/ miércoles 18 de noviembre de 2020

Los motivos del poder


El mundo creció y entre tantas personas y situaciones mucho se puede esconder. La razón más importante de tapar la verdad es que pudientes conserven el poder. Las cúspides de las grandes pirámides sociales sufren de avaricia y podredumbre, no consideran los derechos de las personas, somos súbditos ciegos sometidos a la corrupción de los poderosos “sin darnos cuenta”.

Se dice que la pandemia apareció de la nada, pero fue planeada para reducir la población mundial, desde las primeras muertes el éxito de sembrar miedo y terminar con la vida se dio satisfactoriamente. Soltaron a una bestia microscópica con sus daños colaterales esperados y sorpresivos.

Se vino la oportunidad de lucrar ante la ignorancia y la desgracia, las farmacéuticas se pusieron manos a la obra. ¿Cuánto pagaría una persona para no morir? ¡Lo que sea! Hay que poner precios altos a medicinas y productos preventivos: tapabocas, gel antibacterial, desinfectantes, todo el material para hospitales, los respiradores ¿Quién quiere asfixiarse? Nadie. La oxigenación hay que estarla midiendo, oxímetros y tanques de oxígeno al por mayor y que la escasez incite a la demanda. Que compañías de seguros suban cuotas, que los hospitales cobren más, que se multiplique la venta de vestimentas protectoras, y que se propongan excesivas pruebas de laboratorio, de sangre, del hisopo, y que se repitan porque salen mal. Tomografías de los pulmones, mucha radiación pero qué más da. Las funerarias inmensamente ocupadas. Me imagino que los iniciadores de esta guerra habrán comprado acciones de negocios que harían millones ante el pánico al virus y la muerte.

El circo se armó y su furor no deja oír ni ver que ante este ataque existen soluciones más sencillas, más baratas y más efectivas.

El virus es tan megapequeño que no hay tapabocas que lo pare, así que lo imprescindible es sana distancia y organismo alcalino.

Las buenas intenciones están en el cuerpo de las pirámides, muchos bienintencionados están trabajando con el respaldo de lo que han aprendido y creen fervientemente y se les reconoce y aplaude, pero hay muchísima información que no se les da porque se acaba el poder de los grandes, así que ahí vamos llenos de buenas intenciones sin cuestionarnos e irnos más allá de lo que nos dicen. En estos tiempos de tanta incertidumbre debemos investigar, rescatar ese sentido común que duerme y nos deja en un plano mediocre. ¡Despertemos ante la manipulación y el engaño!

El ataque a la eficacia del dióxido de cloro es brutal. Y nada más díganme si no ven el propósito. En un hospital de Chicago ya lo usan diciendo que es una fórmula “parecida” ¿Será que ya le quieren poner otro nombre para cobrarlo “bien”?

Cuídense, lávense manos y boca, sana distancia, tapabocas en público, pero más que nada coman sano y al primer síntoma dióxido de cloro. Te invito a que oigas las entrevistas a Andreas Kalcker, sus declaraciones son dignas de ser escuchadas, tienen sustento científico y un análisis social lógico.



El mundo creció y entre tantas personas y situaciones mucho se puede esconder. La razón más importante de tapar la verdad es que pudientes conserven el poder. Las cúspides de las grandes pirámides sociales sufren de avaricia y podredumbre, no consideran los derechos de las personas, somos súbditos ciegos sometidos a la corrupción de los poderosos “sin darnos cuenta”.

Se dice que la pandemia apareció de la nada, pero fue planeada para reducir la población mundial, desde las primeras muertes el éxito de sembrar miedo y terminar con la vida se dio satisfactoriamente. Soltaron a una bestia microscópica con sus daños colaterales esperados y sorpresivos.

Se vino la oportunidad de lucrar ante la ignorancia y la desgracia, las farmacéuticas se pusieron manos a la obra. ¿Cuánto pagaría una persona para no morir? ¡Lo que sea! Hay que poner precios altos a medicinas y productos preventivos: tapabocas, gel antibacterial, desinfectantes, todo el material para hospitales, los respiradores ¿Quién quiere asfixiarse? Nadie. La oxigenación hay que estarla midiendo, oxímetros y tanques de oxígeno al por mayor y que la escasez incite a la demanda. Que compañías de seguros suban cuotas, que los hospitales cobren más, que se multiplique la venta de vestimentas protectoras, y que se propongan excesivas pruebas de laboratorio, de sangre, del hisopo, y que se repitan porque salen mal. Tomografías de los pulmones, mucha radiación pero qué más da. Las funerarias inmensamente ocupadas. Me imagino que los iniciadores de esta guerra habrán comprado acciones de negocios que harían millones ante el pánico al virus y la muerte.

El circo se armó y su furor no deja oír ni ver que ante este ataque existen soluciones más sencillas, más baratas y más efectivas.

El virus es tan megapequeño que no hay tapabocas que lo pare, así que lo imprescindible es sana distancia y organismo alcalino.

Las buenas intenciones están en el cuerpo de las pirámides, muchos bienintencionados están trabajando con el respaldo de lo que han aprendido y creen fervientemente y se les reconoce y aplaude, pero hay muchísima información que no se les da porque se acaba el poder de los grandes, así que ahí vamos llenos de buenas intenciones sin cuestionarnos e irnos más allá de lo que nos dicen. En estos tiempos de tanta incertidumbre debemos investigar, rescatar ese sentido común que duerme y nos deja en un plano mediocre. ¡Despertemos ante la manipulación y el engaño!

El ataque a la eficacia del dióxido de cloro es brutal. Y nada más díganme si no ven el propósito. En un hospital de Chicago ya lo usan diciendo que es una fórmula “parecida” ¿Será que ya le quieren poner otro nombre para cobrarlo “bien”?

Cuídense, lávense manos y boca, sana distancia, tapabocas en público, pero más que nada coman sano y al primer síntoma dióxido de cloro. Te invito a que oigas las entrevistas a Andreas Kalcker, sus declaraciones son dignas de ser escuchadas, tienen sustento científico y un análisis social lógico.