/ sábado 13 de enero de 2024

Un biopic más bien desafortunado: Leonard Bernstein y Maestro

Si bien el reciente biopic del formidable actor y ahora también director norteamericano Bradley Cooper revela una admiración honesta por el personaje retratado Leonard Bernstein (Laurence, 1918-Nueva York, 1990), no creo que su Maestro logre estar a la altura del gran músico, entre otras razones porque lo sustantivo de su personalidad “pública” y de sus invaluables aportaciones artísticas e intelectuales terminan eclipsadas por una intimidad tampoco probada que poco o nada abona para un reconocimiento más humano del personaje. En este sentido, el guion resulta pobre y hasta nimio, porque si bien no estaba tampoco obligado a ocuparse solo de la personalidad musical ––algo que bien podría hacer mejor un documental––, en cambio construye un largometraje plagado de clichés y lugares comunes que dudamos puedan definir a quien trascendió en un mundo musical particularmente complejo y competido. Pareciera que a los firmantes les ganó el deseo de la nota previsible, la necesidad de construir un producto de consumo fácil, y si como se sabe buscaron hacerlo desde la perspectiva de su pareja la actriz más bien desconocida Felicia Montealegre, con la incompresible anuencia de sus hijos, lo cierto es que tampoco ella sale bien librada. Bien muertos están ambos, y ninguno de los dos tiene ya posibilidades de defenderse.

\u0009Hay películas que más allá de sus atributos y de sus logros, en este caso de los impecables trabajo histriónico y caracterización de los intérpretes protagónicos y secundarios, empezando por el propio Bradley Cooper y la no menos probada espléndida actriz británica Carey Hannah, pareciera que no se justifican y por lo mismo están destinados a envejecer pronto, más allá de engrosar las filas de cintas hechas para figurar en los distintos certámenes cinematográficos del año. Quienes conocen al personaje central biografiado no distinguirán aquí nada nuevo sobre él, y su superficial tratamiento más bien puede incomodarlos; quienes entren por primera vez en contacto con la figura del gran “Lenny” tampoco podrán hacerse una idea de su grandeza y de su significado, toda vez que prevalecen lo privado y el escándalo. La escena última, por más que hubiera sido cierta a los ojos de quién sabe quién, es la de más mal gusto e innecesaria, fuera de lugar.

Director portentoso, su ciclo completo de Gustav Mahler es ya antológico, y la representación del cierre de su Segunda Sinfonía “Resurrección” es otro de los espacios más erráticos de la cinta. Los espectadores tampoco sabrán que igualmente fue dotado con lo mejor de los repertorios clásico y romántico, siendo referenciales sus versiones de Haydn, Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn y Brahms. Del siglo XX, se le recuerda especialmente lo hecho con la obra de compositores como Shostakovich, de su entrañable amigo el inglés Benjamin Britten, y por supuesto de sus compatriotas Gershwin y Aaron Copland. El primer director nacido en Estados Unidos que obtuvo fama mundial, a vuelo de pájaro se enterarán de que con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, al frente de la cual estuvo por más de una década, hizo giras y grabaciones memorables, e históricos son de igual modo los en su momento transmitidos y también grabados “Conciertos para jóvenes” entre 1958 y 1972, que formaron a muchos otros músicos y melómanos. Con múltiples reconocimientos y condecoraciones en vida, Bernstein fue profeta en su tierra (embajador musical por antonomasia de Estados Unidos), con crecientes éxito y fama en todo el mundo, por lo que sus estancias y visitas a importantes instituciones musicales y festivales europeos eran frecuentes y prolongadas.

Si bien el reciente biopic del formidable actor y ahora también director norteamericano Bradley Cooper revela una admiración honesta por el personaje retratado Leonard Bernstein (Laurence, 1918-Nueva York, 1990), no creo que su Maestro logre estar a la altura del gran músico, entre otras razones porque lo sustantivo de su personalidad “pública” y de sus invaluables aportaciones artísticas e intelectuales terminan eclipsadas por una intimidad tampoco probada que poco o nada abona para un reconocimiento más humano del personaje. En este sentido, el guion resulta pobre y hasta nimio, porque si bien no estaba tampoco obligado a ocuparse solo de la personalidad musical ––algo que bien podría hacer mejor un documental––, en cambio construye un largometraje plagado de clichés y lugares comunes que dudamos puedan definir a quien trascendió en un mundo musical particularmente complejo y competido. Pareciera que a los firmantes les ganó el deseo de la nota previsible, la necesidad de construir un producto de consumo fácil, y si como se sabe buscaron hacerlo desde la perspectiva de su pareja la actriz más bien desconocida Felicia Montealegre, con la incompresible anuencia de sus hijos, lo cierto es que tampoco ella sale bien librada. Bien muertos están ambos, y ninguno de los dos tiene ya posibilidades de defenderse.

\u0009Hay películas que más allá de sus atributos y de sus logros, en este caso de los impecables trabajo histriónico y caracterización de los intérpretes protagónicos y secundarios, empezando por el propio Bradley Cooper y la no menos probada espléndida actriz británica Carey Hannah, pareciera que no se justifican y por lo mismo están destinados a envejecer pronto, más allá de engrosar las filas de cintas hechas para figurar en los distintos certámenes cinematográficos del año. Quienes conocen al personaje central biografiado no distinguirán aquí nada nuevo sobre él, y su superficial tratamiento más bien puede incomodarlos; quienes entren por primera vez en contacto con la figura del gran “Lenny” tampoco podrán hacerse una idea de su grandeza y de su significado, toda vez que prevalecen lo privado y el escándalo. La escena última, por más que hubiera sido cierta a los ojos de quién sabe quién, es la de más mal gusto e innecesaria, fuera de lugar.

Director portentoso, su ciclo completo de Gustav Mahler es ya antológico, y la representación del cierre de su Segunda Sinfonía “Resurrección” es otro de los espacios más erráticos de la cinta. Los espectadores tampoco sabrán que igualmente fue dotado con lo mejor de los repertorios clásico y romántico, siendo referenciales sus versiones de Haydn, Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn y Brahms. Del siglo XX, se le recuerda especialmente lo hecho con la obra de compositores como Shostakovich, de su entrañable amigo el inglés Benjamin Britten, y por supuesto de sus compatriotas Gershwin y Aaron Copland. El primer director nacido en Estados Unidos que obtuvo fama mundial, a vuelo de pájaro se enterarán de que con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, al frente de la cual estuvo por más de una década, hizo giras y grabaciones memorables, e históricos son de igual modo los en su momento transmitidos y también grabados “Conciertos para jóvenes” entre 1958 y 1972, que formaron a muchos otros músicos y melómanos. Con múltiples reconocimientos y condecoraciones en vida, Bernstein fue profeta en su tierra (embajador musical por antonomasia de Estados Unidos), con crecientes éxito y fama en todo el mundo, por lo que sus estancias y visitas a importantes instituciones musicales y festivales europeos eran frecuentes y prolongadas.