/ sábado 24 de marzo de 2018

Adiós a las trampas y la novela del Ichitaip

Las trampas nacieron para atrapar a las bestias que podían engullirnos de un bocado; el hombre, único animal capaz de elaborar un artefacto, utilizó su ingenio para detenerlas; hoy, ya no hay peligro de ser comido por una fiera, ahora, el ser humano, usa las trampas para despojar humanos.

De diciembre 2003 al 2012 se llevó a cabo el concurso infantil Adiós a las Trampas, donde los niños dibujaban la corrupción, y los valores para enfrentarla; en el primer concurso hubo 15,000 participantes; los pequeños, los maestros y algunos intelectuales como Reyes Heroles y Germán Dehesa participaron entusiasmados con promover los valores de la transparencia, la honestidad, el respeto, la participación y las cuentas claras. En 2012, último año del concurso (fin de la administración panista), participaron 1’917,000 niños y niñas mexicanas.

Amable lector, en la administración foxista se entendió que la corrupción somos todos y se crearon programas para promover la honestidad y disminuir la corrupción en la administración pública y la sociedad mexicana; entre algunas de las actividades estuvo este concurso “Adiós a las trampas”, mientras a los empleados del gobierno se les dieron intensos cursos como Cultura de Legalidad para Servidores Públicos, y La Guía de Integridad, que incluía el Código de Ética y Conducta en la Administración Pública Federal.

Los concursos infantiles desaparecieron cuando en 2012 regresaron los césares de la corrupción.

Sin embargo, de esos intentos de aprender a ser honesto, quedaron algunos institutos como el Ichitaip, se lo traduzco: Instituto Chihuahuense de Transparencia y Acceso a la Información Pública (más largo el nombre, más inútil su función). El caso es que hoy en Chihuahua este instituto, que cobra en la nómina gubernamental, escribe un capítulo novelero, por día, en la prensa: que sí, que no, que si el amparo, que si el puesto, que si el ego. Leyva y De la Rocha, expresidente y presidente, respectivamente, olvidan que representan valores como la transparencia y las cuentas claras, tal como los casi dos millones de niños del concurso. No den más pena ajena, pongan fin a su novela, y si en su momento no lo hicieron tengan hoy el valor de decir: adiós a las trampas.

Namasté

www.silviagonzalez.com.mx




Las trampas nacieron para atrapar a las bestias que podían engullirnos de un bocado; el hombre, único animal capaz de elaborar un artefacto, utilizó su ingenio para detenerlas; hoy, ya no hay peligro de ser comido por una fiera, ahora, el ser humano, usa las trampas para despojar humanos.

De diciembre 2003 al 2012 se llevó a cabo el concurso infantil Adiós a las Trampas, donde los niños dibujaban la corrupción, y los valores para enfrentarla; en el primer concurso hubo 15,000 participantes; los pequeños, los maestros y algunos intelectuales como Reyes Heroles y Germán Dehesa participaron entusiasmados con promover los valores de la transparencia, la honestidad, el respeto, la participación y las cuentas claras. En 2012, último año del concurso (fin de la administración panista), participaron 1’917,000 niños y niñas mexicanas.

Amable lector, en la administración foxista se entendió que la corrupción somos todos y se crearon programas para promover la honestidad y disminuir la corrupción en la administración pública y la sociedad mexicana; entre algunas de las actividades estuvo este concurso “Adiós a las trampas”, mientras a los empleados del gobierno se les dieron intensos cursos como Cultura de Legalidad para Servidores Públicos, y La Guía de Integridad, que incluía el Código de Ética y Conducta en la Administración Pública Federal.

Los concursos infantiles desaparecieron cuando en 2012 regresaron los césares de la corrupción.

Sin embargo, de esos intentos de aprender a ser honesto, quedaron algunos institutos como el Ichitaip, se lo traduzco: Instituto Chihuahuense de Transparencia y Acceso a la Información Pública (más largo el nombre, más inútil su función). El caso es que hoy en Chihuahua este instituto, que cobra en la nómina gubernamental, escribe un capítulo novelero, por día, en la prensa: que sí, que no, que si el amparo, que si el puesto, que si el ego. Leyva y De la Rocha, expresidente y presidente, respectivamente, olvidan que representan valores como la transparencia y las cuentas claras, tal como los casi dos millones de niños del concurso. No den más pena ajena, pongan fin a su novela, y si en su momento no lo hicieron tengan hoy el valor de decir: adiós a las trampas.

Namasté

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