/ sábado 27 de enero de 2024

Los entretelones agridulces del éxito: Azúcar y estrellas, de Sébastien Tulard

Sorprendente ópera prima del realizador francés Sébastien Tulard, Á la belle étoilé cuenta la vida azarosa y el encumbramiento casi épico del no menos talentoso chef galo de ascendencia musulmana Yazid Ichembarahen. A partir de un libro de memorias escrito por el propio personaje biografiado, Créer pour survivre, Tulard y su coguionista Cédric Ido se sintieron atraídos por el modélico ascenso de este joven de origen marginal criado entre una amorosa familia adoptiva y varios centros inhóspitos de asistencia social, rodeado por circunstancias de luz y otras de sombra, movido sólo por su instinto de sobrevivencia y su no menos irrefrenable gran pasión artístico-culinaria.

Tulard consigue un sobrecogedor documento exento de clichés y de excesos melodramáticos, de superficial parafernalia amarillista, prevaleciendo en cambio la honestidad y el equilibrio, la creatividad y la magia, el llamado a la belleza y a la imaginación presentes en el ADN del protagonista sólo impulsado a mirar, sin prejuicios y sin resentimientos, hacia adelante. En este sentido, y más allá de inspirarse en la vida misma sin concesiones, con lo bueno y lo malo que pueda haber en ella, Azúcar y estrellas (así traducido en español) termina siendo una película gozosamente aleccionadora y ejemplar, a través de una puesta en escena donde de igual modo predominan la creatividad y la poesía implícitas en los actos más dignos de la vida, que por otra parte dan sentido y razón de ser al arte, siempre llamado, en su naturaleza, a volver al orden lo que es caos.

En ese tenor está el extraordinario trabajo del también influencer Just Riadh como Yazid adulto, de quien el director ha conseguido sacar inesperados grandes recursos histriónicos, más allá de una simpatía y una personalidad que siempre agradece la pantalla. Además de actuación, sabemos que el aquí debutante actor aprendió un poco de cocina de manos del propio Yazid, y en ambos casos, biografiado y director, con excelentes resultados. Si el casting resulta de vital importancia, la elección de los intérpretes del Yazid niño y el adulto dieron en el blanco, más allá de su mayor o menor parecido, así como los de los demás personajes de sus entornos inmediato e incidental.

\u0009El propio mundo de la cocina ha sido un tema muy recurrente sobre todo en el cine francés, y podríamos decir que el largometraje de Sébastien Tulard, con las licencias creativas propias del buen cine de autor, resulta más que digno y se inscribe en una más que honrosa tradición en la materia, desde El festín de Babette hasta La cocinera del presidente, desde Vatel hasta Ratatouille, desde El chef hasta Chocolat. Á la belle étoilé es una de esas películas que se disfrutan y se agradecen y se recordarán por su fina creatividad y su transparente frescura, por sus arriesgados y poéticos hallazgos en el terreno narrativo y en el visual, por su belleza formal y su nada grandilocuente manera de mostrarnos los agridulces sabores de la vida.

\u0009No sabemos qué vendrá por delante en la carrera del joven Sébastien Tulard, pero su Azúcar y estrellas, con la manufactura de un director que pareciera con muchos kilómetros de recorrido, nos hace suponer que muchas y otras muy buenas cintas. Sin ser tampoco una cinta de época, como el citado El festín de Babette, del danés Gabriel Axel, por ejemplo, la ópera prima de Tulard puede verse de principio a fin con gozo, con placer, con esa buena sensación que sólo nos dejan las por desgracia cada vez más escasas producciones dentro de una industria cinematográfica preponderantemente comercial.

Sorprendente ópera prima del realizador francés Sébastien Tulard, Á la belle étoilé cuenta la vida azarosa y el encumbramiento casi épico del no menos talentoso chef galo de ascendencia musulmana Yazid Ichembarahen. A partir de un libro de memorias escrito por el propio personaje biografiado, Créer pour survivre, Tulard y su coguionista Cédric Ido se sintieron atraídos por el modélico ascenso de este joven de origen marginal criado entre una amorosa familia adoptiva y varios centros inhóspitos de asistencia social, rodeado por circunstancias de luz y otras de sombra, movido sólo por su instinto de sobrevivencia y su no menos irrefrenable gran pasión artístico-culinaria.

Tulard consigue un sobrecogedor documento exento de clichés y de excesos melodramáticos, de superficial parafernalia amarillista, prevaleciendo en cambio la honestidad y el equilibrio, la creatividad y la magia, el llamado a la belleza y a la imaginación presentes en el ADN del protagonista sólo impulsado a mirar, sin prejuicios y sin resentimientos, hacia adelante. En este sentido, y más allá de inspirarse en la vida misma sin concesiones, con lo bueno y lo malo que pueda haber en ella, Azúcar y estrellas (así traducido en español) termina siendo una película gozosamente aleccionadora y ejemplar, a través de una puesta en escena donde de igual modo predominan la creatividad y la poesía implícitas en los actos más dignos de la vida, que por otra parte dan sentido y razón de ser al arte, siempre llamado, en su naturaleza, a volver al orden lo que es caos.

En ese tenor está el extraordinario trabajo del también influencer Just Riadh como Yazid adulto, de quien el director ha conseguido sacar inesperados grandes recursos histriónicos, más allá de una simpatía y una personalidad que siempre agradece la pantalla. Además de actuación, sabemos que el aquí debutante actor aprendió un poco de cocina de manos del propio Yazid, y en ambos casos, biografiado y director, con excelentes resultados. Si el casting resulta de vital importancia, la elección de los intérpretes del Yazid niño y el adulto dieron en el blanco, más allá de su mayor o menor parecido, así como los de los demás personajes de sus entornos inmediato e incidental.

\u0009El propio mundo de la cocina ha sido un tema muy recurrente sobre todo en el cine francés, y podríamos decir que el largometraje de Sébastien Tulard, con las licencias creativas propias del buen cine de autor, resulta más que digno y se inscribe en una más que honrosa tradición en la materia, desde El festín de Babette hasta La cocinera del presidente, desde Vatel hasta Ratatouille, desde El chef hasta Chocolat. Á la belle étoilé es una de esas películas que se disfrutan y se agradecen y se recordarán por su fina creatividad y su transparente frescura, por sus arriesgados y poéticos hallazgos en el terreno narrativo y en el visual, por su belleza formal y su nada grandilocuente manera de mostrarnos los agridulces sabores de la vida.

\u0009No sabemos qué vendrá por delante en la carrera del joven Sébastien Tulard, pero su Azúcar y estrellas, con la manufactura de un director que pareciera con muchos kilómetros de recorrido, nos hace suponer que muchas y otras muy buenas cintas. Sin ser tampoco una cinta de época, como el citado El festín de Babette, del danés Gabriel Axel, por ejemplo, la ópera prima de Tulard puede verse de principio a fin con gozo, con placer, con esa buena sensación que sólo nos dejan las por desgracia cada vez más escasas producciones dentro de una industria cinematográfica preponderantemente comercial.