/ jueves 21 de diciembre de 2023

Tren Maya: oportunidad y amenaza

Finalmente se inauguró una primera parte del Tren Maya, con el entusiasmo del presidente AMLO y las críticas de no pocos activistas ambientales y de los continuos opositores al gobierno actual.

El gobierno federal y otros defensores del proyecto aseguran que el turismo generará desarrollo y mejorará las condiciones de vida de la población local, en un “polo mundial de turismo antropológico y ecológico” (video de Jorge Zepeda Patterson, “El Tren Maya y la Soberbia”).

Por su parte, las y los críticos del tren aseguran que las nuevas actividades y pobladores ocasionarán la destrucción ecológica de la zona –segundo pulmón de América Latina–, cuyo aislamiento ha preservado bosques, aguas y vestigios de las culturas originarias.

Es evidente que obras y actividades como el Tren Maya, que recorre 1,554 km en Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, tienen impacto negativo sobre el medio ambiente durante su construcción y su operación y por las otras actividades que atraen. Pero también hay pruebas de que el no hacer nada donde hay recursos naturales, no lleva por sí mismo a su preservación sin un plan y acciones de protección y reposición. Adicionalmente, no es automático que un desarrollo así mejore las condiciones de vida de la población local; no ha sido así en Riviera Maya ni en Barrancas del Cobre ni en otras zonas turísticas. Para que ello suceda hay que aplicar acciones de promoción social, de educación, salud, vivienda, financiamiento popular, etc.

Toda obra o acción debe tener desde antes de su autorización un estudio técnico de impactos ecológicos y sociales y las medidas de control, mitigación y compensación de tales impactos que acompañarán a la obra, llamado Manifestación de Impacto Ambiental, MIA. El Tren Maya y otras obras de comunicación en el sureste no cuentan con MIA, bajo el argumento de que son obras prioritarias de seguridad e interés público “por su ubicación geográfica y su colindancia, que garantizan la conectividad entre el océano Pacífico, el Golfo de México y la zona fronteriza de Guatemala y Belice, porque son complementarias para mantener la seguridad interna del país y, desde luego, la seguridad nacional”. (Decreto DOF, 18 de mayo 2023).

El Tren Maya ya inició operaciones. El turismo llega y aumentará por millones. En este sentido será exitoso y benéfico. Pero el gobierno federal nos debe a las y los mexicanos dos partes adicionales, obligatorias legal y moralmente: preservar el medio ambiente y la riqueza cultural de la zona, e incorporar a la población a los beneficios de derivados del Tren Maya. Es por ello urgente, de tanta urgencia como las obras “de seguridad e interés público”, que se expida y ejecute el programa de protección de los recursos naturales y culturales y se realicen las obras y actividades de gobierno necesarias, como la inspección y vigilancia de cada obra y actividad, control de desmontes, reposición del suelo y su riqueza viviente en cada actividad, conservación y reciclado del agua, capacitación para el trabajo de los pobladores, y demás acciones similares. Todo ello con transparencia absoluta y la obligada consulta y participación organizada de la población autóctona y los ambientalistas.

No basta el Tren Maya. La exigencia popular debe lograr desde ya, que el gobierno federal actúe eficazmente en preservar los maravillosos recursos naturales y culturales de la zona maya y en beneficiar a la población local.

purangachih@gmail.com


Finalmente se inauguró una primera parte del Tren Maya, con el entusiasmo del presidente AMLO y las críticas de no pocos activistas ambientales y de los continuos opositores al gobierno actual.

El gobierno federal y otros defensores del proyecto aseguran que el turismo generará desarrollo y mejorará las condiciones de vida de la población local, en un “polo mundial de turismo antropológico y ecológico” (video de Jorge Zepeda Patterson, “El Tren Maya y la Soberbia”).

Por su parte, las y los críticos del tren aseguran que las nuevas actividades y pobladores ocasionarán la destrucción ecológica de la zona –segundo pulmón de América Latina–, cuyo aislamiento ha preservado bosques, aguas y vestigios de las culturas originarias.

Es evidente que obras y actividades como el Tren Maya, que recorre 1,554 km en Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, tienen impacto negativo sobre el medio ambiente durante su construcción y su operación y por las otras actividades que atraen. Pero también hay pruebas de que el no hacer nada donde hay recursos naturales, no lleva por sí mismo a su preservación sin un plan y acciones de protección y reposición. Adicionalmente, no es automático que un desarrollo así mejore las condiciones de vida de la población local; no ha sido así en Riviera Maya ni en Barrancas del Cobre ni en otras zonas turísticas. Para que ello suceda hay que aplicar acciones de promoción social, de educación, salud, vivienda, financiamiento popular, etc.

Toda obra o acción debe tener desde antes de su autorización un estudio técnico de impactos ecológicos y sociales y las medidas de control, mitigación y compensación de tales impactos que acompañarán a la obra, llamado Manifestación de Impacto Ambiental, MIA. El Tren Maya y otras obras de comunicación en el sureste no cuentan con MIA, bajo el argumento de que son obras prioritarias de seguridad e interés público “por su ubicación geográfica y su colindancia, que garantizan la conectividad entre el océano Pacífico, el Golfo de México y la zona fronteriza de Guatemala y Belice, porque son complementarias para mantener la seguridad interna del país y, desde luego, la seguridad nacional”. (Decreto DOF, 18 de mayo 2023).

El Tren Maya ya inició operaciones. El turismo llega y aumentará por millones. En este sentido será exitoso y benéfico. Pero el gobierno federal nos debe a las y los mexicanos dos partes adicionales, obligatorias legal y moralmente: preservar el medio ambiente y la riqueza cultural de la zona, e incorporar a la población a los beneficios de derivados del Tren Maya. Es por ello urgente, de tanta urgencia como las obras “de seguridad e interés público”, que se expida y ejecute el programa de protección de los recursos naturales y culturales y se realicen las obras y actividades de gobierno necesarias, como la inspección y vigilancia de cada obra y actividad, control de desmontes, reposición del suelo y su riqueza viviente en cada actividad, conservación y reciclado del agua, capacitación para el trabajo de los pobladores, y demás acciones similares. Todo ello con transparencia absoluta y la obligada consulta y participación organizada de la población autóctona y los ambientalistas.

No basta el Tren Maya. La exigencia popular debe lograr desde ya, que el gobierno federal actúe eficazmente en preservar los maravillosos recursos naturales y culturales de la zona maya y en beneficiar a la población local.

purangachih@gmail.com