización del trabajo instauraron un nuevo credo liberal que falsificaba el origen de la nueva pobreza, asegurando que ésta se debía a un mercado de trabajo rígido, que no permitía que los salarios y prestaciones se adaptaran a las posibilidades de pago de las empresas que, por tanto, era indispensable realizar una reforma estructural a nuestras regulaciones laborales, para facilitar la creación de empresas y empleos que de otra manera no podrían sostenerse.

Aunque este diagnóstico era insostenible, el remedio alcanzó dimensiones absurdas, al derivar en una propuesta para legalizar la subcontratación de mano de obra, con el objeto de liberar a las empresas de la “carga” que representaban los derechos consagrados en nuestro régimen laboral.

El resultado lo tenemos a la vista: mientras que nadie ha podido explicar cuántos empleos dignos generó esta contrarreforma laboral, ahora se tienen evidencias de que, con las libertades que otorga a las empresas el “outsourcing”, nuestros mercados de trabajo se asemejan cada vez más a la descripción que Eduardo Galeano, con su inmenso ingenio, nos ofreciera de nuestras grandes libertades: “Los mercados libres son como los barcos piratas: cuanto más libres, peor”.

Por ello nos parece que esta nueva propuesta de la 4T que limita el libertinaje de la llamada reforma laboral, establecida en las modificaciones a la Ley Federal del Trabajo en 2012, aunque los empresarios lo duden, da cuenta de una transformación más de nuestro régimen laboral en favor de los trabajadores, empresarios y patrones. En realidad, contribuye a dignificar el mundo del trabajo y a nuestro México en pleno.