/ lunes 11 de noviembre de 2019

Alimañas que nacieron con el corazón limpio

Nuestros niños y jóvenes seguirán siendo mano de obra para el narcotráfico, y consumidores de drogas mientras las escuelas sean de tercera.

Amable lector, lectora, ¿conoce una escuela federal o estatal que haya mejorado sus instalaciones al 100%, que tenga alberca, comedor, vestidores, que sus maestros tengan mejor salario para que impartan mejores clases, o que haya aumentado su orientación psicológica a niños con problemas emocionales y familiares, y por qué no, alguna que se haya convertido en soporte de adolescentes que atraviesan esa difícil edad? Yo no. Y si no la conocemos en esta ciudad, mucho menos la encontraremos en las provincias de Chihuahua, que hoy más que nunca están produciendo sicarios, tal como lo vimos en días pasados en el deplorable ataque a la familia LeBarón.

Es curioso como se pierde energía y tinta en candidatos, partidos, aeropuertos, encuestas, discusiones y se deja lo importante: la educación a las nuevas generaciones. ¿En cuántos años un niño se vuelve sicario? Tal vez en 5, porque a los 12 años, en los cuales son unos niños y están en primaria, todavía son esencialmente buenos, pero la adolescencia y la temprana juventud sin ideales, sin religión, con mucha pobreza y sin guía familiar son fácilmente atraídos por la delincuencia. En 5 años de buenas escuelas integrales disminuiríamos la delincuencia.

¿Hasta cuándo los políticos entenderán que en las escuelas integrales está la solución? El PAN o el recién formado Morena no cambian nada, no comprenden que lo que necesitamos son escuelas completas con programas de deporte y arte que den ilusión a los adolescentes y jóvenes. Si hay jóvenes sicarios que están matando niños es porque nadie les enseñó a amar el aprendizaje, el arte o el deporte y no tuvieron un maestro digno de ser imitado.

Mientras las energías y el dinero se utilicen para cambiarle el nombre a las instituciones, para crear leyes sobre la homosexualidad o el aborto, para atrapar ladrones del sexenio pasado o para encuestas tontas, seguiremos produciendo sicarios. Y digo produciendo porque todos, amable lector, lectora, somos responsables, pues de alguna manera nuestra apatía, nuestro olvido, nuestro egoísmo al no ayudar a los más desfavorecidos colabora a que crezcan estas alimañas, que nacieron con un corazón limpio.

¿Qué no tiene tiempo de ayudar? Ahorita hay infinidad de asociaciones a las que nos podemos acercar, de probada honorabilidad, hable usted al 614-131-5972, y ahí puede apadrinar a un joven tarahumara que quiere salir adelante, que camina hasta diez kilómetros para ir a la escuela, y con mucha vergüenza llega y avisa que ya no tiene cuaderno para escribir, y en esa escuela le dicen que tampoco hay. Busque, coopere, involúcrese, regale cuadernos a esta asociación, una mejor sociedad se lo agradecerá, y si le gusta sufrir pregunte por historias como ésta y le van a contar mil.

Ya hay ejemplos de empresarios que se han lanzado a hacerlo por ellos mismos, tal es el ejemplo de la escuela de futbol sustentada por la Fundación Bafar, o las magníficas instalaciones de la Granja Hogar respaldada por un gran voluntariado, y también la extraordinaria ayuda que proporciona la Fechac a cuanto proyecto de asistencia social se le presenta, pero estos ejemplos son agujas en un pajar. La solución es que la sociedad nos involucremos. Me sorprende la cantidad de personas en los casinos, anestesiando su corazón con un peso menos, un peso más en su bolsillo; cerradas a la compasión y a una de las verdaderas razones de la existencia: disminuir el sufrimiento de los demás. Sé que me dirá usted que no es su responsabilidad sacar adelante a jóvenes que no son sus hijos, sin embargo, al ayudarlos está protegiendo a su familia de que no sea víctima de uno de esos a los que no quiso darles la oportunidad de ser mejores personas mientras intentaba sacarles más dinero a las maquinitas del casino. Manos a la obra.

Amable lector, lectora, gracias por leerme. Que la bondad del Universo nos proteja de la maldad. Namasté.

www.silviagonzalez.com.mx

Nuestros niños y jóvenes seguirán siendo mano de obra para el narcotráfico, y consumidores de drogas mientras las escuelas sean de tercera.

Amable lector, lectora, ¿conoce una escuela federal o estatal que haya mejorado sus instalaciones al 100%, que tenga alberca, comedor, vestidores, que sus maestros tengan mejor salario para que impartan mejores clases, o que haya aumentado su orientación psicológica a niños con problemas emocionales y familiares, y por qué no, alguna que se haya convertido en soporte de adolescentes que atraviesan esa difícil edad? Yo no. Y si no la conocemos en esta ciudad, mucho menos la encontraremos en las provincias de Chihuahua, que hoy más que nunca están produciendo sicarios, tal como lo vimos en días pasados en el deplorable ataque a la familia LeBarón.

Es curioso como se pierde energía y tinta en candidatos, partidos, aeropuertos, encuestas, discusiones y se deja lo importante: la educación a las nuevas generaciones. ¿En cuántos años un niño se vuelve sicario? Tal vez en 5, porque a los 12 años, en los cuales son unos niños y están en primaria, todavía son esencialmente buenos, pero la adolescencia y la temprana juventud sin ideales, sin religión, con mucha pobreza y sin guía familiar son fácilmente atraídos por la delincuencia. En 5 años de buenas escuelas integrales disminuiríamos la delincuencia.

¿Hasta cuándo los políticos entenderán que en las escuelas integrales está la solución? El PAN o el recién formado Morena no cambian nada, no comprenden que lo que necesitamos son escuelas completas con programas de deporte y arte que den ilusión a los adolescentes y jóvenes. Si hay jóvenes sicarios que están matando niños es porque nadie les enseñó a amar el aprendizaje, el arte o el deporte y no tuvieron un maestro digno de ser imitado.

Mientras las energías y el dinero se utilicen para cambiarle el nombre a las instituciones, para crear leyes sobre la homosexualidad o el aborto, para atrapar ladrones del sexenio pasado o para encuestas tontas, seguiremos produciendo sicarios. Y digo produciendo porque todos, amable lector, lectora, somos responsables, pues de alguna manera nuestra apatía, nuestro olvido, nuestro egoísmo al no ayudar a los más desfavorecidos colabora a que crezcan estas alimañas, que nacieron con un corazón limpio.

¿Qué no tiene tiempo de ayudar? Ahorita hay infinidad de asociaciones a las que nos podemos acercar, de probada honorabilidad, hable usted al 614-131-5972, y ahí puede apadrinar a un joven tarahumara que quiere salir adelante, que camina hasta diez kilómetros para ir a la escuela, y con mucha vergüenza llega y avisa que ya no tiene cuaderno para escribir, y en esa escuela le dicen que tampoco hay. Busque, coopere, involúcrese, regale cuadernos a esta asociación, una mejor sociedad se lo agradecerá, y si le gusta sufrir pregunte por historias como ésta y le van a contar mil.

Ya hay ejemplos de empresarios que se han lanzado a hacerlo por ellos mismos, tal es el ejemplo de la escuela de futbol sustentada por la Fundación Bafar, o las magníficas instalaciones de la Granja Hogar respaldada por un gran voluntariado, y también la extraordinaria ayuda que proporciona la Fechac a cuanto proyecto de asistencia social se le presenta, pero estos ejemplos son agujas en un pajar. La solución es que la sociedad nos involucremos. Me sorprende la cantidad de personas en los casinos, anestesiando su corazón con un peso menos, un peso más en su bolsillo; cerradas a la compasión y a una de las verdaderas razones de la existencia: disminuir el sufrimiento de los demás. Sé que me dirá usted que no es su responsabilidad sacar adelante a jóvenes que no son sus hijos, sin embargo, al ayudarlos está protegiendo a su familia de que no sea víctima de uno de esos a los que no quiso darles la oportunidad de ser mejores personas mientras intentaba sacarles más dinero a las maquinitas del casino. Manos a la obra.

Amable lector, lectora, gracias por leerme. Que la bondad del Universo nos proteja de la maldad. Namasté.

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