/ jueves 11 de enero de 2018

Las victorias pírricas de Trump

Donald Trump no cumple aún su primer año de gobierno y ya alardea que su gestión al frente de la presidencia de los Estados Unidos es magnífica y supera con creces a sus antecesores.

El inconmensurable ego del empresario aprendiz de político se infló aún más al ser aprobada su reforma fiscal, de hecho su primera victoria (y dudosa) legislativa gracias a la mayoría republicana y a varios demócratas medrosos así como al cabildeo de las grandes corporaciones que se beneficiarán por la drástica reducción de gravámenes.

El presidente más impopular en las últimas décadas (tiene un 32 por ciento de apoyo) se siente fortalecido con este logro pues reducir los impuestos es bien recibido por la mayoría de los contribuyentes aunque después los efectos sean contraproducentes para el país pues aumentará su déficit en un billón y medio de dólares en los próximos diez años.

En un corto plazo el cambiar la tarifa impositiva del 35 al 21 por ciento incrementará la inversión y por ende generará más empleos. Sin embargo los especialistas consideran que en dos o tres años se tendrán que empezar a pagar los costos de esta nueva versión de la “economía vudú” implementada en su momento por el presidente Ronald Reagan.

Para una mentalidad pragmática y limitada como la de Trump los efectos posteriores de sus acciones pasan a un segundo término. Menos cuando ya inició sus actividades proselitistas para intentar reelegirse, pues aunque parezca inverosímil continúa creyendo que su actuar es el correcto y lo más benéfico para su nación.

Las repercusiones de la reforma fiscal estadounidense afectarán en forma inmediata a nuestra frágil economía pues podría costarnos un punto del PIB al desalentar las inversiones debido a que acaba de anunciar Hacienda que no modificaría su actual política fiscal.

Una vez más el gobierno mexicano asume un papel reactivo y esquiva el serio problema que tendría México si además se echara abajo el TLCAN. Los populismos de Trump podrán ser financiados y vitoreados por los despistados norteamericanos pero cada vez les costarán más a sus vecinos, sobre todo a México.

La que ni siquiera pudo presumir como victoria fue su desatinada orden de trasladar la embajada estadounidense en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén. Esta medida había sido aprobada desde 1995 pero los anteriores presidentes cuerdamente la habían congelado para no enrarecer aún más los enconos en esta conflictiva región del Medio Oriente.

Ahora, como buen chivo en cristalería Donald Trump respaldó la vieja demanda de los israelitas de reconocer a Jerusalén como su capital. El pleno de la asamblea de la ONU votó a favor de la resolución en contra de Estados Unidos por considerar que afecta seriamente los derechos legítimos de los palestinos.

Las amenazas del mandatario estadounidense de quitarles la ayuda a los países que no lo apoyaran de poco o nada sirvieron pues de los 193 países que integran esta organización 128 votaron a favor de la decisión condenatoria, 35 se abstuvieron (entre ellos México), 21 no participaron y sólo 9 votaron en contra, incluidos Estados Unidos e Israel.

La gloria que pretendía obtener Trump por supuestamente contribuir a la paz en Medio Oriente se le desvaneció inmediatamente desde el momento en que el Consejo de Seguridad de la ONU falló en contra de su descabellada medida. De sus 15 integrantes, 14 votaron en contra, por lo que Estados Unidos no sólo hizo el ridículo, sino también exhibió el pobre y desprestigiado liderazgo de su actual presidente.

Otra de sus recientes victorias pírricas fue lograr el fallo de la Suprema Corte de Justicia de su país para aplicar el veto de visa a los habitantes de varios países musulmanes. Su pretensión es continuar endureciendo su política migratoria para lo cual volvió a presionar para que le aprueben la ampliación del muro con nuestra frontera.

Los escasos triunfos de Trump tienen un saldo negativo para el resto del mundo, sobre todo para los mexicanos. Decidido a cumplir sus disparatadas promesas electorales, este personaje surrealista no cambiará su polémica trayectoria y continuará dañando no sólo la precaria paz humana, sino también la sobrevivencia del medio ambiente. Todo ello para sólo lograr unas fugaces victorias pírricas y terminar a fin de cuentas en el basurero de la historia.        

 

Donald Trump no cumple aún su primer año de gobierno y ya alardea que su gestión al frente de la presidencia de los Estados Unidos es magnífica y supera con creces a sus antecesores.

El inconmensurable ego del empresario aprendiz de político se infló aún más al ser aprobada su reforma fiscal, de hecho su primera victoria (y dudosa) legislativa gracias a la mayoría republicana y a varios demócratas medrosos así como al cabildeo de las grandes corporaciones que se beneficiarán por la drástica reducción de gravámenes.

El presidente más impopular en las últimas décadas (tiene un 32 por ciento de apoyo) se siente fortalecido con este logro pues reducir los impuestos es bien recibido por la mayoría de los contribuyentes aunque después los efectos sean contraproducentes para el país pues aumentará su déficit en un billón y medio de dólares en los próximos diez años.

En un corto plazo el cambiar la tarifa impositiva del 35 al 21 por ciento incrementará la inversión y por ende generará más empleos. Sin embargo los especialistas consideran que en dos o tres años se tendrán que empezar a pagar los costos de esta nueva versión de la “economía vudú” implementada en su momento por el presidente Ronald Reagan.

Para una mentalidad pragmática y limitada como la de Trump los efectos posteriores de sus acciones pasan a un segundo término. Menos cuando ya inició sus actividades proselitistas para intentar reelegirse, pues aunque parezca inverosímil continúa creyendo que su actuar es el correcto y lo más benéfico para su nación.

Las repercusiones de la reforma fiscal estadounidense afectarán en forma inmediata a nuestra frágil economía pues podría costarnos un punto del PIB al desalentar las inversiones debido a que acaba de anunciar Hacienda que no modificaría su actual política fiscal.

Una vez más el gobierno mexicano asume un papel reactivo y esquiva el serio problema que tendría México si además se echara abajo el TLCAN. Los populismos de Trump podrán ser financiados y vitoreados por los despistados norteamericanos pero cada vez les costarán más a sus vecinos, sobre todo a México.

La que ni siquiera pudo presumir como victoria fue su desatinada orden de trasladar la embajada estadounidense en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén. Esta medida había sido aprobada desde 1995 pero los anteriores presidentes cuerdamente la habían congelado para no enrarecer aún más los enconos en esta conflictiva región del Medio Oriente.

Ahora, como buen chivo en cristalería Donald Trump respaldó la vieja demanda de los israelitas de reconocer a Jerusalén como su capital. El pleno de la asamblea de la ONU votó a favor de la resolución en contra de Estados Unidos por considerar que afecta seriamente los derechos legítimos de los palestinos.

Las amenazas del mandatario estadounidense de quitarles la ayuda a los países que no lo apoyaran de poco o nada sirvieron pues de los 193 países que integran esta organización 128 votaron a favor de la decisión condenatoria, 35 se abstuvieron (entre ellos México), 21 no participaron y sólo 9 votaron en contra, incluidos Estados Unidos e Israel.

La gloria que pretendía obtener Trump por supuestamente contribuir a la paz en Medio Oriente se le desvaneció inmediatamente desde el momento en que el Consejo de Seguridad de la ONU falló en contra de su descabellada medida. De sus 15 integrantes, 14 votaron en contra, por lo que Estados Unidos no sólo hizo el ridículo, sino también exhibió el pobre y desprestigiado liderazgo de su actual presidente.

Otra de sus recientes victorias pírricas fue lograr el fallo de la Suprema Corte de Justicia de su país para aplicar el veto de visa a los habitantes de varios países musulmanes. Su pretensión es continuar endureciendo su política migratoria para lo cual volvió a presionar para que le aprueben la ampliación del muro con nuestra frontera.

Los escasos triunfos de Trump tienen un saldo negativo para el resto del mundo, sobre todo para los mexicanos. Decidido a cumplir sus disparatadas promesas electorales, este personaje surrealista no cambiará su polémica trayectoria y continuará dañando no sólo la precaria paz humana, sino también la sobrevivencia del medio ambiente. Todo ello para sólo lograr unas fugaces victorias pírricas y terminar a fin de cuentas en el basurero de la historia.