/ viernes 15 de mayo de 2020

Nunca jamás había sucedido esto

Me parece que nunca jamás había sucedido en la historia del mundo una cosa como la que sucedió esta Semana Santa en todo el orbe. Las ceremonias de la liturgia para la Semana Santa no se desarrollaron. Se cancelaron todos los actos litúrgicos de la Semana Santa.

Siempre la Cuaresma se iniciaba el Miércoles de Ceniza, y se cerraba con la fiesta de la Resurrección del Señor. En este año 2020 la iba a iniciar el 26 de febrero con la imposición de la ceniza; y se iba a cerrar el domingo 12 de abril, domingo de Resurrección. Pero hubo un acto fortuito que se inició en Wuhan, China, el mes de diciembre de 2019: El coronavirus. En enero de 2020 ya había el Covid-19 causado la primera víctima mortal. En China fueron cayendo los infectados. El virus se extendió rápidamente por el mundo, por causa de la rápida comunicación por avión. Para marzo el coronavirus estaba extendido a Italia, Francia, España, Australia, y a muchos países del orbe. El jueves 13 de febrero había ya en el mundo 46,997 infectados. Lo que parecía una simple gripe podía pasar a una neumonía y a la muerte. Italia, demasiado infectada, fue la primera nación europea con la enfermedad. Decretó el 9 de marzo un aislamiento total para no contraer el mal.

El Papa Francisco en marzo cancela los ejercicios espirituales de la Curia Romana, dijo, por una gripe; hoy sabemos que era por el coronavirus. El 11 de marzo cierra la Basílica de San Pedro, y clausura la Plaza de San Pedro. Entra en la era del aislamiento. No habría ceremonias en la Semana Santa. La orden era no acercarse a otra persona, porque el contagio se daba por la proximidad. Las normas afectaban al Estado Vaticano y a todas las iglesias del mundo. Cancela su viaje que tenía programado a Malta. No se dirá misa en público. Las misas se oirán por televisión. Y para lograr la indulgencia plenaria para los enfermos de coronavirus da una bendición extraordinaria “Urbi et Orbi”. Esta concesión la otorga el Papa Francisco el 27 de marzo. Quedaba entendido que las celebraciones de Semana Santa no se harían. En abril el Papa Francisco un día se cayó y tuvieron que ayudarlo a levantarse, otro día dejó de celebrar la misa por “un leve malestar”. Todo mundo pensó que el Papa estaba infectado.

El 19 de marzo en México el primer muerto fue “Carlos”. Los diarios y los programas de noticias de la televisión, por respeto, no daban los apellidos. Los que iban sucumbiendo eran ancianos. La pastoral del Papa Francisco se centró en la pandemia. Doy algunas frases pronunciadas por la causa del coronavirus:

“Tengamos un gesto de ternura con los que sufren, con los niños, con los ancianos. En el drama de la pandemia, Jesús nos dice: Ánimo, abre tu corazón a mi amor. Sentirás que el consuelo de Dios te sostiene. La cruz es la cátedra de Dios. Pidamos al crucificado la gracia de vivir para servir. No tengan miedo. La cruz es la cátedra de Dios. Sacerdotes servidores ofrecen su vida por causa de la pandemia, oremos por ellos. Si no comemos su cuerpo y bebemos su sangre, no entraremos en el Reino de los Cielos. Como las mujeres de la pasión de Cristo, también ahora: ‘Mujeres, sean semilla de esperanza’. Jesús resucitó para enseñarnos a llevar vida donde hay muerte. Cristianos que consuelan, que dan consejo de vida, que animan, son misioneros de vida. A los pobres que viven en las periferias, no dejemos que se sientan solos. La resurrección de Cristo pasa por encima del sufrimiento y de la muerte. Permanecer en la casa ayuda a reflexionar, a detener el frenético ritmo de la vida, a disfrutar de los parientes”.

No sabemos cuándo se terminará esta amarga pesadilla. El Papa convoca a un día de oración en todo el mundo, para pedir el fin de la pandemia. Vamos uniéndonos. El Día Mundial de la Oración será el jueves 14 de mayo.



Me parece que nunca jamás había sucedido en la historia del mundo una cosa como la que sucedió esta Semana Santa en todo el orbe. Las ceremonias de la liturgia para la Semana Santa no se desarrollaron. Se cancelaron todos los actos litúrgicos de la Semana Santa.

Siempre la Cuaresma se iniciaba el Miércoles de Ceniza, y se cerraba con la fiesta de la Resurrección del Señor. En este año 2020 la iba a iniciar el 26 de febrero con la imposición de la ceniza; y se iba a cerrar el domingo 12 de abril, domingo de Resurrección. Pero hubo un acto fortuito que se inició en Wuhan, China, el mes de diciembre de 2019: El coronavirus. En enero de 2020 ya había el Covid-19 causado la primera víctima mortal. En China fueron cayendo los infectados. El virus se extendió rápidamente por el mundo, por causa de la rápida comunicación por avión. Para marzo el coronavirus estaba extendido a Italia, Francia, España, Australia, y a muchos países del orbe. El jueves 13 de febrero había ya en el mundo 46,997 infectados. Lo que parecía una simple gripe podía pasar a una neumonía y a la muerte. Italia, demasiado infectada, fue la primera nación europea con la enfermedad. Decretó el 9 de marzo un aislamiento total para no contraer el mal.

El Papa Francisco en marzo cancela los ejercicios espirituales de la Curia Romana, dijo, por una gripe; hoy sabemos que era por el coronavirus. El 11 de marzo cierra la Basílica de San Pedro, y clausura la Plaza de San Pedro. Entra en la era del aislamiento. No habría ceremonias en la Semana Santa. La orden era no acercarse a otra persona, porque el contagio se daba por la proximidad. Las normas afectaban al Estado Vaticano y a todas las iglesias del mundo. Cancela su viaje que tenía programado a Malta. No se dirá misa en público. Las misas se oirán por televisión. Y para lograr la indulgencia plenaria para los enfermos de coronavirus da una bendición extraordinaria “Urbi et Orbi”. Esta concesión la otorga el Papa Francisco el 27 de marzo. Quedaba entendido que las celebraciones de Semana Santa no se harían. En abril el Papa Francisco un día se cayó y tuvieron que ayudarlo a levantarse, otro día dejó de celebrar la misa por “un leve malestar”. Todo mundo pensó que el Papa estaba infectado.

El 19 de marzo en México el primer muerto fue “Carlos”. Los diarios y los programas de noticias de la televisión, por respeto, no daban los apellidos. Los que iban sucumbiendo eran ancianos. La pastoral del Papa Francisco se centró en la pandemia. Doy algunas frases pronunciadas por la causa del coronavirus:

“Tengamos un gesto de ternura con los que sufren, con los niños, con los ancianos. En el drama de la pandemia, Jesús nos dice: Ánimo, abre tu corazón a mi amor. Sentirás que el consuelo de Dios te sostiene. La cruz es la cátedra de Dios. Pidamos al crucificado la gracia de vivir para servir. No tengan miedo. La cruz es la cátedra de Dios. Sacerdotes servidores ofrecen su vida por causa de la pandemia, oremos por ellos. Si no comemos su cuerpo y bebemos su sangre, no entraremos en el Reino de los Cielos. Como las mujeres de la pasión de Cristo, también ahora: ‘Mujeres, sean semilla de esperanza’. Jesús resucitó para enseñarnos a llevar vida donde hay muerte. Cristianos que consuelan, que dan consejo de vida, que animan, son misioneros de vida. A los pobres que viven en las periferias, no dejemos que se sientan solos. La resurrección de Cristo pasa por encima del sufrimiento y de la muerte. Permanecer en la casa ayuda a reflexionar, a detener el frenético ritmo de la vida, a disfrutar de los parientes”.

No sabemos cuándo se terminará esta amarga pesadilla. El Papa convoca a un día de oración en todo el mundo, para pedir el fin de la pandemia. Vamos uniéndonos. El Día Mundial de la Oración será el jueves 14 de mayo.