/ jueves 17 de septiembre de 2020

TEOLOGÍA DE LOS ANIMALES

En momentos que el aislamiento ocasionado por el Covid-19 nos ha acercado aún más a los animales, vale la pena recordar la gran responsabilidad que tenemos con ellos. No sólo el Magisterio de la Iglesia, sino el sentido común, nos indica que es contrario a la dignidad humana hacer que los animales sufran innecesariamente, así como torturarlos o matarlos sin razón. Sólo en los casos en los que se considera útil matar animales podría justificarse moralmente, como suelen ser los fines alimenticios, de vestido o la legítima defensa, aunque aún caben opiniones más atrevidas.

Algunos pensadores y teólogos cristianos pueden, incluso, cuestionar la visión antropocéntrica tradicional que dicta, en general, que los animales fueron creados para los seres humanos y no estar, necesariamente, de acuerdo en los detalles que tengan que ver con la domesticación para que ayuden al hombre, o que sirvan en experimentos científicos, aunque se mantengan límites razonables y contribuyan a salvar vidas humanas. En lo religioso, ni los pajarillos están olvidados de Dios (Lc 12,6), pero tampoco se puede anteponer el amor a los animales al de los demás.

Especial relevancia tiene el tema que nos ocupa cuando las mascotas han perdido a sus dueños por causas relacionadas por la pandemia, la dificultad que tienen para adaptarse a entornos nuevos o los casos que, por desgracia, son abandonados o sacrificados. Tampoco pensamos mucho que, en el afán de que un niño no se encuentre solo o aburrido, le compremos cualquier tipo de mascota, pero que requiere un espacio especial y cuidados que el adulto o el niño no son capaces de brindar al animalito, como pollitos o animales de granja, que no pueden dejarse en el patio sin riesgo.

¡Cuántos pájaros no llevan nuestras mascotas gatunas a las puertas de nuestros hogares! No podemos pretender anticiparnos a todos los escenarios, pero vale la pena pensar en las alternativas que se nos están presentando cuando se trata de encontrar compañeros de cuarentena, para personas de edad que se encuentran encerradas y solas, a la imposibilidad de nuestros hijos de no ver a sus compañeros de clase o que están solos, porque sus padres están trabajando o porque aún no tienen la confianza de llevarlos a la guardería. Tener un pez parecería la solución más sencilla.

Como una anticipación de estas preocupaciones es la encíclica Laudato si' (2015) del Papa Francisco, cuyo nombre tiene por origen el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís, donde se defiende la naturaleza, la vida animal y las reformas energéticas. Lo que parece un tema de intelectuales, para muchos de nosotros se está convirtiendo en una experiencia cotidiana que nos pedirá tomar una decisión responsable cuando creamos que es momento de adoptar a una mascota en tiempos del Covd-19.

agusperezr@hotmail.com


En momentos que el aislamiento ocasionado por el Covid-19 nos ha acercado aún más a los animales, vale la pena recordar la gran responsabilidad que tenemos con ellos. No sólo el Magisterio de la Iglesia, sino el sentido común, nos indica que es contrario a la dignidad humana hacer que los animales sufran innecesariamente, así como torturarlos o matarlos sin razón. Sólo en los casos en los que se considera útil matar animales podría justificarse moralmente, como suelen ser los fines alimenticios, de vestido o la legítima defensa, aunque aún caben opiniones más atrevidas.

Algunos pensadores y teólogos cristianos pueden, incluso, cuestionar la visión antropocéntrica tradicional que dicta, en general, que los animales fueron creados para los seres humanos y no estar, necesariamente, de acuerdo en los detalles que tengan que ver con la domesticación para que ayuden al hombre, o que sirvan en experimentos científicos, aunque se mantengan límites razonables y contribuyan a salvar vidas humanas. En lo religioso, ni los pajarillos están olvidados de Dios (Lc 12,6), pero tampoco se puede anteponer el amor a los animales al de los demás.

Especial relevancia tiene el tema que nos ocupa cuando las mascotas han perdido a sus dueños por causas relacionadas por la pandemia, la dificultad que tienen para adaptarse a entornos nuevos o los casos que, por desgracia, son abandonados o sacrificados. Tampoco pensamos mucho que, en el afán de que un niño no se encuentre solo o aburrido, le compremos cualquier tipo de mascota, pero que requiere un espacio especial y cuidados que el adulto o el niño no son capaces de brindar al animalito, como pollitos o animales de granja, que no pueden dejarse en el patio sin riesgo.

¡Cuántos pájaros no llevan nuestras mascotas gatunas a las puertas de nuestros hogares! No podemos pretender anticiparnos a todos los escenarios, pero vale la pena pensar en las alternativas que se nos están presentando cuando se trata de encontrar compañeros de cuarentena, para personas de edad que se encuentran encerradas y solas, a la imposibilidad de nuestros hijos de no ver a sus compañeros de clase o que están solos, porque sus padres están trabajando o porque aún no tienen la confianza de llevarlos a la guardería. Tener un pez parecería la solución más sencilla.

Como una anticipación de estas preocupaciones es la encíclica Laudato si' (2015) del Papa Francisco, cuyo nombre tiene por origen el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís, donde se defiende la naturaleza, la vida animal y las reformas energéticas. Lo que parece un tema de intelectuales, para muchos de nosotros se está convirtiendo en una experiencia cotidiana que nos pedirá tomar una decisión responsable cuando creamos que es momento de adoptar a una mascota en tiempos del Covd-19.

agusperezr@hotmail.com