/ jueves 6 de septiembre de 2018

La nueva legislatura federal marrón

El pasado primero de septiembre inició la LXIV legislatura federal con una composición distinta a la de las últimas décadas al predominar en ella el partido Morena y por consiguiente será quien defina de hecho las políticas públicas en los próximos tres años.

El color marrón es el dominante en las gráficas que ilustraron en la prensa la composición de la nueva legislatura federal. En la Cámara de Diputados contará con 247 legisladores, por lo que no tendrá problemas para ser la mayoría absoluta si a ellos se le agregan 29 del PT y 31 del PES, partidos que fueron sus aliados en la coalición “Juntos haremos historia”.

La oposición muestra su debilidad, ya que de la coalición “Por México al frente”, el PAN tiene 80 diputados, el MC 28 y el PRD 20.

La coalición menos favorecida fue la encabezada por el tricolor, ya que el PRI sólo tiene 47 diputados, el PVEM 16 y el Panal ninguno. A éstos habrá que restarles los diputados del Verde Ecologista, que ya anunciaron su separación del PRI para apoyar a López Obrador.

En el Senado la situación es parecida, ya que Morena cuenta con 59 senadores, el PT con 6 y el PES con 5,por lo que serían mayoría absoluta si continúan con su alianza. La oposición está disminuida ya que el PAN tiene 24 senadores, el PRI 15, 7 el MC y 8 el PRD. A Morena se le podrían sumar los 16 del Verde Ecologista, por lo que es factible que logren mayoría calificada.

El control de la nueva legislatura será utilizado para revisar y modificar las reformas de este sexenio que logró el Pacto por México, constituido por el PRI, PAN y PRD. Así lo anunció ya Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena.

La hegemonía de un partido no se daba en una legislatura federal desde la aplicación de la reforma electoral de 1996. El PRI perdió la mayoría en las elecciones de 1997 y desde entonces ningún partido había podido establecer su predominio.

Técnicamente se podría discutir que Morena no tiene nominalmente la mayoría absoluta en el congreso, pero lo más probable es que algunos legisladores de los otros partidos pasen a engrosar oficialmente sus filas en la bancada, como lo hicieran anticipadamente varios candidatos que contendieron bajo las siglas del PT y del PES pero que en realidad son de Morena.

Las modificaciones constitucionales que realicen los morenistas y aliados pueden ser avances democráticos, pero también retrocesos. Lo democrático dependerá de cómo se realicen las consultas populares y las decisiones que se tomen por parte de la mayoría legislativa.

Las reformas estructurales que asumió como suyas el presidente Peña Nieto en su sexto y último informe deben ser analizadas no sólo por los ciudadanos sino también por especialistas en la materia para definir si son benéficas o no antes de ser sustituidas por otras, sobre todo en el ramo de la educación.

La tradición de reinventar el país cada seis años debe ser superada por una visión a largo plazo, transexenal y apartidista, que privilegie el futuro del país sobre los intereses personales o de camarillas en el poder. Tal es el reto que tiene la nueva legislatura y esperamos lo supere con un verdadero espíritu cívico democrático.


El pasado primero de septiembre inició la LXIV legislatura federal con una composición distinta a la de las últimas décadas al predominar en ella el partido Morena y por consiguiente será quien defina de hecho las políticas públicas en los próximos tres años.

El color marrón es el dominante en las gráficas que ilustraron en la prensa la composición de la nueva legislatura federal. En la Cámara de Diputados contará con 247 legisladores, por lo que no tendrá problemas para ser la mayoría absoluta si a ellos se le agregan 29 del PT y 31 del PES, partidos que fueron sus aliados en la coalición “Juntos haremos historia”.

La oposición muestra su debilidad, ya que de la coalición “Por México al frente”, el PAN tiene 80 diputados, el MC 28 y el PRD 20.

La coalición menos favorecida fue la encabezada por el tricolor, ya que el PRI sólo tiene 47 diputados, el PVEM 16 y el Panal ninguno. A éstos habrá que restarles los diputados del Verde Ecologista, que ya anunciaron su separación del PRI para apoyar a López Obrador.

En el Senado la situación es parecida, ya que Morena cuenta con 59 senadores, el PT con 6 y el PES con 5,por lo que serían mayoría absoluta si continúan con su alianza. La oposición está disminuida ya que el PAN tiene 24 senadores, el PRI 15, 7 el MC y 8 el PRD. A Morena se le podrían sumar los 16 del Verde Ecologista, por lo que es factible que logren mayoría calificada.

El control de la nueva legislatura será utilizado para revisar y modificar las reformas de este sexenio que logró el Pacto por México, constituido por el PRI, PAN y PRD. Así lo anunció ya Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena.

La hegemonía de un partido no se daba en una legislatura federal desde la aplicación de la reforma electoral de 1996. El PRI perdió la mayoría en las elecciones de 1997 y desde entonces ningún partido había podido establecer su predominio.

Técnicamente se podría discutir que Morena no tiene nominalmente la mayoría absoluta en el congreso, pero lo más probable es que algunos legisladores de los otros partidos pasen a engrosar oficialmente sus filas en la bancada, como lo hicieran anticipadamente varios candidatos que contendieron bajo las siglas del PT y del PES pero que en realidad son de Morena.

Las modificaciones constitucionales que realicen los morenistas y aliados pueden ser avances democráticos, pero también retrocesos. Lo democrático dependerá de cómo se realicen las consultas populares y las decisiones que se tomen por parte de la mayoría legislativa.

Las reformas estructurales que asumió como suyas el presidente Peña Nieto en su sexto y último informe deben ser analizadas no sólo por los ciudadanos sino también por especialistas en la materia para definir si son benéficas o no antes de ser sustituidas por otras, sobre todo en el ramo de la educación.

La tradición de reinventar el país cada seis años debe ser superada por una visión a largo plazo, transexenal y apartidista, que privilegie el futuro del país sobre los intereses personales o de camarillas en el poder. Tal es el reto que tiene la nueva legislatura y esperamos lo supere con un verdadero espíritu cívico democrático.