/ miércoles 12 de enero de 2022

Covid: catalizador de las desigualdades

Hace dos años se nos presentó uno de los mayores retos para la humanidad: una pandemia sin precedente que vino a cuestionar todas las estructuras y a cambiar la forma en que hacemos las cosas.

Muchos optimistas pensaron que esta crisis permitiría sacar lo mejor de las personas, dándonos la oportunidad de mostrar nuestra solidaridad y cerrar las brechas de la desigualdad, uniéndonos como comunidad.

Desafortunadamente ha sido todo lo contrario: Hemos visto cómo las personas de menor ingreso no han dejado de trabajar, aun en los picos más altos de contagio, porque de hacerlo perderían su ingreso. Ante la falta de un transporte público adecuado se exponen diariamente al trasladarse a sus centros de trabajo, con una seguridad social rebasada en infraestructura y carente de medicamentos, son a los que más les cuesta hacerse una prueba, y hasta aquí sin considerar que se puedan contagiar y pagar un tratamiento médico, o los que están en la formalidad obtener una incapacidad en la cual el Seguro Social sólo les pagará el 60% de sus ingresos. En muchos de los casos, las empresas prefieren pagar a sus colaboradores en ese tiempo, con tal de no exponerlos al mandarlos a uno de los mayores focos de contagio. Y peor aún, los que están en la informalidad se quedan sin ingresos.

También se han visto afectados quienes tienen hijos pequeños al ya no contar con una estancia infantil para poder dejarlos mientras trabajan. O en el caso de que sean de edad escolar tienen que recurrir a la ayuda de algún familiar o al apoyo de adultos mayores en el mejor de los casos. Muchas veces no tienen acceso a internet ni dispositivos para atender las clases virtuales.

Mientras tanto, algunos de los que podían trabajar de manera remota, sin exponerse al virus ni arriesgar su estilo de vida, se negaron a sacrificar su movilidad, la socialización, los viajes, con la seguridad, la mayor parte del tiempo, de poder recibir atención médica de primer nivel en caso de ser necesario y sin importar la afectación al personal de la salud por el colapso del sistema.

Vimos una marcada desigualdad en el acceso a las vacunas: quienes contaban con los medios económicos, pudieron hacer uso de este recurso de forma anticipada. Mientras, la mayoría de la población vivió con la incertidumbre de cuándo podrían vacunarse, batallaron con el proceso y la falta de estructura y organización en las últimas jornadas de vacunación.

En los últimos meses hemos tenido que enfrentar al menos tres variantes del virus, originadas en su mayoría en aquellos países a los que no se les proporcionaron vacunas oportunamente.

Ante esta nueva ola tenemos la oportunidad de pensar y actuar más allá de nosotros mismos: nuestro sistema de salud, nuestros médicos y enfermeros, nuestra economía, tal vez no resulten tan resistentes a las nuevas variantes, como lo ha demostrado nuestro organismo, protegido ahora por las vacunas.

Vacunemos nuestra mentalidad con una visión global, de comunidad, una visión a futuro y no cortoplacista. Recordemos que todos estamos en la misma tormenta, pero no vamos en el mismo barco. Tal vez aún estemos a tiempo de hacerlo.


Francisco Santini Ramos, ingeniero civil.

#SomosLaFuerzaQueMueveAChihuahua

f.santini@ccechihuhua.com.mx


Ingeniero Civil y Presidente del Consejo Coordinador Empresarial


Hace dos años se nos presentó uno de los mayores retos para la humanidad: una pandemia sin precedente que vino a cuestionar todas las estructuras y a cambiar la forma en que hacemos las cosas.

Muchos optimistas pensaron que esta crisis permitiría sacar lo mejor de las personas, dándonos la oportunidad de mostrar nuestra solidaridad y cerrar las brechas de la desigualdad, uniéndonos como comunidad.

Desafortunadamente ha sido todo lo contrario: Hemos visto cómo las personas de menor ingreso no han dejado de trabajar, aun en los picos más altos de contagio, porque de hacerlo perderían su ingreso. Ante la falta de un transporte público adecuado se exponen diariamente al trasladarse a sus centros de trabajo, con una seguridad social rebasada en infraestructura y carente de medicamentos, son a los que más les cuesta hacerse una prueba, y hasta aquí sin considerar que se puedan contagiar y pagar un tratamiento médico, o los que están en la formalidad obtener una incapacidad en la cual el Seguro Social sólo les pagará el 60% de sus ingresos. En muchos de los casos, las empresas prefieren pagar a sus colaboradores en ese tiempo, con tal de no exponerlos al mandarlos a uno de los mayores focos de contagio. Y peor aún, los que están en la informalidad se quedan sin ingresos.

También se han visto afectados quienes tienen hijos pequeños al ya no contar con una estancia infantil para poder dejarlos mientras trabajan. O en el caso de que sean de edad escolar tienen que recurrir a la ayuda de algún familiar o al apoyo de adultos mayores en el mejor de los casos. Muchas veces no tienen acceso a internet ni dispositivos para atender las clases virtuales.

Mientras tanto, algunos de los que podían trabajar de manera remota, sin exponerse al virus ni arriesgar su estilo de vida, se negaron a sacrificar su movilidad, la socialización, los viajes, con la seguridad, la mayor parte del tiempo, de poder recibir atención médica de primer nivel en caso de ser necesario y sin importar la afectación al personal de la salud por el colapso del sistema.

Vimos una marcada desigualdad en el acceso a las vacunas: quienes contaban con los medios económicos, pudieron hacer uso de este recurso de forma anticipada. Mientras, la mayoría de la población vivió con la incertidumbre de cuándo podrían vacunarse, batallaron con el proceso y la falta de estructura y organización en las últimas jornadas de vacunación.

En los últimos meses hemos tenido que enfrentar al menos tres variantes del virus, originadas en su mayoría en aquellos países a los que no se les proporcionaron vacunas oportunamente.

Ante esta nueva ola tenemos la oportunidad de pensar y actuar más allá de nosotros mismos: nuestro sistema de salud, nuestros médicos y enfermeros, nuestra economía, tal vez no resulten tan resistentes a las nuevas variantes, como lo ha demostrado nuestro organismo, protegido ahora por las vacunas.

Vacunemos nuestra mentalidad con una visión global, de comunidad, una visión a futuro y no cortoplacista. Recordemos que todos estamos en la misma tormenta, pero no vamos en el mismo barco. Tal vez aún estemos a tiempo de hacerlo.


Francisco Santini Ramos, ingeniero civil.

#SomosLaFuerzaQueMueveAChihuahua

f.santini@ccechihuhua.com.mx


Ingeniero Civil y Presidente del Consejo Coordinador Empresarial