/ miércoles 14 de octubre de 2020

Agua bendita

Cuando estoy bajo el chorro de la regadera doy gracias por el privilegio de poder bañarme con agua limpia. Cuando tomo agua pura, la dejo un ratito en mi boca y paladeo ese sinsabor que refresca y calma la sed más que ninguna otra bebida. Cuando oigo la lluvia, el correr de un río o arroyo, la caída de una cascada, las olas del mar, me revitalizo con ese sonido que murmulla o grita vida.

El agua es el elemento principal en este mundo, sin ella no hay nada, por eso me llama la atención que no se le valore y cuide por la importancia máxima que tiene.

Ya empezamos a ser testigos de conflictos por el agua, problemas que se veían venir, pero se ignoraron.

Grandes industrias se instalan y se aplauden porque generarán trabajo, pero no se hace un estudio serio del requerimiento de agua para la fabricación de su producto, y tampoco se consideran los desechos tóxicos que emanará. ¡Cuantos productos empaquetados! ¡Cuánta contaminación innecesaria para ofrecer alimento procesado!

El ser humano está muy enfocado en la obra de él mismo, descuidando la naturaleza, y yo pregunto ¿De qué le sirve al hombre un desarrollo apabullante que dé y dé más y más trabajos, si desde muchos de esos empleos se le está dando en la torre a los ecosistemas?

Si analizamos cómo podemos cuidar el agua, no podemos estancarnos en aprovecharla al máximo en nuestras casas y trabajos, la reflexión del origen de la escasez y contaminación del líquido vital va más allá de lo inmediato que nos rodea.

El planeta se está sobrepoblando, y el que sigamos trayendo niños a este mundo con el pensamiento romántico de que Dios proveerá, es una irresponsabilidad. Y aquí no hablo de practicar abortos, sino de prevenir embarazos, de asumir la gran responsabilidad de que somos portadores de vida y no podemos multiplicarnos con la ligereza de concebir una vida al “ahi se va”. Ya no se trata de cuántos hijos puedo “mantener” sino de cuántos seres humanos puede mantener el planeta.

Por otro lado está el consumo de todos los productos que compramos a diario, ¿de dónde vienen? ¿Qué se requirió para que fueran fabricados y transportados? ¿Qué desechos se están dejando? ¿Realmente los necesito, o son un simple capricho? ¿A qué estoy dispuesto a renunciar para salvar la Tierra?

La oferta de la gran cantidad de productos y la atención en todo tipo de pantallas electrónicas, así como el consumismo desmedido, nos sacan de observar y atender el cuidado que requieren los medios naturales. Los sentidos que se nos dieron para relacionarnos con la naturaleza están enfocados en lo artificial ¡hasta los paisajes que se admiran vienen de una pantalla! dejando de lado los que están alrededor y que son los que debemos estar observando, para atender su salud.

El cuidado y la conservación del agua es un asunto planetario, el líquido se ve amenazado por prácticas mundiales y el consumo desmedido de productos es el origen que más impacta la escasez y contaminación del agua. Por eso hay que preguntarnos: ¿Qué es lo que realmente necesito? ¿Qué exceso me tiene atrapado?

Están girando sin control prácticas en las que estamos involucrados, la cadena de los orígenes nos incluye. Pensar en cómo podemos cuidar el agua nos lleva a cambiar estilos de vida, nos invita a renunciar a muchas comodidades y gustos cotidianos que sumados en multitud arrasan y ensucian el líquido vital.

Es la época del humano inconsciente y consentido que tendrá que reeducarse o seguir el camino de las especies en extinción.

Vigilante: La vida es y está por el agua, valorémosla y cuidémosla donde quiera que estemos. El agua es bendita, Dios la bendijo desde el inicio de los tiempos.



Cuando estoy bajo el chorro de la regadera doy gracias por el privilegio de poder bañarme con agua limpia. Cuando tomo agua pura, la dejo un ratito en mi boca y paladeo ese sinsabor que refresca y calma la sed más que ninguna otra bebida. Cuando oigo la lluvia, el correr de un río o arroyo, la caída de una cascada, las olas del mar, me revitalizo con ese sonido que murmulla o grita vida.

El agua es el elemento principal en este mundo, sin ella no hay nada, por eso me llama la atención que no se le valore y cuide por la importancia máxima que tiene.

Ya empezamos a ser testigos de conflictos por el agua, problemas que se veían venir, pero se ignoraron.

Grandes industrias se instalan y se aplauden porque generarán trabajo, pero no se hace un estudio serio del requerimiento de agua para la fabricación de su producto, y tampoco se consideran los desechos tóxicos que emanará. ¡Cuantos productos empaquetados! ¡Cuánta contaminación innecesaria para ofrecer alimento procesado!

El ser humano está muy enfocado en la obra de él mismo, descuidando la naturaleza, y yo pregunto ¿De qué le sirve al hombre un desarrollo apabullante que dé y dé más y más trabajos, si desde muchos de esos empleos se le está dando en la torre a los ecosistemas?

Si analizamos cómo podemos cuidar el agua, no podemos estancarnos en aprovecharla al máximo en nuestras casas y trabajos, la reflexión del origen de la escasez y contaminación del líquido vital va más allá de lo inmediato que nos rodea.

El planeta se está sobrepoblando, y el que sigamos trayendo niños a este mundo con el pensamiento romántico de que Dios proveerá, es una irresponsabilidad. Y aquí no hablo de practicar abortos, sino de prevenir embarazos, de asumir la gran responsabilidad de que somos portadores de vida y no podemos multiplicarnos con la ligereza de concebir una vida al “ahi se va”. Ya no se trata de cuántos hijos puedo “mantener” sino de cuántos seres humanos puede mantener el planeta.

Por otro lado está el consumo de todos los productos que compramos a diario, ¿de dónde vienen? ¿Qué se requirió para que fueran fabricados y transportados? ¿Qué desechos se están dejando? ¿Realmente los necesito, o son un simple capricho? ¿A qué estoy dispuesto a renunciar para salvar la Tierra?

La oferta de la gran cantidad de productos y la atención en todo tipo de pantallas electrónicas, así como el consumismo desmedido, nos sacan de observar y atender el cuidado que requieren los medios naturales. Los sentidos que se nos dieron para relacionarnos con la naturaleza están enfocados en lo artificial ¡hasta los paisajes que se admiran vienen de una pantalla! dejando de lado los que están alrededor y que son los que debemos estar observando, para atender su salud.

El cuidado y la conservación del agua es un asunto planetario, el líquido se ve amenazado por prácticas mundiales y el consumo desmedido de productos es el origen que más impacta la escasez y contaminación del agua. Por eso hay que preguntarnos: ¿Qué es lo que realmente necesito? ¿Qué exceso me tiene atrapado?

Están girando sin control prácticas en las que estamos involucrados, la cadena de los orígenes nos incluye. Pensar en cómo podemos cuidar el agua nos lleva a cambiar estilos de vida, nos invita a renunciar a muchas comodidades y gustos cotidianos que sumados en multitud arrasan y ensucian el líquido vital.

Es la época del humano inconsciente y consentido que tendrá que reeducarse o seguir el camino de las especies en extinción.

Vigilante: La vida es y está por el agua, valorémosla y cuidémosla donde quiera que estemos. El agua es bendita, Dios la bendijo desde el inicio de los tiempos.