/ sábado 9 de octubre de 2021

Bellas artes; Roberto Ransom y su poética: La quema de la correspondencia

Por: Mario Saavedra

Conozco a Roberto Ransom desde hace más o menos veinte años. En el exilio voluntario en Chihuahua, de donde son nuestras compañeras de vida, descubrimos pasiones artísticas compartidas, y al paso de los años sufrimos juntos por igual la prematura y dolorosa muerte de nuestros muy dilectos Alma Montemayor, Enrique Servín y Rogelio Treviño.

\u0009Me tocó el doloroso ahogamiento del más chico de sus hijos que afortunadamente no acabó en tragedia, y ya con la presencia dominante del crimen organizado y la violencia en su punto más álgido, cuando el Estado mexicano había decidido librar una desquiciada batalla, el secuestro de su hija por robarle el auto. Supe cómo su otrora fortaleza se había venido abajo tras la sumaria adversidad de varios años aciagos, como les sucedió a tantos otros mexicanos agazapados bajo un miedo y una histeria sin precedentes, y cómo sólo el apoyo de sus seres queridos le habían ayudado a emerger como ave Fénix de ese oscuro abismo que traen consigo la depresión y la desesperanza.

\u0009Entusiasta lector de otros valiosos textos de este dotado polígrafo, me ha obsequiado ahora su variopinto La quema de la correspondencia, hermoso libro que en su subtítulo Poética (2010-2013) condensa lo su autor ha pretendido expresar, a decir, una suma de saberes y sentires estrechamente vinculados con sus lecturas y experiencias de esos años escabrosos, o incluso de otros tiempos idos o posteriores que igual han marcado su experiencia como ser humano y como creador en permanente efervescencia.

\u0009Sabio misceláneo que nos recuerda a aquellos grandes viajeros de lengua inglesa del siglo XVIII como el irlandés Laurence Sterne, Ransom también nos revela aquí su ascendencia céltica presente en su sensibilidad, en su peculiar humor, en la construcción de una poética personal que ha contribuido a forjar no sólo su estilo de escritura, sino su visión de la vida. Bien escribió Borges que él se ufanaba más por lo que había leído, y Roberto rinde aquí tributo a varios autores y textos con los cuales se ha formarlo y ayudado también a descifrar lo acontecido, a entenderse mejor a la distancia, porque la lectura y la escritura son igualmente catárticas en su esencia, toda vez que el arte y su creador pretenden obsesivamente volver al orden lo que es caos.

\u0009La quema de la correspondencia (Vía Áurea, 2021) reúne textos diversos de un inquieto escritor en constante búsqueda, ya sea como narrador, como ensayista, como poeta más ocasional, como viajero atento y observador crítico, como agudo lector de la literatura desde adentro y desde afuera, en un saludable eclecticismo que nos viene a confirmar que los géneros literarios son espacios nominales que más bien abonan a la historiografía y la crítica literarias. Se trata de uno de esos libros escritos desde lo más hondo ser y en muy diversos planos de la conciencia, con la voluntad y el juicio como atentos vigías, de frente a una realidad y un mundo alterados que al creador sólo le queda interpretar con indignación e ironía, siempre con la intención de que la utopía se convierta en verdad práctica.

Por: Mario Saavedra

Conozco a Roberto Ransom desde hace más o menos veinte años. En el exilio voluntario en Chihuahua, de donde son nuestras compañeras de vida, descubrimos pasiones artísticas compartidas, y al paso de los años sufrimos juntos por igual la prematura y dolorosa muerte de nuestros muy dilectos Alma Montemayor, Enrique Servín y Rogelio Treviño.

\u0009Me tocó el doloroso ahogamiento del más chico de sus hijos que afortunadamente no acabó en tragedia, y ya con la presencia dominante del crimen organizado y la violencia en su punto más álgido, cuando el Estado mexicano había decidido librar una desquiciada batalla, el secuestro de su hija por robarle el auto. Supe cómo su otrora fortaleza se había venido abajo tras la sumaria adversidad de varios años aciagos, como les sucedió a tantos otros mexicanos agazapados bajo un miedo y una histeria sin precedentes, y cómo sólo el apoyo de sus seres queridos le habían ayudado a emerger como ave Fénix de ese oscuro abismo que traen consigo la depresión y la desesperanza.

\u0009Entusiasta lector de otros valiosos textos de este dotado polígrafo, me ha obsequiado ahora su variopinto La quema de la correspondencia, hermoso libro que en su subtítulo Poética (2010-2013) condensa lo su autor ha pretendido expresar, a decir, una suma de saberes y sentires estrechamente vinculados con sus lecturas y experiencias de esos años escabrosos, o incluso de otros tiempos idos o posteriores que igual han marcado su experiencia como ser humano y como creador en permanente efervescencia.

\u0009Sabio misceláneo que nos recuerda a aquellos grandes viajeros de lengua inglesa del siglo XVIII como el irlandés Laurence Sterne, Ransom también nos revela aquí su ascendencia céltica presente en su sensibilidad, en su peculiar humor, en la construcción de una poética personal que ha contribuido a forjar no sólo su estilo de escritura, sino su visión de la vida. Bien escribió Borges que él se ufanaba más por lo que había leído, y Roberto rinde aquí tributo a varios autores y textos con los cuales se ha formarlo y ayudado también a descifrar lo acontecido, a entenderse mejor a la distancia, porque la lectura y la escritura son igualmente catárticas en su esencia, toda vez que el arte y su creador pretenden obsesivamente volver al orden lo que es caos.

\u0009La quema de la correspondencia (Vía Áurea, 2021) reúne textos diversos de un inquieto escritor en constante búsqueda, ya sea como narrador, como ensayista, como poeta más ocasional, como viajero atento y observador crítico, como agudo lector de la literatura desde adentro y desde afuera, en un saludable eclecticismo que nos viene a confirmar que los géneros literarios son espacios nominales que más bien abonan a la historiografía y la crítica literarias. Se trata de uno de esos libros escritos desde lo más hondo ser y en muy diversos planos de la conciencia, con la voluntad y el juicio como atentos vigías, de frente a una realidad y un mundo alterados que al creador sólo le queda interpretar con indignación e ironía, siempre con la intención de que la utopía se convierta en verdad práctica.