/ miércoles 5 de agosto de 2020

Preparnos para ser menos

La humanidad se multiplica rápidamente, somos muchos y lo vemos en los lugares donde se amontonan las personas para diferentes actividades. Últimamente lo que a mí me impresionaba eran los aeropuertos ¡Parecían hormigueros! Filas para documentarse, para pedir pasaportes, para ordenar algo de comer o beber. También los conciertos, los eventos deportivos, las terminales de cruceros, donde se suben miles a esas embarcaciones monstruosas. Y la última vez que fui a Disneylandia quedé impactada de ver ese gentío, colas por todos lados ¡una locura!

La pandemia nos ha obligado a evitar los tumultos ¡Definitivamente algo tenía que pasar para que le bajáramos al ritmo! El equilibrio buscó una manera y se presentó este contagio masivo, que sin duda nos dice ¡Ya párenle!

Ante este panorama la recomendación directa del medio ambiente es hacernos menos. Y si el menos lo adjudicamos a la población mundial, es un tema que requiere prevención de concepción. ¿Cuántos niños abandonados, maltratados, abortados? ¡Cuánta injusticia se crea desde esos genitales que andan jugando con su poder, para luego ignorar, desdeñar, abandonar o aniquilar los resultados!

Hacernos menos derrochadores, que esas modas competitivas de a ver quién tiene o hace más, queden en un pasado que nos enseñe que lo importante es que nuestras acciones no ocasionen deterioro a la naturaleza, a este planeta que nos alberga con todas esas maravillas que nos dan vida.

Hacernos menos mentirosos, egoístas, menos vanidosos, menos prepotentes, restarnos esa superioridad que nos coloca en lo más alto de la cadena alimenticia, que ya no sólo come, sino que exige excesos que están llenos de desperdicio, destrucción y contaminación.

Lo que ha sucedido en cuestión de desarrollo humano en las últimas generaciones, es un empuje alarmante sin control hacia los excesos. El dinero y las posesiones son prioridad y ese materialismo ha alejado al ser humano del cuidado de lo más importante, el ansia de tener no contempla el origen de los caprichos, y la devastación de la naturaleza se está tapando con edificaciones monstruosas, que seducen con unos interiores espectaculares a la vista, pero abusivos con la vida natural.

La política está obstinada en “ganar terreno” siendo que toda esa “riqueza” de nada sirve en un mundo contaminado y devastado.

Se le da un valor excesivo a objetos lucidores que adornan a las personas, y el agua que es totalmente indispensable para sobrevivir es barata y contaminada por múltiples fuentes de industrialización y comercio. Nos preocupamos por toda la llamativa indumentaria que nos cubre, nos protege, nos transporta, pero no hay preocupación suficiente por escenarios naturales devastados por colores y aromas decadentes. Nos perfumamos y aromatizamos nuestros refugios, sacándole a la hediondez de ecosistemas en agonía.

Señoras, señores, jóvenes, estamos en el momento de restar todo aquello que le está dando en la torre a la naturaleza, es momento de abolir costumbres que nos tienen en un área de confort muy peligrosa, un estilo de vida que ya no puede seguir y que si sigue habrá un colapso sin vuelta atrás.

Y después de hacer este análisis del lado negativo, tengo que sumar aplausos para todos aquéllos que están haciendo algo para salvar el planeta, desde esas pequeñas tareas que sumadas dan resultados maravillosos, hasta aquellas obras a nivel internacional que motivan a multitudes a cambiar para sanar nuestro gran y único sustento: la naturaleza.

La suma, resta, multiplicación y división deben ser analizadas, urge que estas operaciones se reconsideren para cambiar resultados.


ROBERTA CORTAZAR B.



La humanidad se multiplica rápidamente, somos muchos y lo vemos en los lugares donde se amontonan las personas para diferentes actividades. Últimamente lo que a mí me impresionaba eran los aeropuertos ¡Parecían hormigueros! Filas para documentarse, para pedir pasaportes, para ordenar algo de comer o beber. También los conciertos, los eventos deportivos, las terminales de cruceros, donde se suben miles a esas embarcaciones monstruosas. Y la última vez que fui a Disneylandia quedé impactada de ver ese gentío, colas por todos lados ¡una locura!

La pandemia nos ha obligado a evitar los tumultos ¡Definitivamente algo tenía que pasar para que le bajáramos al ritmo! El equilibrio buscó una manera y se presentó este contagio masivo, que sin duda nos dice ¡Ya párenle!

Ante este panorama la recomendación directa del medio ambiente es hacernos menos. Y si el menos lo adjudicamos a la población mundial, es un tema que requiere prevención de concepción. ¿Cuántos niños abandonados, maltratados, abortados? ¡Cuánta injusticia se crea desde esos genitales que andan jugando con su poder, para luego ignorar, desdeñar, abandonar o aniquilar los resultados!

Hacernos menos derrochadores, que esas modas competitivas de a ver quién tiene o hace más, queden en un pasado que nos enseñe que lo importante es que nuestras acciones no ocasionen deterioro a la naturaleza, a este planeta que nos alberga con todas esas maravillas que nos dan vida.

Hacernos menos mentirosos, egoístas, menos vanidosos, menos prepotentes, restarnos esa superioridad que nos coloca en lo más alto de la cadena alimenticia, que ya no sólo come, sino que exige excesos que están llenos de desperdicio, destrucción y contaminación.

Lo que ha sucedido en cuestión de desarrollo humano en las últimas generaciones, es un empuje alarmante sin control hacia los excesos. El dinero y las posesiones son prioridad y ese materialismo ha alejado al ser humano del cuidado de lo más importante, el ansia de tener no contempla el origen de los caprichos, y la devastación de la naturaleza se está tapando con edificaciones monstruosas, que seducen con unos interiores espectaculares a la vista, pero abusivos con la vida natural.

La política está obstinada en “ganar terreno” siendo que toda esa “riqueza” de nada sirve en un mundo contaminado y devastado.

Se le da un valor excesivo a objetos lucidores que adornan a las personas, y el agua que es totalmente indispensable para sobrevivir es barata y contaminada por múltiples fuentes de industrialización y comercio. Nos preocupamos por toda la llamativa indumentaria que nos cubre, nos protege, nos transporta, pero no hay preocupación suficiente por escenarios naturales devastados por colores y aromas decadentes. Nos perfumamos y aromatizamos nuestros refugios, sacándole a la hediondez de ecosistemas en agonía.

Señoras, señores, jóvenes, estamos en el momento de restar todo aquello que le está dando en la torre a la naturaleza, es momento de abolir costumbres que nos tienen en un área de confort muy peligrosa, un estilo de vida que ya no puede seguir y que si sigue habrá un colapso sin vuelta atrás.

Y después de hacer este análisis del lado negativo, tengo que sumar aplausos para todos aquéllos que están haciendo algo para salvar el planeta, desde esas pequeñas tareas que sumadas dan resultados maravillosos, hasta aquellas obras a nivel internacional que motivan a multitudes a cambiar para sanar nuestro gran y único sustento: la naturaleza.

La suma, resta, multiplicación y división deben ser analizadas, urge que estas operaciones se reconsideren para cambiar resultados.


ROBERTA CORTAZAR B.