/ jueves 18 de abril de 2019

Resurrección: el misterio de los lienzos

“Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos y el otro discípulo se adelantó más velozmente a Pedro y llegó primero al sepulcro, y agachándose ve los lienzos aplanados, pero no entró. Llega, pues, Simón Pedro, siguiéndole, y entró en el sepulcro, y contempla los lienzos aplanados y el sudario que estuvo sobre la cabeza de él, no al igual que los lienzos, allanado, sino al contrario, enrollado en su propio lugar. Entonces, pues, entró también el otro discípulo, quien llegara primero al sepulcro. Y vio y creyó” (Juan 20, 3-8).

Siguiendo esta cita del códex Alejandrinus, que es prácticamente la versión más aceptada, ya que el codex Sinaíticus es más corto y tiene menos detalles, lo primero que causa extrañeza es que esta traducción presenta diferencias notables de los textos que estamos acostumbrados a leer. De acuerdo a M. Balagué, aunque este pasaje haya sido desnaturalizado por la mayoría de los traductores, sin duda, se relacionó íntimamente con la fe en la resurrección de Cristo del testigo ocular –Juan-, como el efecto a la causa, al estado y posición de los lienzos en el sepulcro vacío:

Los lienzos le obligaron a creer. Por lo que no puede tratarse de un detalle sin importancia, como si, al decir de Cristina Brackelmanns, estuviéramos frente a un mensaje que no entendiéramos del todo. Pero, primero, hay que aceptar la idea que “lienzos” (othonia) es un término genérico para “sábana” (sindon), distinto a las “fajas” (keirai) de una momia egipcia, pues los judíos, de acuerdo a José Luis Carreño SDB, no ataban, no fajaban, ni mucho menos, momificaban los cadáveres, y como mucho, el uso de tiras obedecía a la intención de sujetar la sábana al cadáver por fuera.

Finalmente, se debe superar la confusión entre las palabras “sindon” y “soudarion” como sinónimos de sábana. “Soudarion” es un sudario, simplemente, un pañolón. A Cristo, pues, básicamente se le envolvió en una sábana que pasó bajo su cuerpo, se dobló a la altura de su cabeza para cubrir, luego sus pies. Hecho lo anterior, se envolvió con un pañolón su cabeza, pero a falta de tiempo, el proceso de preparación del cadáver se completaría por las mujeres en la mañana del domingo, de no haber estado ya vacío el sepulcro. Pero hay algo más importante.

El evangelista señala vigorosamente (Juan 20, 7) una oposición entre pañolón y lienzos (sábana con correas), que las distintas versiones interpretan como que el pañolón o sudario (que estaba en la cabeza) estaba “separado”, “aparte”, “por sí mismo”, “por su cuenta”, como si alguien lo hubiera doblado a un lado. Pero para el primer testigo del interior de la tumba vacía, la oposición no era de lugar, sino de postura, pues mientras los lienzos del cuerpo estaban desplomados, el pañolón enrollado se mantenía abultado en “el lugar donde había estado sujetando la cabeza”.

¿En el mismo lugar? La parte más hebraica de este versículo es EIS HENA TOPON, y si suponemos que los traductores no consideraron el substrato semita de su autor, pero que escribe en arameo o en griego, no sorprende que éstos hayan cometido un desastre hermenéutico de localización, afirmando que el sudario estaba enrollado en un lugar aparte, en vez de decir, “EN EL MISMO LUGAR”, en su lugar, en el mismo sitio vacío que ha dejado la cabeza. Esto, al final, aseguraría a san Juan que el cuerpo no se había sustraído: se había espiritualizado.

agusperezr@hotmail.com


“Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos y el otro discípulo se adelantó más velozmente a Pedro y llegó primero al sepulcro, y agachándose ve los lienzos aplanados, pero no entró. Llega, pues, Simón Pedro, siguiéndole, y entró en el sepulcro, y contempla los lienzos aplanados y el sudario que estuvo sobre la cabeza de él, no al igual que los lienzos, allanado, sino al contrario, enrollado en su propio lugar. Entonces, pues, entró también el otro discípulo, quien llegara primero al sepulcro. Y vio y creyó” (Juan 20, 3-8).

Siguiendo esta cita del códex Alejandrinus, que es prácticamente la versión más aceptada, ya que el codex Sinaíticus es más corto y tiene menos detalles, lo primero que causa extrañeza es que esta traducción presenta diferencias notables de los textos que estamos acostumbrados a leer. De acuerdo a M. Balagué, aunque este pasaje haya sido desnaturalizado por la mayoría de los traductores, sin duda, se relacionó íntimamente con la fe en la resurrección de Cristo del testigo ocular –Juan-, como el efecto a la causa, al estado y posición de los lienzos en el sepulcro vacío:

Los lienzos le obligaron a creer. Por lo que no puede tratarse de un detalle sin importancia, como si, al decir de Cristina Brackelmanns, estuviéramos frente a un mensaje que no entendiéramos del todo. Pero, primero, hay que aceptar la idea que “lienzos” (othonia) es un término genérico para “sábana” (sindon), distinto a las “fajas” (keirai) de una momia egipcia, pues los judíos, de acuerdo a José Luis Carreño SDB, no ataban, no fajaban, ni mucho menos, momificaban los cadáveres, y como mucho, el uso de tiras obedecía a la intención de sujetar la sábana al cadáver por fuera.

Finalmente, se debe superar la confusión entre las palabras “sindon” y “soudarion” como sinónimos de sábana. “Soudarion” es un sudario, simplemente, un pañolón. A Cristo, pues, básicamente se le envolvió en una sábana que pasó bajo su cuerpo, se dobló a la altura de su cabeza para cubrir, luego sus pies. Hecho lo anterior, se envolvió con un pañolón su cabeza, pero a falta de tiempo, el proceso de preparación del cadáver se completaría por las mujeres en la mañana del domingo, de no haber estado ya vacío el sepulcro. Pero hay algo más importante.

El evangelista señala vigorosamente (Juan 20, 7) una oposición entre pañolón y lienzos (sábana con correas), que las distintas versiones interpretan como que el pañolón o sudario (que estaba en la cabeza) estaba “separado”, “aparte”, “por sí mismo”, “por su cuenta”, como si alguien lo hubiera doblado a un lado. Pero para el primer testigo del interior de la tumba vacía, la oposición no era de lugar, sino de postura, pues mientras los lienzos del cuerpo estaban desplomados, el pañolón enrollado se mantenía abultado en “el lugar donde había estado sujetando la cabeza”.

¿En el mismo lugar? La parte más hebraica de este versículo es EIS HENA TOPON, y si suponemos que los traductores no consideraron el substrato semita de su autor, pero que escribe en arameo o en griego, no sorprende que éstos hayan cometido un desastre hermenéutico de localización, afirmando que el sudario estaba enrollado en un lugar aparte, en vez de decir, “EN EL MISMO LUGAR”, en su lugar, en el mismo sitio vacío que ha dejado la cabeza. Esto, al final, aseguraría a san Juan que el cuerpo no se había sustraído: se había espiritualizado.

agusperezr@hotmail.com