/ sábado 7 de mayo de 2022

Una gran distopía premonitoria: Network ahora en el teatro

Por: Mario Saavedra

En un proceso menos común de llevar al teatro un gran triunfo cinematográfico, Lee Hall ha adaptado para la escena el estupendo guion que el también dramaturgo y novelista neoyorquino de ascendencia judío-ucraniana Paddy Chayefsky (Nueva York, 1923-1981) escribiera para el muy premiado drama satírico de los setenta Network, del realizador Sidney Lumet, resaltando su incisivo análisis crítico y su pasmosa actualidad después de casi medio siglo de su concepción. El buen oficio de Hall, autor de textos notables para ambos medios como su hermoso Billy Eliot escrito primero para el cine y adaptado después por él mismo para el teatro musical, potencia en realidad el valor premonitorio de una muy aguda distopía concebida cuando todavía se luchaba con credibilidad por el advenimiento de causas justas y un mundo mejor. Y si bien en el extraordinario documento de Chayefsky no aparecen ni se puede hablar todavía de las hoy dominantes redes sociales, el escritor sí desencadena en cambio una severa discusión en torno a todos aquellos grandes poderes fácticos que en “realidad” mueven el mundo y la conciencia de las masas, más allá de fanatismos religiosos e ideológicos, de prejuicios y nacionalismos, de bloques y de gobiernos, de creencias y pasiones más o menos ciegas.

\u0009Primero un gran éxito teatral en Londres y en Nueva York, una buena cuarteta de productores ––que encabezan Tina Galindo y Diego Luna–– ha traído a México este ya clásico del cine y ahora del teatro que confirma una vez más que el buen arte puede a la vez divertir y generar conciencia, permitirnos pasar un buen rato y de igual modo movernos fibras muy hondas. En una poderosa e impecable puesta del talentoso y ya probado Francisco Franco Alba, este gran montaje hace época por cuanto reúne y dice, y cómo lo dice, en escena. Abonando al concepto dinámico de la puesta, la escenografía de Adrián Martínez Frausto materializa múltiples espacios en derredor del canal de televisión donde la acción trepidante se desarrolla, en torno del personaje central que es a la vez detonante y víctima principal de un caos sin freno. Así la iluminación que firman Patricia Gutiérrez e Ingrid Sac, y los aquí no menos nodales trabajos de audio y de video de Ángel Jiménez y Jorge Orozco, respectivamente.

Daniel Giménez Cacho encabeza un nutrido y valioso reparto, en el que creo es su más completo y complejo trabajo teatral ––su gran trayectoria cinematográfica es indiscutible––, y en este a la vez gozoso y punzante montaje lo acompañan otros viejos lobos de mar como el también primer actor Arturo Ríos, Diego Jáuregui, y los de igual modo otras veces probados estupendos directores Luis Miguel Lombana y Alberto Lomnitz, dentro de una nómina de gente de teatro que aquí prueba estar comprometida con un proyecto no sólo exigente, sino además apasionante. Entre las generaciones más jóvenes, la hermosa Zuria Vega pone a prueba que antes que nada es una actriz de prosapia, de formación, y no sólo una figura que en el cine y la televisión está construyendo una carrera sostenida. Con un más largo recorrido detrás, Francisco Rubio y Mahalat Sánchez están a la altura de las circunstancias.


Por: Mario Saavedra

En un proceso menos común de llevar al teatro un gran triunfo cinematográfico, Lee Hall ha adaptado para la escena el estupendo guion que el también dramaturgo y novelista neoyorquino de ascendencia judío-ucraniana Paddy Chayefsky (Nueva York, 1923-1981) escribiera para el muy premiado drama satírico de los setenta Network, del realizador Sidney Lumet, resaltando su incisivo análisis crítico y su pasmosa actualidad después de casi medio siglo de su concepción. El buen oficio de Hall, autor de textos notables para ambos medios como su hermoso Billy Eliot escrito primero para el cine y adaptado después por él mismo para el teatro musical, potencia en realidad el valor premonitorio de una muy aguda distopía concebida cuando todavía se luchaba con credibilidad por el advenimiento de causas justas y un mundo mejor. Y si bien en el extraordinario documento de Chayefsky no aparecen ni se puede hablar todavía de las hoy dominantes redes sociales, el escritor sí desencadena en cambio una severa discusión en torno a todos aquellos grandes poderes fácticos que en “realidad” mueven el mundo y la conciencia de las masas, más allá de fanatismos religiosos e ideológicos, de prejuicios y nacionalismos, de bloques y de gobiernos, de creencias y pasiones más o menos ciegas.

\u0009Primero un gran éxito teatral en Londres y en Nueva York, una buena cuarteta de productores ––que encabezan Tina Galindo y Diego Luna–– ha traído a México este ya clásico del cine y ahora del teatro que confirma una vez más que el buen arte puede a la vez divertir y generar conciencia, permitirnos pasar un buen rato y de igual modo movernos fibras muy hondas. En una poderosa e impecable puesta del talentoso y ya probado Francisco Franco Alba, este gran montaje hace época por cuanto reúne y dice, y cómo lo dice, en escena. Abonando al concepto dinámico de la puesta, la escenografía de Adrián Martínez Frausto materializa múltiples espacios en derredor del canal de televisión donde la acción trepidante se desarrolla, en torno del personaje central que es a la vez detonante y víctima principal de un caos sin freno. Así la iluminación que firman Patricia Gutiérrez e Ingrid Sac, y los aquí no menos nodales trabajos de audio y de video de Ángel Jiménez y Jorge Orozco, respectivamente.

Daniel Giménez Cacho encabeza un nutrido y valioso reparto, en el que creo es su más completo y complejo trabajo teatral ––su gran trayectoria cinematográfica es indiscutible––, y en este a la vez gozoso y punzante montaje lo acompañan otros viejos lobos de mar como el también primer actor Arturo Ríos, Diego Jáuregui, y los de igual modo otras veces probados estupendos directores Luis Miguel Lombana y Alberto Lomnitz, dentro de una nómina de gente de teatro que aquí prueba estar comprometida con un proyecto no sólo exigente, sino además apasionante. Entre las generaciones más jóvenes, la hermosa Zuria Vega pone a prueba que antes que nada es una actriz de prosapia, de formación, y no sólo una figura que en el cine y la televisión está construyendo una carrera sostenida. Con un más largo recorrido detrás, Francisco Rubio y Mahalat Sánchez están a la altura de las circunstancias.