/ sábado 3 de abril de 2021

Antes que se nos olvide | Sábado, un buen día para resurgir

Para muchos llegar a la vejez es sinónimo de amargura, desesperanza, soledad, entre otros lastres y aunque no es así, algunos se la creen, y terminan atrayéndolas a su vida, convirtiéndose en personas afligidas. Hace algún tiempo, encontré entre los documentos de mi padre, quien ya falleció, un extraordinario decálogo, probablemente ya lo conocen, pero vale la pena recordarlo, para que lo pongan en práctica diariamente todos los que han llegado a la tercera edad o están a punto de hacerlo.

Cuida tu aspecto todos los días. Viste bien, arréglate como si fueras a una fiesta ¡Qué más fiesta que la vida!

Ama al ejercicio físico como a ti mismo, haz un rato de gimnasia o una caminata razonable dentro y fuera de casa. Contra la inercia, diligencia.

Evita actividades y gestos de viejo derrumbado, la cabeza gacha, espalda encorvada, arrastrar los pies, no, que la gente diga un piropo cuando pases.

No hables de tu vejez, ni te quejes de tus achaques, acabarás por creerte más viejo y enfermo de lo que en realidad estás. Nadie quiere estar oyendo historias de hospital. Deja de llamarte viejo y considerarte enfermo.

Cultiva optimismo sobre todas las cosas, al mal tiempo buena cara. Sé positivo en tus juicios, da buen humor en tus palabras, siempre rostro alegre, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce, la vejez no es cuestión de años, sino un estado de ánimo.

Trata de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres ni parasito, ni rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible y siempre otorga una sonrisa o un buen consejo.

Trabaja con tu mente y manos. El trabajo es una terapia infalible, cualquier actividad laboral, intelectual o artística, es medicina para todos los males.

Mantén vivas las relaciones humanas, aunque son complicadas, son esenciales.

No pienses que todo el tiempo pasado fue mejor; deja de estar condenado a tu mundo y maldiciendo tu momento. Alégrate que entre las espinas florezcan las rosas. Positivo siempre, negativo jamás. El anciano debiera ser como la luna, un cuerpo opaco destinado a dar luz.

No te encierres en casa, ni en tu habitación, nada de jugar al enclaustrado o preso voluntario. Sal a la calle y al campo. El agua estancada se pudre y la maquina inmóvil se enmohece. Claro, este punto en tiempos de pandemia se debe omitir.


Busqué en varias fuentes el nombre del autor, pero no lo encontré. A éste publicado lo modifiqué un poquito, cuidando que no perdiera su esencia.

Si se siente afligido, desanimado, deprimido o hasta angustiado por la vejez, a partir de hoy, ponga en práctica estos preceptos, es un buen día para resurgir.


@carlosaesparza

esparzadeister@gmail.com


Para muchos llegar a la vejez es sinónimo de amargura, desesperanza, soledad, entre otros lastres y aunque no es así, algunos se la creen, y terminan atrayéndolas a su vida, convirtiéndose en personas afligidas. Hace algún tiempo, encontré entre los documentos de mi padre, quien ya falleció, un extraordinario decálogo, probablemente ya lo conocen, pero vale la pena recordarlo, para que lo pongan en práctica diariamente todos los que han llegado a la tercera edad o están a punto de hacerlo.

Cuida tu aspecto todos los días. Viste bien, arréglate como si fueras a una fiesta ¡Qué más fiesta que la vida!

Ama al ejercicio físico como a ti mismo, haz un rato de gimnasia o una caminata razonable dentro y fuera de casa. Contra la inercia, diligencia.

Evita actividades y gestos de viejo derrumbado, la cabeza gacha, espalda encorvada, arrastrar los pies, no, que la gente diga un piropo cuando pases.

No hables de tu vejez, ni te quejes de tus achaques, acabarás por creerte más viejo y enfermo de lo que en realidad estás. Nadie quiere estar oyendo historias de hospital. Deja de llamarte viejo y considerarte enfermo.

Cultiva optimismo sobre todas las cosas, al mal tiempo buena cara. Sé positivo en tus juicios, da buen humor en tus palabras, siempre rostro alegre, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce, la vejez no es cuestión de años, sino un estado de ánimo.

Trata de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres ni parasito, ni rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible y siempre otorga una sonrisa o un buen consejo.

Trabaja con tu mente y manos. El trabajo es una terapia infalible, cualquier actividad laboral, intelectual o artística, es medicina para todos los males.

Mantén vivas las relaciones humanas, aunque son complicadas, son esenciales.

No pienses que todo el tiempo pasado fue mejor; deja de estar condenado a tu mundo y maldiciendo tu momento. Alégrate que entre las espinas florezcan las rosas. Positivo siempre, negativo jamás. El anciano debiera ser como la luna, un cuerpo opaco destinado a dar luz.

No te encierres en casa, ni en tu habitación, nada de jugar al enclaustrado o preso voluntario. Sal a la calle y al campo. El agua estancada se pudre y la maquina inmóvil se enmohece. Claro, este punto en tiempos de pandemia se debe omitir.


Busqué en varias fuentes el nombre del autor, pero no lo encontré. A éste publicado lo modifiqué un poquito, cuidando que no perdiera su esencia.

Si se siente afligido, desanimado, deprimido o hasta angustiado por la vejez, a partir de hoy, ponga en práctica estos preceptos, es un buen día para resurgir.


@carlosaesparza

esparzadeister@gmail.com