/ jueves 15 de abril de 2021

Anarquía y Socialismo

Las marchas y bloqueos de protesta de anarquistas (individualismo) que vemos con los gritos de reclamo y los destrozos de feministas que creen, como diría la politóloga Gloria Álvarez, que la inteligencia sobre un tema vale menos que la ignorancia y los sentimientos de rabia de una víctima, así como las políticas reivindicadoras de un gobierno o comunidad (socialista) que piensa que el pobre (víctima) y el rico (victimario) nunca dejarán de serlo y que la única solución se consigue suprimiendo al individualismo por el aplastamiento, no son más que dos caras del mismo egoísmo.

Por un lado, el individuo, de acuerdo al filósofo Antonio Caso, declara que es un ser único y real; el Estado es un medio para mi felicidad. Mi bien es lo que quiero tener, no lo que me quieran dar. Y si no me lo dan, procuraré tomarlo. Por otro lado, tenemos al socialismo, que casi es una consecuencia directa de ese individualismo caprichoso, pues reclama su propia continuidad y prioridad sobre el individuo. El individuo sólo es la parte de un todo y debe subordinarse a la comunidad. Las dos posiciones son falsas, porque ponen sobre la cultura y el espíritu, el valor de su ser peculiar.

Uno piensa del otro que no es la verdad ni que es el primero, sino que sólo él es el primero y la verdad. La comunidad no puede tener razón, porque sea anterior ni porque sea fuerte; ni el individuo la tiene porque se sienta único en su individualidad. Ser no es una razón moral o jurídica que lo justifique todo. Es la raíz de la impunidad de ciertos abusos que el Estado no castiga y del abuso arbitrario del Estado sobre ciertos individuos. ¿Quién vale más? ¿El individuo o la comunidad? Ni el individuo ni la comunidad, sino la sociedad basada en la justicia, respetuosa de los valores.

La comunidad que tiraniza al hombre pierde de vista esta unión moral, olvida que los hombres somos personas, nos convierte en los conservadores, la mafia del poder, simples unidades biológicas consideradas nocivas por estar en desacuerdo. En cambio, el individuo que se opone a la sociedad, olvida que, sobre la pura individualidad nutrida en el egoísmo, está la cultura humana, síntesis tradicional de los valores de las personas que viven en el derecho y la solidaridad moral. El socialismo y el individualismo rechazan el derecho por su supervaloración del egoísmo intrínseco y vital.

Si nuestro mundo se nutre de este tremendo egoísmo y olvida que las personas no son individuos, sino espíritus, no debe extrañarnos que los individuos se lancen contra los individuos, los individuos contra los estados, los estados contra los individuos y los estados entre sí, guiados por una lógica utópica rebosante de temor y de odio. Una u otra proposición podrá ser falsa, pero las dos proposiciones contrarias, jamás podrán ser verdaderas.

agusperezr@hotmail.com


Las marchas y bloqueos de protesta de anarquistas (individualismo) que vemos con los gritos de reclamo y los destrozos de feministas que creen, como diría la politóloga Gloria Álvarez, que la inteligencia sobre un tema vale menos que la ignorancia y los sentimientos de rabia de una víctima, así como las políticas reivindicadoras de un gobierno o comunidad (socialista) que piensa que el pobre (víctima) y el rico (victimario) nunca dejarán de serlo y que la única solución se consigue suprimiendo al individualismo por el aplastamiento, no son más que dos caras del mismo egoísmo.

Por un lado, el individuo, de acuerdo al filósofo Antonio Caso, declara que es un ser único y real; el Estado es un medio para mi felicidad. Mi bien es lo que quiero tener, no lo que me quieran dar. Y si no me lo dan, procuraré tomarlo. Por otro lado, tenemos al socialismo, que casi es una consecuencia directa de ese individualismo caprichoso, pues reclama su propia continuidad y prioridad sobre el individuo. El individuo sólo es la parte de un todo y debe subordinarse a la comunidad. Las dos posiciones son falsas, porque ponen sobre la cultura y el espíritu, el valor de su ser peculiar.

Uno piensa del otro que no es la verdad ni que es el primero, sino que sólo él es el primero y la verdad. La comunidad no puede tener razón, porque sea anterior ni porque sea fuerte; ni el individuo la tiene porque se sienta único en su individualidad. Ser no es una razón moral o jurídica que lo justifique todo. Es la raíz de la impunidad de ciertos abusos que el Estado no castiga y del abuso arbitrario del Estado sobre ciertos individuos. ¿Quién vale más? ¿El individuo o la comunidad? Ni el individuo ni la comunidad, sino la sociedad basada en la justicia, respetuosa de los valores.

La comunidad que tiraniza al hombre pierde de vista esta unión moral, olvida que los hombres somos personas, nos convierte en los conservadores, la mafia del poder, simples unidades biológicas consideradas nocivas por estar en desacuerdo. En cambio, el individuo que se opone a la sociedad, olvida que, sobre la pura individualidad nutrida en el egoísmo, está la cultura humana, síntesis tradicional de los valores de las personas que viven en el derecho y la solidaridad moral. El socialismo y el individualismo rechazan el derecho por su supervaloración del egoísmo intrínseco y vital.

Si nuestro mundo se nutre de este tremendo egoísmo y olvida que las personas no son individuos, sino espíritus, no debe extrañarnos que los individuos se lancen contra los individuos, los individuos contra los estados, los estados contra los individuos y los estados entre sí, guiados por una lógica utópica rebosante de temor y de odio. Una u otra proposición podrá ser falsa, pero las dos proposiciones contrarias, jamás podrán ser verdaderas.

agusperezr@hotmail.com