/ viernes 25 de diciembre de 2020

La Natividad Virtual del 2020

Me parece que en la historia del mundo, nunca había sucedido una Navidad en medio de una pandemia universal. El Covid-19 ha cambiado la vida en el mundo. Por primera vez una enfermedad infecciosa ha afectado a todas las naciones. Ha afectado a países pobres y ricos. Todo el mundo ha estado a merced de los corona virus.

La pandemia ha cambiado radical usos y costumbres. Todo se ha tenido que cambiar por el contagio: la manera de vivir, la manera de aislarse, la manera de comer, la manera de dormir; la manera de vender, de comprar, de viajar, de usar un taxi, de saludar, de cuidarse, de vestir, de pasear, de reunirse, de requerimientos, de medicinas, de hospitalizarse, de estudiar, de morir, de sepultar, de incinerarse, de honras fúnebres, de asistir a misa, de visitar un templo; de casarse, de bautizarse, de comulgar. Ha sido tiempo de filas para evitar la infección. Filas: para entrar a los comercios, a un supermercado, a un Banco, a un restaurante, a una farmacia; al reparto de ayudas porque no había empleos, a las iglesias, al pago de impuestos, para abordar un camión de transportación. Para los servicios, para las compras. Tuvimos que entrar a la moda de los cubrebocas para evitar la epidemia.

La plaga nos obligó a utilizar la computadora, el celular, el teléfono, la televisión. Hubo que inventar la palabra “virtual” que significa vivir en grupo sin juntarnos físicamente. Nacieron las juntas virtuales, las clases virtuales, la convivencia virtual, las compras virtuales, las ventas virtuales, la venta a distancia. Eso nos dejó de bueno la pandemia: vivir de manera virtual.

A pesar de todo, la Navidad con todo y ser afectada, no suspendió la Noche Buena, ni la cena, ni los regalos, ni las posadas, ni los tamales, ni el pavo; ni siquiera las piñatas, celebró los conciertos virtuales de música navideña. La Navidad celebró el aniversario del nacimiento del Niño Dios. El amigo desconocido fue a recibir su regalo delante de la pantalla de la computadora de su propia casa. La Navidad revolucionó en diciembre, obligo a la creación para vivir la natividad. Un mensaje electrónico suplió la tarjeta de felicitación. El celular acercó las caras de los que celebraban la cena en su casa, solos; pero juntos con todos los amigos.

El Papa Francisco publicó las celebraciones que iba a presidir con motivo de la Navidad, para que los católicos pudieran seguir, desde todo el mundo, los actos religiosos. En toda la Iglesia hubo una bendición virtual de las estatuas del Niño Dios. En la Navidad el Papa mandó la Bendición “Urbi el Orbi”. Las iglesias locales tuvieron misas para vivir la liturgia navideña.

La pandemia hizo que la Navidad de diciembre de 2020 fuera una Navidad singular, única en el mundo, especialmente virtual, pero vivida cristianamente. Ojalá y ustedes, mis lectores, tengan una noche navideña virtual con felicidad, con serenidad, con salud, con alegría, pero sobre todo con empleo real.

Me parece que en la historia del mundo, nunca había sucedido una Navidad en medio de una pandemia universal. El Covid-19 ha cambiado la vida en el mundo. Por primera vez una enfermedad infecciosa ha afectado a todas las naciones. Ha afectado a países pobres y ricos. Todo el mundo ha estado a merced de los corona virus.

La pandemia ha cambiado radical usos y costumbres. Todo se ha tenido que cambiar por el contagio: la manera de vivir, la manera de aislarse, la manera de comer, la manera de dormir; la manera de vender, de comprar, de viajar, de usar un taxi, de saludar, de cuidarse, de vestir, de pasear, de reunirse, de requerimientos, de medicinas, de hospitalizarse, de estudiar, de morir, de sepultar, de incinerarse, de honras fúnebres, de asistir a misa, de visitar un templo; de casarse, de bautizarse, de comulgar. Ha sido tiempo de filas para evitar la infección. Filas: para entrar a los comercios, a un supermercado, a un Banco, a un restaurante, a una farmacia; al reparto de ayudas porque no había empleos, a las iglesias, al pago de impuestos, para abordar un camión de transportación. Para los servicios, para las compras. Tuvimos que entrar a la moda de los cubrebocas para evitar la epidemia.

La plaga nos obligó a utilizar la computadora, el celular, el teléfono, la televisión. Hubo que inventar la palabra “virtual” que significa vivir en grupo sin juntarnos físicamente. Nacieron las juntas virtuales, las clases virtuales, la convivencia virtual, las compras virtuales, las ventas virtuales, la venta a distancia. Eso nos dejó de bueno la pandemia: vivir de manera virtual.

A pesar de todo, la Navidad con todo y ser afectada, no suspendió la Noche Buena, ni la cena, ni los regalos, ni las posadas, ni los tamales, ni el pavo; ni siquiera las piñatas, celebró los conciertos virtuales de música navideña. La Navidad celebró el aniversario del nacimiento del Niño Dios. El amigo desconocido fue a recibir su regalo delante de la pantalla de la computadora de su propia casa. La Navidad revolucionó en diciembre, obligo a la creación para vivir la natividad. Un mensaje electrónico suplió la tarjeta de felicitación. El celular acercó las caras de los que celebraban la cena en su casa, solos; pero juntos con todos los amigos.

El Papa Francisco publicó las celebraciones que iba a presidir con motivo de la Navidad, para que los católicos pudieran seguir, desde todo el mundo, los actos religiosos. En toda la Iglesia hubo una bendición virtual de las estatuas del Niño Dios. En la Navidad el Papa mandó la Bendición “Urbi el Orbi”. Las iglesias locales tuvieron misas para vivir la liturgia navideña.

La pandemia hizo que la Navidad de diciembre de 2020 fuera una Navidad singular, única en el mundo, especialmente virtual, pero vivida cristianamente. Ojalá y ustedes, mis lectores, tengan una noche navideña virtual con felicidad, con serenidad, con salud, con alegría, pero sobre todo con empleo real.